La clase dominante comienza a preocuparse seriamente sobre los cuestionamientos masivos a la “democracia” representativa. Las expresiones de nuestro pueblo fueron contundentes. Se sabía, se intuía que las batallas por las reformas eran en la calle. En la previa, durante semanas el estado deliberativo en los centros de trabajo se multiplicó notablemente.
Mientras tanto, la burguesía en el poder, y del otro lado de la barricada, preparaba sus trincheras con sendos operativos propagandísticos y represivos, haciendo un descomunal esfuerzo extorsivo a los “representantes del pueblo”, gobernadores, senadores y diputados.
El repudio a las instituciones del Estado burgués adquiría una dimensión cada vez mayor, lo que llamamos crisis política estructural. Sin embargo, el verdadero poder escondía detrás de la democracia burguesa y su carácter reaccionario, el delegar a los “representantes” los destinos de la vida de más de cuarenta millones de seres.
Todo el poder se abroquelaba en la “democracia representativa” y el parlamento corrompido (comprado con los recursos del pueblo trabajador), decidieron votar una ley repudiada por la inmensa mayoría del pueblo. Los “representantes” elegidos por el pueblo, una vez más (y van….) dieron la espalda a los intereses de las grandes mayorías populares.
Desde el día 14 de diciembre algo se comenzó a quebrar. en un nuevo peldaño de la lucha de clases, la movilización expresaba un nuevo contenido al del carácter democrático burgués de la “representación”.
El no a las leyes de las reformas se plebiscitó mucho antes del 14-D. Mientras la democracia burguesa y sus representantes negociaban a espaldas del pueblo sus próximos contubernios, infinidad de reuniones, asambleas, debates políticos en los centros de trabajo decidían tomar las calles en forma organizada para resistir una medida totalmente anti popular.
El grado de espontaneidad de todo el movimiento dejó de ser principal protagonista. Decenas de miles se movilizaron desde sus centros de trabajo bajo el sello de la democracia directa y la clase dominante sintió el golpe. Fue un momento histórico, la autoconvocatoria del pueblo se traducía esta vez en una insipiente organización democrática, que aún desordenada, irrumpía por la puerta grande de la lucha de clases.
Decenas de miles de manifestantes asistían por primera vez a un acontecimiento eminentemente político con cuestionamientos a “sus representantes”. No solo la podredumbre sindical estaba en vilo, la “democracia” burguesa, la de los grandes negociados, tenía que enfrentarse con lo nuevo de la democracia directa en un marco en donde la clase obrera industrial pisó fuerte en el antes, durante y el después de una batalla. La misma que da inicio a un proceso de radicalización de la lucha de clases.
Muchas veces hemos advertido que en el plano ideológico la burguesía nos llevaba una ventaja, bajo su mejor forma de dominación: el engaño. La democracia burguesa, representativa, fue la punta de lanza para sostenerse en esa dominación. Décadas de luchas, de gestas extraordinarias imposibilitaron al poder burgués -en todas sus formas- de gobernar a sus anchas. Hubo momentos que afianzó sus políticas contra el pueblo pero la historia de nuestro pueblo volvió una y otra vez, y supo golpear acertadamente. Pero lo cierto era que la democracia burguesa, a pesar de los hechos sucedidos, del desgaste producido, con banderas deshilachadas, simpre seguía una marcha sin serios cuestionamientos.
Pero el 14-D se expresó lo revolucionario, lo nuevo, lo acumulado en años y años de enfrentamientos clasistas. Los días posteriores se robustecieron en la misma dirección. La movilización del 18-D se desarrolló por más de doce horas y nuevamente en los centros de trabajo el debate político adquirió una dinámica inusitada.
No solo el gobierno y toda la clase dominante salieron malheridos de éstas circunstancias históricas, apareció como lo fundamental la necesidad de empezar a cambiar el rumbo de la historia desde el carácter de la democracia directa como antagónica a la propuesta de democracia representativa de dominación. Esta vez, la experiencia fue práctica y concreta, se amasó desde hacía mucho tiempo y la burguesía lo sufrió.
Se inició una etapa histórica en forma expresa, producto de décadas de probar fuerzas con un signo ampliamente espontáneo de nuestro pueblo, que supo hacer retroceder al poder. Pero el cambio cualitativo es que aquella espontaneidad comienza a dar paso a la organización, a la política de propuesta de un nuevo tipo de poder.
Lo que se viene es más tensión entre la burguesía monopolista y la clase obrera y el pueblo. Habrá avances y retrocesos, se ganará y se perderá, pero deberemos garantizar el movimiento ascendente en función del proceso revolucionario en la profundidad con que despleguemos la democracia directa en cada lugar del enfrentamiento: las fábricas, los parques industriales, los barrios, los hospitales, escuelas y universidades, en la gran diversidad de centros de trabajo, etc.
Hay que hacer consciente lo sucedido en éstas jornadas, de lo revolucionario del momento vivido y sobre éstas experiencias, profundizarlas. Las bases se han ampliado notablemente para masificar el proyecto revolucionario y la democracia directa ejercida en éstos días, será un fuerte envión para enfrentar el poder burgués.