Las condiciones reales con las que comienza este año son agudísimas. Los capitales han logrado ganancias promedio de más del 70% en dólares, llegando en algunos casos hasta 250%, alcanzando el 54% los que menos ganaron. Con esto, las acciones de las empresas que operan en Argentina lograron el máximo galardón mundial destacándose como el mercado accionario de mayor rendimiento de todo el mundo.
Pone esto en evidencia que la idea repetida de crear condiciones para la llegada de capitales es una gran mentira. Los capitales están y se invierten donde más ganancias obtienen, en este caso, comprando acciones de empresas productivas. Claro que ello no ha significado en absoluto un mejoramiento en las condiciones de vida del pueblo como prometen el gobierno, los grandes empresarios y sus comunicadores, todo lo contrario, significaron la caída de los niveles de vida de las mayorías laboriosas, condiciones indispensables para la obtención de esos resultados tan ventajosos.
Mientras dice que la combate, la inflación es impulsada por el propio gobierno, a caballo del aumento de las tarifas, los combustibles, los peajes, los alimentos, el transporte, el dólar, etc., para facilitar los mecanismos de sostenimiento de los niveles de ganancia para los monopolios, y ésta se suma a la reforma de la ley previsional y de impuestos que apunta a la masividad de los mismos para caer sobre los flacos bolsillos de la población mayoritaria y “aliviar” de tal compromiso al capital más concentrado.
El presupuesto recientemente aprobado en el Congreso fue desconocido impunemente por los ministros del gobierno quienes anunciaron una inflación de 15%, superior en más de un 50% de lo aprobado por los legisladores, pero que, según los cálculos de los analistas de la burguesía se ubicaría en un piso mínimo de 18 a 19%.
El actual gobierno muestra una de las caras más repugnante de la burguesía monopolista. Su presidente, un señorito nacido en cuna de oro construida por el capital acumulado durante la peor dictadura sufrida en Argentina, contribuye en cada acto, ayudado por la gestión de la llamada oposición, a la profundización de la crisis política del poder burgués.
Y lo hace en medio de enormes movilizaciones que la generan, como las que se llevaron a cabo frente al Congreso contra la ley de “reforma” previsional, la ola de paros zonales y regionales por despidos, “accidentes” laborales, aumentos salariales, y otras reivindicaciones económicas, políticas y sociales, por justicia, etc.
La clase obrera aparece en escena, delibera, se moviliza y sale a la palestra comenzando a traccionar con su presencia a la fuerza popular, pero los límites impuestos por la democracia representativa de la república burguesa, la cual, ni siquiera es respetada por la propia clase dominante, constituye un estrecho marco a través del cual le será imposible abrirse camino para lograr la permanencia de sus conquistas.
Si a la burguesía monopolista no le sirve el marco de su propia falsa “democracia”, la cual vulnera, desconoce y viola permanentemente, a la clase obrera y al pueblo, menos aún. Las luchas deberán superar ese marco. La acción democrática de las masas basadas en las decisiones directas que configuran una nueva democracia popular y revolucionaria por su esencia superadora que lleva en sus entrañas los intereses más caros de quienes todo lo producimos, deberán ser el estandarte de la nueva calidad en el enfrentamiento de los intereses antagónicos que se dirimen en nuestra sociedad.
Cada lucha reivindicativa deberá llevar esa impronta política que supere los marcos impuestos por el gobierno de turno y el sistema en sí, pues de otra forma será muy difícil poder avanzar en mejores condiciones de vida y menos, aún, en el camino de la resolución definitiva de la explotación descarada a la que nos somete el capitalismo.
El cuestionamiento a cada uno de los fenómenos creados por las leyes de la ganancia del capital, deberá ir acompañado de la crítica y destrucción del pie sobre el cual se paran esos fenómenos cual es el propio sistema basado en la ganancia. Eso nos abre, como pueblo, un abanico enorme de unidad popular necesaria para hacer frente a este oprobio.
La lucha política nacional encarada desde cada fábrica, barrio o centro educativo, zona y región, basada en la democracia directa que ya viene practicando el movimiento de masas, por un país disfrutable por las mayorías laboriosas que deberán empeñarse en echar a la clase parasitaria que origina nuestras desdichas, tendrá que ser el norte levantado en cada movimiento por más pequeño que parezca.
Tejer en organización esa unidad popular bajo la dirección política del proletariado, es la única vía cierta que nos conducirá a deshacernos de esta opresión para construir un país a nuestra imagen y semejanza.