Expresiones como monopolio, transnacionalización, lucha de clases, lucha por el poder (y otras) siempre han sido bastardeadas por la clase dominante como parte de su ofensiva ideológica permanente. Hasta podría decirse que durante un largo período, en el propio campo de la lucha política popular, se instaló hasta cierto “temor” de utilizarlas porque las mismas estaban asociadas a lo perimido, a lo viejo… que no sería otra cosa que la defunción de la ideología de la clase obrera.
Mal que le pese a la burguesía, las cosas se llaman como se llaman y el devenir de la lucha de las masas proletarias y populares en nuestro país ha ido rompiendo ese oscurantismo que nos impusieron. Hoy, definiciones como las que enumeramos han ganado un terreno impensado, porque la indignidad a la que nos empuja el capitalismo no puede vestirse de seda. Aunque lo sigan intentando desde todo tipo de oportunismo, como lo expresó el palco del 21F.
La lucha de clases, en una sociedad de clases, existió, existe y existirá.
Y desnuda la incapacidad política de la clase dominante por concentrar y convencer desde la decisión política con la anuencia de todos sus secuaces. Esto es lo que ha llevado a la burguesía monopolista a una crisis política estructural, acompañada de una crisis también en lo económico.
Es como si fuese una cáscara que ya no puede contener lo que hay dentro y trataran de pegarla como sea para contener lo que ya no se puede contener. Y la cáscara se resquebraja, expresándose de infinitas maneras, porque aparecen en escena fenómenos de masas que tienen a los trabajadores como protagonistas tomando decisiones de SU lucha, y es ahí en donde se corren todos los velos.
No se trata de “si se ve o no se ve”, se trata que haya una movilización, una protesta desde este lado de la barricada, en contra del otro campo, que es el que ostenta el poder. Ahí es cuando no le damos respiro y se eleva un peldaño la calidad del enfrentamiento político.
Para deshacernos de ese cascarón de un sistema inhumano e injustificable para los pueblos, como lo es el capitalismo, se necesita una fuerza que exprese de alguna manera esa voluntad unitaria de cambiar las cosas, que ya no se soporta más de lo mismo.
Es cierto que aún no se expresa con fuerza una clara alternativa política de la clase obrera y el pueblo, pero sería un error tomar esto de forma absoluta, porque sí es determinante lo que aparece como nuevo en la movilización, en el reclamo político, desde la masividad y la unidad. Comienza a dar a luz lo que se venía expresando de forma aislada.
Así como ya no se pueden esconder las palabras, tampoco pueden tapar miles de organizaciones creadas por las masas en plena movilización, para saltar la valla impuesta por el sistema: hay una salida y no es “más capitalismo”. Por eso es tan importante que la política y la organización revolucionaria emerjan con la fuerza necesaria que la lucha de clases requiere en esta etapa.
Lo hemos dicho mil veces pero vale la pena repetirlo: no es un momento más de la historia. Algo profundo se está gestando en las entrañas de la sociedad. Cada vez más, los de arriba no pueden gobernar y dominar como quisieran, y cada vez más los explotados y oprimidos se lanzan a la búsqueda de nuevas conquistas políticas.
Las fuerzas de clase antagónicas transitan esos caminos, y lo que tenemos que hacer los revolucionarios es dirigir el torrente de lo nuevo que la sociedad está manifestando hacia el camino de la revolución social. Rompamos todas las ataduras para liberar las fuerzas de la sociedad humana.