Azucareros, trabajadores del INTI, mineros de Río Turbio, docentes de 15 distritos, obreros de fabricaciones militares de Azul, obreros de fábrica de aviones de Córdoba, aceiteros, obreros metalúrgicos de Vasalli, y decenas de conflictos laborales y sociales de todo tipo que surgen como hongos a lo largo y ancho del país, como por ejemplo la gran movilización sobre los derechos de las mujeres que se prepara para el próximo 8 de marzo, muestran un sesgo común en la política del gobierno nacional y en la actitud de las masas populares.
Todos los conflictos muestran la disminución de las condiciones de trabajo que incluyen achatamiento de salarios, intensificación de la productividad, despidos para producir igual o más con menos mano de obra, etc. y freno o lisa y llana prohibición a derechos sociales y políticos para las mayorías populares.
Todo, sostenido desde la mentira oficial de una “democracia” burguesa formal y caduca, y una supuesta crisis que obliga a la reducción de costos para poder sostener lo que ellos llaman “fuentes de trabajo”, cuando en realidad de lo que se trata es de sostener e incrementar sus ganancias, en medio del crecimiento de la economía que invita a proyectar mejores y más amplios negocios para los dueños del capital monopolista, en el marco de una dictadura de clase cada vez más estricta.
Enfrentar esta situación obliga a pensar en términos políticos, ya que lo que hace el gobierno es llevar adelante una política de Estado que supera a la administración circunstancial del presidente Macri o de cualquier otro presidente.
La burguesía monopolista tiene un camino, cada vez más estrecho, del cual no puede salirse. Su conducta responde a las imposiciones económicas del sostenimiento de la ganancia y la continuidad del sistema que le permita seguir acumulando y centralizando capital, para lo cual necesita superexplotar al proletariado y al pueblo. Sus propias leyes y decretos son vulnerados impunemente por ellos mismos mientras pretenden que el pueblo los respete.
Las luchas de trabajadores y pueblo en general, hacen que las fórmulas que ensayan para el sostenimiento del sistema y sus porcentajes de ganancia, sean discutidas entre los distintos sectores privilegiados, se enfrenten entre ellos, duden y se equivoquen, haciendo recrudecer su perenne competencia para dirimir quién se queda con el pedazo más grande de la torta. Pero no tienen perspectivas políticas que impliquen proyectos a largo plazo. Por el contrario, carecen de horizontes y responden en el día a día.
En el otro extremo de la confrontación, nos encontramos los trabajadores y sectores populares oprimidos que venimos plantándonos con decisión al avasallamiento que intenta el poder dominante.
Pero contrariamente a las motivaciones que mueven a la burguesía monopolista, nuestro camino no es el de la lucha en los marcos económicos sino la del ancho panorama que nos abre la política. Una política de clase que nada tiene que ver con la política por obtener cargos y privilegios en el Estado con sus diversas instituciones.
Tampoco se trata de una política que enfrente al gobierno solamente, ya que pensar que cambiando el gobierno se va a modificar la esencial política de Estado es equivocarse de cabo a rabo. Por el contrario, se trata de enfrentar al Estado no dejando gobernar a la administración gubernamental de turno. Por eso la política de la que hablamos supera cualquier bandería o sello partidario cuya propuesta sea ganar bancas, intendencias, gobernaciones o presidencia.
La política que planteamos es la que abre un ancho horizonte de transformación y une a todas las luchas en una sola. Una política que levante la bandera de la unidad de todos los trabajadores y pueblo oprimido contra el poder del Estado que sostiene el capital que destruye nuestras vidas y las de generaciones futuras y que ataca y enfrenta al gobierno de turno que se interpone adelante velando al verdadero instrumento de dominación que tenemos que derribar.
Allí radica el problema que tenemos que enfrentar como pueblo. El estrecho marco de la lucha económica exclusiva no nos deja ver el amplio panorama que la lucha política nos muestra y, además, no nos permite ver la unidad de intereses con los demás sectores populares que están peleando como nosotros por un mismo objetivo, cual es vivir dignamente. El párrafo de inicio, de esta nota, nos muestra que diversos sectores con aparentes objetivos dispares, luchamos por un objetivo común frente a una política de Estado.
Por eso es deber irrenunciable de los revolucionarios plantarse con solidez en cada fábrica, empresa, barrio o centro de estudios, llevando con firmeza la bandera de la lucha política desde lo local, organizando la unidad y las fuerzas de masas capaces de imponerle al capital monopolista los límites a su voracidad, con el objetivo de ir mellando su capacidad de sostener el sistema de explotación hasta su definitivo hundimiento.