Como lo venimos planteando, el 14 y 18 de diciembre significaron para la clase obrera y el pueblo, un punto de inflexión. En esos días, la clase trabajadora protagonizaba, después de muchos años, jornadas donde se vio expresada la rabia y la unidad en la acción, en la lucha, como así también la acumulación y construcción de años.
Trabajadores de distintos sectores y movimientos de base, movilizándose contra la reforma previsional durante varias horas, con enfrentamientos a la represión -aprobación de la ley de por medio-, para luego dar lugar a los cacerolazos y asambleas en distintos barrios, localidades y regiones de nuestro país.
Independientemente de la aprobación de dicha reforma (que dicho y sea de paso perjudica a la más amplias mayorías), el saldo de esas jornadas resultó muy positivo para nuestra clase.
Esta afirmación se ve avalada luego con los conflictos que se desataron a comienzo de este año, con los trabajadores del INTI, FANAZUL, TABACAL, MINERA RIO TURBIO, por nombrar algunos que, por el nivel de combatividad y enfrentamiento, la práctica asamblearia, el ejercicio de la democracia directa, y el nivel de solidaridad y masividad que despiertan, se transformaron y transforman -porque continúan dichos conflictos- en luchas nacionales. Luchas que debilitan cada vez más al gobierno y que a la vez se colocan como mojones, donde toda la clase observa, debate y sigue de cerca dichos conflictos.
Habíamos dicho que la solidaridad en los tiempos que corren juega un papel fundamental. Estamos hablando de solidaridad de clase, de protagonismo y acción (no solo de apoyo moral), de juntar fondos de huelga desde otras empresas, volantear para difundir y continuar abriendo dichos conflictos, de participar activamente en las iniciativas que emanan de las asambleas, etc.
Estas acciones demuestran que la unidad no es un acto declamatorio, sino una necesidad real de la clase, frente a la explotación y la opresión, frente a las políticas de vaciamiento y despidos, frente al achatamiento de los salarios y ajustes.
Hoy y desde estas necesidades y experiencias planteadas, lo que se está desarrollando son encuentros entre trabajadores de base de distintas fábricas y empresas, que se conocen en la lucha, donde compartir y reflexionar sobre los distintos conflictos, elevan el debate del hacia dónde vamos y el hacia dónde queremos ir.
Estas nuevas experiencias -nuevas por su calidad- que se están desarrollando, son las que se deben multiplicar por decenas, por miles. Porque es ahí donde se va madurando el reconocimiento como clase transformadora, como así también, la necesidad de un movimiento nacional de carácter revolucionario que se vaya tejiendo desde las mismas experiencias de lucha, desde las bases.
Estos son los saltos tras saltos, que los trabajadores estamos dando en calidad, en la conciencia y en la madurez política tan necesaria para la revolución que necesitamos.