A pocas semanas del triunfo electoral, el gobierno de Macri es sacudido por una embestida popular que da inicio a un proceso de ingobernabilidad.
Ya no es suficiente caracterizar este momento de crisis política, la jornada de ayer fue la expresión más acabada de una disposición mayoritaria de nuestro pueblo que ya no estaba dispuesto a tolerar la arrogancia del poder. Mucha bronca acumulada ante tanta impunidad, “el gobierno de las reformas” no entendió que para adecuar el Estado a los caprichos de las ganancias de los monopolios se necesitaba espaldas anchas y el respaldo político en una buena parte de la población. Los votos logrados hace solo unos días atrás confundieron ese precepto en los despachos del Poder Ejecutivo.
Durante el día de ayer se produjeron hechos de muchísima importancia que la prensa del sistema ha ocultado sistemáticamente. Mientras la protesta en el Congreso se iba amasando con la llegada de miles de manifestantes, en los centros de trabajo se realizaban asambleas, debates y a la vez se organizaba el que hacer. Fue en esas trincheras en donde se votó que la ley no debía aprobarse en el recinto, fue en ese lugar en donde se preparó una masividad necesaria para quebrar a un gobierno en su gobernabilidad.
24 horas antes de este histórico día, mientras la bronca popular comenzaba a hacerse sentir salió a la luz la verdadera cara del poder: la ley debía salir y los votos de los diputados no iban a hacerse esperar. La mayoría de los gobernadores acordaron y pactaron con el gobierno la reforma previsional y para ello utilizaron los poderes que les confiere su Estado. Consideraron que la rapidez con que se debía llevar a cabo el acto de votación era fundamental. Para ello cercaron militarmente el Congreso, comenzaban a entender que entre el pueblo el malestar iba creciendo minuto a minuto, por abajo se hacía sentir el estado asambleario anteriormente mencionado que desbordaba ya a la propia CGT, la cual no tuvo más remedio que llamar al paro si se aprobaba la Ley. Todas las instituciones del Estado comenzaban a mostrar debilidad, aún está en la memoria de los funcionarios del sistema el “fantasma” del 2001. Nuestro pueblo estaba decidido a presentar batalla y en 24 horas quebró la gobernabilidad.
Centenares de policías y gendarmes bien pertrechados intentaron contener la furia de un pueblo movilizado, jornadas del mismo tenor estaban presentes en Neuquén, La Plata, etc., y todo estaba indicando que había una decisión popular ya tomada: ¡la ley no iba a pasar!
En horas tempranas y mostrando lo peor de la democracia burguesa y su carácter representativo, se decidió levantar la sesión parlamentaria. El pueblo movilizado quebró el intento del gobierno de sesionar ante el reclamo en las calles.
Este 14 de diciembre será histórico por el marco nacional e internacional en el que se enmarca. A pocas cuadras, la OMC reunida con los popes del comercio internacional, no se ponía de acuerdo ni siquiera en un punto o en una coma. No salía un documento único, el fracaso fue de tal magnitud que solo le faltaba la frutilla del postre y nuestro pueblo se la dio. Las políticas de “reformas” están dadas en un contexto internacional y las imágenes de un pueblo indomable recorrieron el mundo. Es en Argentina en donde se empantana la iniciativa de la burguesía en América Latina y a partir de ayer, la mirada será otra.
Decíamos que para llevar las reformas a buen puerto la burguesía necesitaba cierto consenso popular y cierta centralización política. Ayer no hubo ese consenso y la burguesía se partió en mil pedazos. La movilización destrozó una iniciativa de envergadura económica y fundamentalmente política, la reforma jubilatoria garantizaba el traspaso millonario a las arcas de lo más concentrado de la economía. Si entraba esa ley madre la reforma laboral iba a presentar un frente de batalla más complejo. Fueron por todo y se quedaron sin nada.
Lo que vendrá
Se ha iniciado un proceso de ingobernabilidad, lo cual no significa que la clase dominante baje los brazos, tienen que sostener el sistema capitalista e intentarán retomar la iniciativa. Pero ingobernabilidad es algo más que crisis política estructural. Este gobierno ha comenzado un proceso en el cual se le cuestionará absolutamente todo, haga lo que haga estará mal.
Plagado de contradicciones, sus propias fuerzas han recibido un mazazo, la represión fue cuestionada por sus propios “adalides de la democracia” a sabiendas que estas medidas deberían entrarlas a sangre y fuego.
En este marco de ingobernabilidad se hace necesario incrementar la movilización en todos los planos, dar batalla en donde más les duele y en donde se generó este 14 de diciembre histórico. Un marco propicio de lucha y de aceleramiento para el fortalecimiento de las organizaciones políticas que se vayan gestando desde ésta nueva situación.
El no dejarlos gobernar no es un fin en sí mismo de éste proceso revolucionario, pero si es un momento necesario en donde se podrán foguear nuevas y masivas fuerzas para vertebrar una salida política revolucionaria.
Hay que transitar el ¡no dejarlos gobernar! Golpearlos una y otra vez, porque una y otra vez intentarán redoblar esfuerzos por las reformas. La reforma laboral y con una debilidad expuesta no debe pasar en cada establecimiento, que sientan el golpe en sus trincheras, en donde amasan sus fortunas, en donde se concretan las grandes gestas de nuestro pueblo.
Es en ese andar de la lucha política, más expuesta que nunca, en donde haremos retroceder a toda la burguesía, en donde la ingobernabilidad se hará sentir.
Repetimos: de la crisis política pasamos a un proceso de ingobernabilidad, de agudizamiento de la lucha de clases y agudizamiento de las contradicciones interburguesas. En este marco expuesto, la unidad política nacida de la lucha y con el sello del abajo que se mueve, pasan a ser las tareas inmediatas de todo este fenomenal movimiento.