El día martes pasado se reunieron en forma vergonzante Moyano, Barrionuevo Gerardo Martínez (anfitrión), Andrés Rodríguez (UPCN); los triunviros Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña; el jefe de la UTA, Roberto Fernández y el de La Fraternidad, Omar Maturano.
No importa el detalle de su conversación pero sí los resultados de la misma. Por lo pronto, hubo varios ausencias de fuste: Caló y Daer entre ellas. ¿Por qué decimos vergonzante? Porque la hicieron como ratas, sin anuncios y a oscuras. Hay una realidad que los aprieta.
Estos empresarios cegetistas están sufriendo en carne propia y en primera línea de fuego el peso de la movilización. Son años de desgaste, a la par que ya comienzan a expresarse una multitud de expresiones orgánicas de nuevo cuño, que dejan sin aire a las cúpulas traidoras. Se sientan en una mesa para tratar de “unir” al movimiento sindical por arriba e intentar frenar la marea de conflictos que se abrirán en el 2018. El gobierno supo extorsionar a los gobernadores, el gobierno sabe como extorsionar a ésta burocracia-empresarial.
Pero el problema no se resuelve por arriba, todos al unísono lo saben. El problema es cómo enfrentan ésta situación que pone de manifiesto la lucha de clases.
El gobierno se decidió por el apriete, no le quedaba otra y en breve tendremos una muestra de ello. A partir de enero se espera (entre otros) un aumento del transporte que podría culminar en un 100%. Esto es tirar de una cuerda deshilachada, el frente burgués está resquebrajado y hay que tener espaldas anchas para sostener una ofensiva antiobrera y antipopular. Y este gobierno no la tiene.
La burocracia no está bajo dos fuegos. La burocracia es parte del enemigo de clase y es parte de esa crisis política en la clase dominante. No solo las ausencias a la reunión del martes pasado fueron expresión de ello, sino que el temario de “unidad” se hizo trizas cuando se da por sepultado el triunvirato. Hacia adelante tenemos que ampliar la soledad en que están envueltos estos traidores. Nadie arriesga nada y allí está el problema para el frente burgués.
En el mientras tanto, la lucha de clases no se detiene. A modo de ejemplo:sostener ese aumento en el transporte colectivo implicara que todos los días la bronca se actualice; pagar ese aumento es refrescar la memoria dos veces al día (como mínimo) que así las cosas no van.
Lo nuevo de este proceso que parió el 14 de diciembre y se consolidó el 18: la presencia de la clase obrera industrial desde sus plantas de trabajo y en sus sectores, debatiendo las movidas del poder y participando activamente de cuatros días fundamentales de nuestra historia. Por otro lado, la puesta en marcha de carácter más masivo del rechazo expreso a la democracia representativa, burguesa, dando pie a la embrionaria aparición de la democracia directa. Esto es lucha de clases y es uno de los aspectos por lo que la reunión del cónclave empresario-burocrático falló.
Saben que el abajo se mueve, se organiza, se encuentran canales por todos lados para golpear y clavar nuevas estacas de organización, en donde comienza a pesar la democracia directa expresada en asambleas por abajo, con peso específico.
El frente burgués está dividido porque para gobernar un Estado monopolista se requiere de centralización política a ultranza. Por abajo, por el contrario, para no dejarlos gobernar se requiere de unidad política y de la más amplia, entendiendo por ella cuando la misma nace desde abajo, muy lejos de esa práctica “ancestral” de atar por arriba.
Hay mucho por caminar. Hay que fortalecer los hilos que tramaron las primeras prendas, hay que persistir una y otra vez sabiendo que hay una expresión realizada de todo ello, producto de una nueva predisposición de la clase obrera y el pueblo a encontrar una salida política a tal podredumbre en que nos ha colocado la clase dominante.
Es en ese sentido histórico que hay que sostenerse. Acumular las fuerzas hacia la lucha por el poder y es en ello en lo que hay que apostar, sin desmayos.
El ex presidente Duhalde lo advierte en cada entrevista. Un hombre sin arraigo popular pero con fuerte influencia política dentro del Estado monopolista. Sin tapujos y sin ruborizarse, expresa que la burguesía no tiene recambio político. Y que es necesario un bipartidismo, en donde el que triunfa en las elecciones gobierna y administra y el que pierde controla. Es decir, un “gobierno de todos”. Ya no dice: “el que pierde, apoya” porque está trabajando desde la oscuridad para una centralización política. Lo que este señor no alcanza a dimensionar es que cuando hay tanta disputa política de poder -como la fracasada reunión sindical del martes pasado- es porque el tironeo interburgués está sometido a la lucha de clases.
Y ello no se lo resuelve con frases hechas.