En los hechos ocurridos el día 14, al ya agravamiento de la situación política no solo se le agregó el inicio de una situación de ingobernabilidad a la burguesía sino que con ello afloró a la superficie el mar de fondo existente de la resistencia de parte de la clase obrera y el pueblo a las políticas impulsadas por el gobierno.
Que en honor a la verdad este es el comienzo de una nueva etapa que terminó condensando en un hecho (el rechazo a la reforma previsional) toda la bronca y descontento acumulado, donde la burguesía monopólica en la intencionalidad de lograr el disciplinamiento se mostraba impune, con una arrogancia escudada en los recientes resultados electorales, que llevó a este gobierno a enceguecerse y terminó creyéndosela.
Lo cual no le permitió hacer una lectura correcta (amén de su avaricia natural) del real estado de ánimo y predisposición a la lucha por parte de los trabajadores y el pueblo por un lado, y por el otro se comió el aliento mediático (es decir su propio discurso) que se maneja desde el pensamiento único como en la época del proceso militar, pero en una situación diferente, olvidándose que la “grieta” tan funcional a sus propios intereses ideológicos, nada tiene que ver con el escenario real de la lucha de clases.
Y no puede haber error más grave, comparándolo con una situación militar, que mandar a atacar a sus tropas desconociendo el teatro de operaciones.
Lo más interesante es que siguen persistiendo la casi totalidad de la superestructura del sistema burgués (y así lo señalan casi todos los periódicos burgueses), que esta es una pulseada de aparatos, y que lo del jueves pasado fue una maniobra coordinada entre el Kirchnerismo y la izquierda parlamentaria o que el escenario fueron tan solo las pedradas en las vallas del congreso (cuando la movilización era multitudinaria) y el escándalo en el parlamento.
Nada más alejado de lo que fueron y son los hechos, la extraordinaria movilización jugó un papel determinante y muy lejos estaba de ser manejada o controlada por la oposición parlamentaria o los sindicatos, cuando sobre todo estos últimos hicieron lo posible para desmovilizar. Pero lo más profundo y contundente se plasmó en las asambleas en los sectores de trabajo en miles y miles de establecimientos y en la opinión pública en las calles, escuelas y hogares a lo largo y ancho del país. Ese es el teatro de operaciones que no ven o que torpemente subestiman.
Como afirmáramos en la nota del viernes, se les atravesó la ingobernabilidad que pone al desnudo más aun la gravedad del golpe político que recibieron la políticas de los monopolios, lo cual incluso explica la conducta de una ostentación de fuerza que hoy ya se reformulan (aunque eso no es garantía de su naturaleza represiva y cobarde).
No se cayó el gobierno pero quedó en sillas de ruedas, como alguno de sus funcionarios. Lo que indica que es el momento de ponerles frenos a sus ofensivas de avanzar con todo un paquete de medidas que golpean despiadadamente la ya maltratada vida que llevamos todos los argentinos.
Mañana lunes es un nuevo round para darles un estate quieto y que, sobre estos acontecimientos, quebremos la ofensiva de ellos con el disciplinamiento, con los despidos injustificados, con la intención de romper las organizaciones obreras en las fábricas, con modificarnos convenios a la baja y todo tipo de atropellos y ajustes que se plantean con el inequívoco objetivo de planchar la masa salarial.
Mañana lunes será una movilización eminentemente política, de aquellas grandes paradas que supo -en los momentos acertados de la historia- jugar nuestro extraordinario pueblo. Mañana es una de esas grandes jornadas.