La jornada de lucha en contra de un nuevo saqueo al pueblo, dejó un herido político cuya herida no tiene vuelta hacia atrás.
La disputa ocurrida en el día de ayer, lunes 18 de diciembre, no se limitó exclusivamente a la llamada “reforma a la ley de jubilaciones” como quieren hacernos creer.
Ayer se peleó clase contra clase: la burguesía monopolista y su gobierno (con sus podridas instituciones) en contra del pueblo trabajador.
La oligarquía financiera exige una mayor sangría para sostener sus niveles de ganancia y el gobierno, custodio y promotor de esos intereses, ejecuta un saqueo que reconocen en unos 78 mil millones de pesos que se transferirán hacia las grandes empresas, que no están dispuestas a bajar un solo centavo sus beneficios.
Esta decisión no sólo va en contra de los jubilados actuales y futuros, contra quienes reciben las asignaciones universales o contra los excombatientes de Malvinas entre otros, a quienes se perjudica en forma directa, sino que va contra todo el pueblo.
En forma consciente o intuitiva, ese punto está presente en las mentes de la población que, decidida, vivió una jornada de lucha que se extendió por más de doce horas, en la que puso no sólo sus convicciones sino también su corazón y sus generosas energías.
Los provocadores de los servicios de las fuerzas gubernamentales o los funcionales lúmpenes que actúan por fuera del sentimiento generalizado del pueblo movilizado, no pudieron tapar, a pesar de los ingentes esfuerzos por hacerlo, la masiva movilización y rechazo a la decisión política que consuma el saqueo.
La misma venía creciendo los días previos en los lugares de trabajo, en donde se realizaron asambleas, por sector, por turno; trabajadores en estado permanente de lucha, días de muchos debates políticos y definiciones de cómo enfrentarlos desde la unidad de clase. Esa irrupción de la clase obrera comenzó a tomar forma a pesar de las maniobras de los sindicatos traidores y en muchos casos, se reflejó en las calles y en las plazas, desbordando a las burocracias.
El triunfo político fue innegable por parte del pueblo que hizo perder toda legitimidad al gobierno nacional y a sus alcahuetes de la llamada “oposición” que dieron quórum facilitando el tratamiento y votación de la ley de latrocinio, la cual fue aprobada por menos cantidad de diputados que los que se requerían para dar quórum, evidenciando la complicidad de todo el aparato político.
El gobierno nacional, los gobiernos provinciales y los partidos políticos del sistema, así como las impresentables organizaciones gremiales de gordos y burócratas, dejaron varios girones políticos deshilachados en las vallas del Congreso.
El gobierno y las instituciones del sistema desgastados más aún, afrontarán una nueva fase en la larga lucha de clases que se lleva adelante entre la burguesía saqueadora y el proletariado y el pueblo.
Cada vez queda más claro cuál es el problema a enfrentar por parte de las mayorías laboriosas. Cada vez queda más claro que los intereses populares se enfrentan irreconciliablemente a los intereses de la oligarquía financiera que se apodera de toda la riqueza producida para sostener sus niveles de ganancia y, con ella, el sistema capitalista que reproduce la acumulación de capital a costa de nuestro nivel de vida.
En este contexto político es imprescindible avanzar en cada fábrica, en cada empresa, en cada barrio y escuela, organizando la lucha de clases contra ese enemigo debilitado políticamente pero determinado a seguir aplicando el saqueo al pueblo.
Como pueblo necesitamos una representación política de masas nacional, basada en la organización, nacida desde cada uno de esos lugares, que se enfrente con firmeza y una todas las fuerzas mayoritarias y laboriosas del país en contra los intereses de esa cúpula parasitaria.
A esta clase gobernante que cuenta con distintos partidos que se turnan para ejercer el gobierno, se la enfrenta en su gobernabilidad actual para desgastarla aún más hasta que caiga definitivamente.
Hacerlos retroceder es muy importante, ý que dejen girones políticos en cada paso que dan para sostener sus ganancias, también lo es.
Pero si queremos romper esta lógica cíclica y tener una vida digna, deberemos avanzar en una organización de masas con un proyecto de país basado en los beneficios de quien todo lo producimos: los trabajadores y el pueblo laborioso.