La lucha en el INTI ha superado todo límite convencional que pueda considerarse para movimientos similares relacionados con la incorporación de despedidos y la oposición a la entrega de una institución estatal a manos de los monopolios.
En el transcurso del conflicto los trabajadores fueron afirmándose en la convicción de que el despido de sus 258 compañeros no tenía nada que ver con reducción de gastos o eliminación de mano de obra ociosa, según el discurso del gobierno y del impresentable barrabrava directivo del mismo, el CEO tribunero con cinto en mano, sino con el objetivo de la transferencia a los monopolios, en forma directa, sin la molesta intermediación actual y barreras aún existentes, del control de calidad de varias mercancías de producción variada, por un lado, y a la implementación de un nuevo reducto de investigación y desarrollo en exclusivas manos de una empresa transnacional que quiere aprovechar fuerza de trabajo barata y capital reunido por el Estado argentino para negocios y beneficios monopolistas mundiales.
Allí se juega, además, la metodología impuesta por fuerza de la movilización y la experiencia que, desde hace años, viene practicando en sus luchas el movimiento de masas en nuestro país: la democracia directa en contraposición a la “democracia representativa” característica del régimen burgués.
La combinación de motivos hace que la lucha, desde su inicio, sea eminentemente política, carácter éste que van adquiriendo la mayoría de los enfrentamientos sociales, en la fase del capitalismo monopolista de Estado que vive nuestro país.
La reincorporación de los 258 trabajadores, el proyecto de “reconversión”, y la firme conducta de democracia directa llevada a cabo por la totalidad de los trabajadores no sólo pega en los planes políticos de los monopolios sino que, además, agrega varios escalones al ascenso de las masas en el camino a su liberación del régimen capitalista.
La conciencia de los pueblos se forja en la interacción de la práctica social con la teoría revolucionaria. Y, en esa interacción, la base, el fundamento sobre el que se apoyan esas ideas capaces de sintetizar en conclusiones que muestren que esto es una lucha de clases que hay que llevar hasta su fin y mostrar el rumbo hacia la liberación, es la práctica social.
Cuando las masas protagonizan actuando, deliberando y decidiendo los cursos a seguir sin intermediarios que actúen, deliberen y decidan por ellas y a sus espaldas, se quiebra el centro del poder burgués, sustentado en el sometimiento piramidal de la voluntad de unos pocos sobre las aspiraciones y necesidades de las mayorías.
Las asambleas por sector y las asambleas generales le marcan la cancha a la directiva del INTI y rompen de lleno con la instalada “democracia representativa”, significan no sólo una nueva calidad en la experiencia del pueblo argentino de la cual ya no se vuelve, sino además el germen de la forma estatal que asumirá la nueva sociedad socialista hacia la cual nos dirigiremos.
En ese proceso, el protagonismo de las ideas y organización revolucionaria son inseparables de la conducta asumida por el movimiento de masas. Es gracias a esa conducta y participación activa de las masas que se ha sostenido un nivel de unidad muy grande ante todas las iniciativas del gobierno nacional para dividir y quebrar a los trabajadores. Pero las metodologías revolucionarias, crean una identidad sólida y abren de par en par el camino de la organización independiente de la tutela burguesa.
Experiencias como ésta multiplican la responsabilidad de los revolucionarios, pues el destino del movimiento de masas de nuestro país, y la dirección sostenida hacia la liberación del oprobio del poder del capital monopolista, dependen de la fusión y desarrollo de la práctica y avance en la conducta de la democracia directa en las luchas de obreros y pueblo en general con las ideas y organización revolucionarias actuando en su seno.