La vida política de nuestro país se caracteriza en esta etapa histórica porque el debate político en el movimiento de masas va ganando cada vez más terreno. Incluso podemos decir que en estos últimos meses el estado de ánimo de los distintos sectores populares ha pasado del desgano y la decepción a la búsqueda de la manera de enfrentar las iniciativas de los monopolios y sus gobiernos. En este contexto de cambio de calidad en el debate político, afloran nuevas desafíos y preocupaciones, como también posibilidades de organizar todas esas iniciativas políticas que hasta el momento se encuentran frenadas por el peso ideológico que ejerce la burguesía sobre la población, a través de sus instituciones y medios de comunicación.
Uno de los contrabandos ideológicos que sostienen a capa y espada, tiene que ver con la forma de organización política, en contraste de la sociabilización de la producción.
La burguesía -prisionera de sus mezquinos intereses- está obligada a convivir con una forma verticalista de organización política y la trasmite (a través del Estado) a toda la sociedad.
Su desvelo por mantener el estado actual de las cosas, o sea su dominación de clase, no le permite avanzar en nuevas formas de organización. Por el contrario, acciona de todas las maneras posibles para impedir que esa sociabilización en la producción no perturbe su dominación sobre los trabajadores y pueblo en general.
Como decíamos al inicio, el movimiento de masas está viviendo una formidable politización como desde hace mocho no se veía; y se hace necesario abordar especialmente este aspecto para poder avanzar con pasos firmes en esa politización de las masas. Pues, en la sociabilización de la producción están la bases materiales para encontrar los más naturales caminos de unidad.
Las prácticas cotidianas de los trabajadores en la producción son de mayor participación y resolución de los problemas de forma colectiva. Esto impulsa -desde bien abajo- la necesidad de un mayor protagonismo democrático en la vida política. Se repele naturalmente las viejas prácticas y formas de organización verticalista, que sostienen por ejemplos las gerencias sindicales, que cacarean con convocatorias pero le niegan y frenan la verdadera participación de las masas.
Allí en lo nuevo, en esas prácticas, anidan las mejores herramientas con las que contamos hoy para resolver los problemas y desatar las fuerzas necesarias contra los planes de la burguesía y sus gobiernos. El desafío esta puesto en encontrar la manera de trasladar el alto grado de sociabilización de los trabajadores a la lucha política cotidiana.