Ahora resulta que el gobierno, después de haber acusado el golpe del 14 y 18 de diciembre, de pasar a intentar meter la reforma laboral en sesiones extraordinarias en febrero, las pasó a ordinarias. Y luego que los empresarios sindicalistas de la CGT afirmaron que no iban a apoyar la reforma, ahora el gobierno propone “discutirla” y luego aprobarla por tramos, cuestión que los mismísimos gordos aplauden.
Todo esto en un contexto donde no sólo con la ley previsional perdió políticamente el gobierno, sino también la CGT; y con un poder legislativo opositor que quedó colocado en una posición vergonzante, que no le da mucho margen para votarle al ejecutivo lo que pida sin pagar el mismo costo que el gobierno. A esto debemos agregarle el pronunciamiento a fin de año de que el piso inflacionario previsto por el gobierno para el 2018 no será del 9% sino del 15%, obligados tras cartón a una pequeña baja de la tasa del interés y un aumento del dólar que, entre otras cosas, viene acompañado de un nuevo aumento de los combustibles y tarifas. Más inflación que no para y más ajustes. En tal contexto deben enfrentar las discusiones paritarias en marzo y, para abrir el paraguas, el gobierno intenta reemplazar las paritaria nacional docente con un esquema que pretende aumentar el salario mínimo docente de manera automática (así lo saco por DNU). Tal planteo es, en el fondo, ilegal y, de hecho, quedan afuera los docentes de la discusión paritaria.
Dadas así las cosas, marzo arranca con un primer round del gobierno con los docentes que lejos está de ser una discusión económica. Y aquí es en donde las miradas de la lucha que se avecina ponen en blanco sobre negro a una burocracia progresista que va a hacer todo lo posible de pulsear como aparato y, dado el rumbo de la lucha de clases, cuidar su espalda y negociar en el terreno económico asentado en una serie de paros y movilizaciones “institucionales”. Es decir, poniendo constantemente en la balanza las especulaciones electorales.
Por otro lado, la conducta de amplios sectores de base que ya vienen ensayando un concepto de democracia directa, donde hacen eje –como corresponde- en el protagonismo asambleario y de movilización de toda la comunidad educativa (entiéndase padres, docentes y alumnos); es decir, la auténtica fuerza motriz que desde abajo condiciona a esta “nueva” burocracia progresista.
Y aquí es donde queremos detenernos.
Tal ejercicio hoy tiene una posibilidad histórica de lograr que miles de escuelas y centros de estudio se impongan y sean los auténticos interlocutores de esta lucha. Lucha que, en primer lugar, tiene que quedar en claro que es eminentemente política en toda su magnitud. Es decir, desde el ejercicio de la metodología antiburocrática que son las asambleas de la comunidad educativa, que debate, resuelve, decide y actúa colectivamente.
Es eminentemente política porque le disputa los derechos políticos al plantarse poder contra poder para que ellos no puedan gobernar contra los intereses de los trabajadores; es eminentemente política porque al planteárselo como comunidad educativa, escuela por escuela, lleva implícita la unidad de los trabajadores con el pueblo, llegando incluso a ser las asambleas y la movilización genuinos enclaves de poder popular que cuestionan las políticas de los monopolios que implementan y que pretenden llevar a cabo; es eminentemente política porque por su masividad, animando a otros sectores que están luchando o se aprestan a la lucha, porque se pueden hacer miles de movilizaciones simultáneas desde cada escuela o centro de estudio, porque no hay fuerza antidisturbios capaz de enfrentar miles de movilizaciones, cortes, tomas, o lo que las mayorías decidan.
Hay que preparar la huelga. Esto, como todos sabemos, si va en serio, una huelga es cosa seria. Va de menos a más. Es de largo aliento, pero si tiene el sello distintivo de las amplias asambleas por fuera de la “rosca” y el “manijeo”, es decir desde la trasparencia de la democracia directa, hará que el movimiento de masas se sienta el actor principal y, lejos de desgastarse, se irá fortaleciendo en el transcurrir del conflicto.
No hay que pensar cuántas escuelas somos. Por el contrario, hay que partir de que si lo llevamos a cabo desde nuestras escuelas están dadas todas las condiciones para que confluyan varios centros de estudios que terminen constituyéndose en la dirección política del conflicto. El enemigo se considera en ventaja por su poder mediático y la pusilanimidad de los gremios, y porque una huelga docente no los afecta de lleno en su economía y sus negocios. Y ahí es donde se van a equivocar pues cada día aparece con mas nitidez el rostro autoritario al sacar derechos adquirido mediante decretos. Tal autoritarismo, obviamente, expresa la real naturaleza de la burguesía pero que en su debilidad cada paso que da o medida que toma se le cae mas rápido la máscara de la metodología de la democracia burguesa, que es el engaño. Es decir, más aprieta la lucha del pueblo, más fácil se derrumban sus mentiras.
De hecho, parte de su nerviosismo quedó al desnudo apresurándose a sacar un decreto que los deja como el avestruz: escondieron la cabeza (simulando fortaleza) y dejaron el culo al aire (demostrando su temor). El estado de crisis del gobierno hace fuerte el conflicto docente, si éste se para desde el protagonismo de la comunidad educativa en su conjunto.
Para todo esto es imprescindible asumir una actitud revolucionaria que no tiene secretos: escuchar y confiar en las masas. Nuestras tareas son coordinar, organizar y ser celosos de que las asambleas deciden sin perder la convicción de nuestros planteos como revolucionarios. Esa es, a nuestro entender, la lucha contra este gobierno en el conflicto docente que se avecina y la lucha antiburocrática que hay que plantear.