La crisis política de la burguesía no esconde nada. En el acto de ayer se dio por iniciada la campaña electoral del 2019, muy lejos de una “resistencia” a los planes de la oligarquía financiera. La puja interburguesa cobra vigor y exaspera a propios y extraños.
Cuando el río suena y los personajes del pasado inmediato cambian sus ropajes y pasan a engrosar las filas de los “combativos” es porque hay algo muy profundo que está pasando en los explotados y oprimidos. Hay algo que no cuadra y la burguesía presiente que hay que resguardar el sistema, intuyen que las cosas van de mal en peor.
Es cierto también que las masas también vieron la oportunidad de expresar la bronca. Más allá de los aparatos, muchos trabajadores se movilizaron masivamente con el afán de golpear al gobierno, independientemente de quién convocó.
Y ahí aparecen expresiones como las de Moyano, de dar la “vida” por la clase, porque lo que quieren es encorsetar el abajo que se mueve. Si es necesario, se rasgarán las vestiduras discursivas en llamados democráticos; intentarán por todos los medios quebrar los nuevos embriones de resistencia que prometen abrirse camino desde la movilización permanente, como ha sucedido en importantes luchas nacionales.
La burguesía monopolista -que lo disputa todo- comienza a coquetear con un nuevo pero vetusto populismo. A la vez, han asimilado en poco tiempo que la rueda de la historia está yendo por nuevos caminos y horizontes.
La vida cotidiana de nuestro pueblo va advirtiendo que las batallas se ganan una a una, en cada trinchera. Así las cosas y por varios años, se han elevado los planos políticos del enfrentamiento. Nuestra clase obrera y nuestro pueblo comienzan a identificar al enemigo de clase y desde la misma y primitiva intuición, producto de una historia pasada y reciente y como resultante, los contenedores de la movilización, de la verdadera resistencia, volverán una y otra vez al engaño, a la mentira a la patraña electoralista, dibujada de combatividad.
El proletariado, sus destacamentos avanzados deben sostenerse en la independencia política y desde allí disputar todos los terrenos habidos y por haber. Se intentará aislar la política revolucionaria del explotado y oprimido, pero los revolucionarios contamos con la experiencia ya adquirida de nuestro pueblo del asco a las instituciones.
Los discursos de ayer fueron el reconocimiento que algo hay que hacer para salvar la democracia representativa. Ese es el fondo de la cuestión y la burguesía pelea por administrar el Estado que bajo el régimen democrático burgués le rindió suculentos negocios.
Están jugando con fuego, lo saben y nos le queda otra. Hoy mismo la gran mayoría de indignados subirá la apuesta por la lucha, intuyen que por arriba la grieta es algo más que Macri-Kirchner, es una muestra política de “pobreza franciscana” y el envalentonamiento que producen sus discursos democráticos burgueses se vuelven como bumerán contra sus propias trincheras.
Ayer se apuntó a formar una unidad política contra el gobierno dentro de los marcos democráticos burgueses, una “unidad” política que tiene un carácter de clase bien definido y en el que se cuelan oportunistas de todo color.
La unidad de la clase obrera y el pueblo está viniendo por otro lado y viene de años, de persistencia, de paciencia, de consecuencia. Esa es una unidad muy amplia, con un contenido de clase antagónico a lo que se quiere proponer en los marcos de un Capitalismo Monopolista dominante de décadas. Es imprescindible sostenerse con esa independencia, explicar, concientizar, organizar las fuerzas que de hecho están elevando las contradicciones interburguesas a puntos muy altos.
La práctica de hecho y del mil formas de la democracia directa es una alternativa que está pesando en la lucha de las clases antagónicas.
Toda expresión por arriba, toda manifestación discursiva como las de ayer, está reflejando la nitidez de la lucha de clases. No importa si aún hay confusión por abajo, pero sí importa hacia dónde va la tendencia de todo el movimiento de masas, y es allí en donde los revolucionarios depositamos toda la confianza.
No aparecerán aún alternativas claras, todo está en disputa pero el norte de la independencia política debe sostenerse a capa y espada.
A los oportunistas que se preocupan por no aislarse les decimos que por el contrario, las políticas revolucionarias -aunque embrionarias y mal que les pese- comenzaron a pisar en un terreno que exija de más y más compromiso en el abajo.
Los revolucionarios nos encargaremos de elevar esa conciencia política revolucionaria a lo que explotados y oprimidos ya hacen por cuenta propia y masiva.