En una entrevista de la periodista norteamericana Lisa Howard con el “Che” del 22-2-1964, el Comandante de la Revolución cubana analizaba la crisis del sistema capitalista y explicaba cómo los Estados imperialistas por aquellos años extraían materias primas y producían un intercambio desigual con los países subdesarrollados de América Latina, África y Asia. Por aquel entonces los pueblos de los países poderosos recibían parte de los caudales extraídos de la explotación y opresión de miles de millones de obreros y asalariados del planeta. Vaticinó el “Che”:¿qué pasaría si la clase obrera de esos países comenzase a padecer en forma directa las consecuencias del sistema capitalista?
Su pensamiento revolucionario se «adelantó» más de 50 años. La lucha de clases se presenta hoy cruda, abierta, sin velos al interior de los países imperialistas. Infinitas protestas se extienden en esos territorios por las más variadas reivindicaciones económicas, sociales y políticas que provocan una agudización en todos los Estados, que otrora descargaban sus crisis fundamentalmente a los pueblos subdesarrollados.
Alemania no puede hoy formar gobierno, al interior de los países de Europa hay más de 25 reclamos separatistas, crisis por los inmigrantes, crisis por la reducción salarial y reformas laborales, crisis por los recortes al ingreso jubilatorio… No hay aún un norte revolucionario pero se ensancha el descontento y se expresa de diferentes maneras.
Esos pueblos conviven con la incertidumbre, la precariedad laboral, la desocupación.
En el propio EEUU, con el triunfo de Donald Trump, se han exacerbado las contradicciones interburguesas como consecuencia de un pueblo que ya no es el mismo que aquel, el del “sueño americano”. La crisis del sistema hipotecario, el traslado de la gran industria a China y al Sudeste asiático en los años 70-80 para frenar la caída de la tasa de ganancia del gran capital, han provocado cierre de empresas, desolación en millones de hogares norteamericanos, lo que sin duda provoca además un grado de violencia social extremo.
Ya no es suficiente para los Estados imperialistas agredir a los pueblos de mayor atraso. Ahora, el papel de los Estados está subordinado a las decisiones políticas y económicas que se realizan en las gerencias de los monopolios, afianzando el carácter histórico del Capitalismo Monopolista de Estado.
La lucha de clases al interior de cada país está dada por la negativa de los pueblos del mundo a seguir viviendo en éstas condiciones que atacan la dignidad del género humano; y es ese fundamento el que no deja estabilizar una política imperialista centralizada, cuya cúspide fue lograda en los años 80 del siglo XX con Reagan-Tacher .
Son y serán épocas de convulsiones sociales, los peligros de guerras interimperialistas por conquistar mercados, materias primas, reducir planetariamente la masa salarial acecharán la necesaria paz que necesitan los pueblos para su desarrollo como sociedad humana.
Pero esto es lucha de clases y la dignidad por la que se mueven millones en el planeta marcan un ascenso permanente de la movilización y lucha de los pueblos, que incluye a los que por décadas no alcanzaron a ver la explotación y opresión, como decía el”Che”, a la que estaban sometidos.
Son momentos de ascenso de todo el movimiento, que permitirá ahondar las políticas revolucionarias en medio de tanto diversionismo ideológico que introduce la burguesía para desviar el rumbo del malestar generalizado. Hay un sentir común anticapitalista que se irá profundizando y extendiendo. Síntomas como la defensa del medio ambiente, la igualdad de género que abarca en lo fundamental la lucha de la mujer que exige a igual trabajo igual salario, terminar con la explotación del niño, el tráfico de personas, etc. Ese será el piso.
El desgaste entre el supuesto populismo/liberalismo en defensa del sistema capitalista de años anteriores ha llevado a una gran masa de personas a rechazar las instituciones burguesas. La presencia de los políticos, los funcionarios, los CEOS, las instituciones vigentes en bancarrota, etc., provocan que los pueblos busquen nuevos caminos para su liberación, o en «el peor de los casos», rechacen de plano opciones que la experiencia ha mostrado cuán profundo ha calado en el descenso de nivel de vida en cada país.
Las condiciones objetivas hacia revoluciones socialistas, que liberen al hombre de las consecuencias generadas por el capitalismo por encorsetar las fuerzas productivas, están lo suficientemente maduras, y nuestro país no es la excepción. Es menester de los revolucionarios persistir una y otras vez en elevar el espíritu revolucionario hacia la lucha por el poder. Se hace necesario romper el eslabón de una cadena capitalista muy débil solo sostenida por una defensa a ultranza del sistema de todo el aparato de dominación, que centra sus fuegos en lo ideológico. Sobre todo, en mostrar la imposibilidad de Revolución socialista.
La incorporación del descontento de millones de seres en los propios Estados imperialistas incide en nuestro país. Pero lo determinante sigue siendo la lucha de clases dentro de cada Estado.
Nuestra revolución.
El carácter de nuestra revolución socialista no “importa” modelos de revolución. La clase obrera y el pueblo oprimido tienen una experiencia muy particular y a la vez, la burguesía monopolista como clase dominante, está atravesada por condicionamientos históricos.
Hay en nuestro pueblo un avanzado pensamiento de lo que no se quiere, una amplitud muy grande de las aspiraciones democráticas, un rechazo a lo institucional, miles de hilos conductores de nuestra historia de lucha de clases que ni la propia dictadura pudo quebrar, y mucho menos, la democracia burguesa. Es cierto, hubo paréntesis, espera, confusión… pero de nuevo, la burra al trigo… Paréntesis obligados que hubo y que habrá que derribar, pero nuestra historia hacia la revolución socialista y la lucha por el poder se instala cuando de lo que se trata es del robustecimiento y la masividad de toda movilización, que de hecho apunte a debilitar a la clase dominante y -en simultáneo- acumule fuerzas hacia la revolución.
En el contexto planteado por el ”Che” -que con tanta claridad vaticinó las crisis en los propios países imperialistas- nos marca la intensidad con la que los revolucionarios deberemos introducir las políticas, las organizaciones y las metodologías para la lucha por el poder, en las condiciones objetivas maduras de revolución.
Hay una historia detrás que no es la historia de todos los pueblos y nuestra revolución socialista, su carácter, está basado en nuestra experiencia de clase obrera y pueblo. No se puede importar lo que se tiene en abundancia, no se puede importar lo que no se puede reemplazar, que es la movilización de un pueblo, su experiencia de organización, su idiosincrasia dada por el actual grado de desarrollo de las fuerzas productivas. La lucha por el poder y la construcción de la primera etapa del socialismo están íntimamente ligadas con las aspiraciones de la gran mayoría del pueblo que quiere vivir dignamente.
Repetimos: en una cadena débil del sistema capitalista la ruptura de un eslabón hacia la construcción del socialismo permitirá desatar fuerzas para que una revolución se pueda sostener en el tiempo. Los pueblos del planeta hoy son los que el “Che” predijo. El nuestro, no sólo no es la excepción, sino puntal y avanzada hacia el futuro de una ansiada dignidad.