Un conflicto, como el del INTI, que se mantiene durante más de un mes con una participación masiva no sólo de sus directos interesados sino también de gente del pueblo que lo abraza y abriga. Un conflicto que mantiene una férrea unidad y claridad en sus objetivos con una consecuente independencia del poder gubernamental y de negocios contra el pueblo. Un conflicto que se abre camino con iniciativas emanadas de una firme conducta en el ejercicio de la democracia directa. Un conflicto que, en suma, pega en el centro político y se erige como bandera contra las decisiones gubernamentales y de Estado al servicio de los monopolios, es un conflicto con un claro norte revolucionario.
Y ese norte revolucionario, radica en que se convierte en un polo de poder popular en el que los trabajadores constituyen su eje y expresan con fuerza centrípeta, es decir de atracción, a todo el conjunto de trabajadores y sectores populares que se sienten indentificados con el mismo.
No porque tengan iguales intereses en sus reivindicaciones específicas tales como la reincorporación de los 258 trabajadores despedidos y el sostenimiento y defensa del INTI contra la entrega descarada a los monopolios transnacionalizados, sino porque, al ser esencialmente político, abarca desde su sector, su parte, a la realidad compleja de todo el país y refleja, como un espejo, distintos aspectos que vive el pueblo a lo largo y ancho de todo el territorio.
Es tal su fuerza de atracción, que hasta la propia burguesía y el oportunismo más rancio, no quieren aparecer ajenos al mismo. Porque en él, se juegan intereses que sobrepasan al propio INTI, y eso se huele (si cabe el término) en todo el ambiente nacional.
Este conflicto enseña que el camino revolucionario se transita por esa senda: desde lo político y con la participación protagónica de las masas trabajadoras y populares decidiendo cada paso y cada acción, desde su independencia política y uniendo férreamente todas las voluntades en el respeto absoluto a las decisiones de la mayoría. Todo lo demás es secundario y está subordinado a ese punto.
La relación natural entre la parte y el todo, hablamos del poder popular que tiene una presencia potencial en todo el país pero que debe encontrar una expresión concreta y efectiva en un lugar determinado para poder transformarse de posibilidad en realidad, y así involucrar al todo país y convertirse en el eje de la confrontación de clases.
Hablamos de lo general y lo particular en donde una medida específica de una política estatal más amplia se aplicó sobre esa institución y chocó abruptamente contra la voluntad de un sector de trabajadores que en un momento determinado de la lucha de clases, plantó bandera y se constituyó en punta de lanza de la generalidad de todos los trabajadores y sectores populares argentinos.
El país está lleno de conflictos que duran más o menos tiempo. Todos contribuyen en cantidad y calidad a la contienda contra los intereses monopolistas regenteados por los dueños del capital y por el Estado a su servicio, pero es claro que hay elementos (los que mencionamos al principio de esta nota), que hacen de este conflicto un protagonista especial en el movimiento político de las fuerzas en pugna.
En su debilidad el gobierno ensaya con torpeza la apertura de puertas falsas para huir de allí. La discusión sobre la legalización del aborto es una de ellas, independientemente que la resolución de este grave problema es un reclamo extendido de importantes sectores que así lo vienen expresando en su lucha.
El gobierno se equivoca y se encierra más en la trampa ya que, de pretendida cortina de humo, el tema resuena con fuerza y mellará más aún su deshilachada gobernabilidad, ya que la despenalización del aborto es un punto muy sensible y constituye una reivindicación harto elocuente de grandes sectores populares, lo cual abrirá otro frente más de conflicto en medio de la denodada lucha política que actualmente enfrenta el poder dominante.
Negros nubarrones se ciernen sobre el cielo del gobierno y el Estado monopolista, múltiples discusiones e incomodidades que aparecen en la propia burguesía que manifiesta desacuerdos y críticas al gobierno que hasta hace escasos cuatro meses aparecía como incuestionable gerenciador del país y con posibilidades de repetir mandato.
En el otro plato de la balanza, se abren anchos caminos en los que pueden transitar las aspiraciones de trabajadores y pueblo en general. Para ello hay que mantener firme el rumbo político de enfrentamiento al gobierno y al poder de los monopolios con la metodología de la democracia directa y la férrea unidad popular en la acción.