“De estos niveles de inflación crónicos se desciende a lo largo de mucho tiempo y con mucho esfuerzo”. Estas declaraciones del Señor Todesca, jefe del INDEC el viernes pasado, no hacen más que convalidar a la inflación como parte activa de la política del gran capital monopolista. Cuando desde “el mejor equipo económico de los ¡últimos 50 años!!!” se habla de recalibrar las metas inflacionarias se reafirma este mecanismo como política de Estado. Pues más allá de las disputas intestinas por la apropiación de las masas de capital que están en disputa en su seno ¿de dónde va a salir el dinero que sostenga sus condiciones de expropiadores del trabajo ajeno? La política inflacionaria es el último recurso, el mal menor, del que toma mano la burguesía como clase, cuando se ve imposibilitada, a causa de las luchas del pueblo, de bajar los salarios reales de los trabajadores, y en consecuencia es parte inseparable de todo el mecanismo de apropiación de la plusvalía extraída a los trabajadores, que se traduce en la reducción salarial y los ajustes que venimos sufriendo año tras año. Es indudablemente una política histórica de los monopolios y del Estado a su servicio. La inflación sólo cesará si primero logran achatar los salarios a los niveles que la burguesía pretande.
La implementación de las nefastas reformas previsionales, tributarias y fiscales apuntalan la apropiación inconstitucional de los recursos aportados por los trabajadores, la profundización del saqueo impositivo de los bolsillos con más impuestos al salario, la liberación de cargas tributarias y el sostenimiento de los subsidios a los grandes monopolios, que más allá del monetarismo y la especulación financiera, dependen de la apropiación de la masa de plusvalía del trabajo asalariado de la clase obrera para realizar sus negocios. Todo ello se sostiene con más ajustes y reducción salarial expresada en una política inflacionaria, que tracciona en el marco de las agudas pujas que dirimen en las alturas, como el mecanismo de salvataje para apropiarse de más recursos.
No es verdad que el gobierno actual favorece la especulación en detrimento de la producción. El capital monopolista depende de la apropiación de la plusvalía, del trabajo no remunerado a la clase obrera, sus políticas y mecanismos financieros, las movidas especulativas, y monetaristas solo encubren el hecho de querer hacer más eficiente la apropiación de las ganancias de unos a otros monopolios, pero siempre esas ganancias son producto de la explotación del trabajo ajeno. En última instancia dependen del grado de explotación. En materia laboral, el gobierno monopolista de Macri, está más que afirmado en profundizar la explotación y la productividad. Sostener la falsa dicotomía entre capital especulativo e industrial es simplemente hacerle el juego al sistema de explotacion capitalista. Es un gran contrabando ideológico amparado en la defensa de la democracia burguesa, que a estas alturas muestra que es sinónimo de dictadura del capital.
No hace falta marcar con cifras los niveles inflacionarios existentes, son ya superlativos y lo serán más aun desde los tarifazos venideros. Pero todos sabemos en nuestra realidad que un tope de 15% tiene un sentido político de determinar los aumentos de las luchas salariales venideras en paritarias.
Las frases sobre el combate a la inflación que se han dicho en gobiernos anteriores y las que se dicen en el actual, son por cierto del todo falaces pues es claro que la política inflacionaria lejos de ser combatida es utilizada como u recurso para garantizar “El esfuerzo” al que hace referencia la cita de Todesca, siempre es a expensas de los trabajadores y el pueblo. Por ello para la burguesía monopolista siempre es funcional decir –a modo de justificación- que “va a tardar mucho tiempo” en ser combatida, porque no puede decir. “¡¡Ésta es nuestra política para reducir más sus salarios! ¡¡Para que ganemos más a costa de vuestro esfuerzo!! Nosotros representamos esta democracia.”
La burguesía monopolista se rasga las vestiduras tratando de no mostrar su impotencia frente a la indomable inflación pero en secreto le rinde culto, como a un fetiche el que mágicamente garantiza sus políticas y por añadidura sus ganancias. Sin embargo, su decrepitud y decadencia es tan profunda que sobresalen en todo el conjunto de su acción la improvisación, la incoherencia, su falta de planificación, la exacerbación de su carácter mafioso, aventurero y rapíñero, es decir las cualidades que muestran el régimen político que sostiene: la democracia burguesa.
Este régimen económico y político se corresponden mutuamente. No hay democracia en el régimen político de dominación monopolista, porque su carácter económico se sostiene en la explotación del trabajo ajeno.