El presidente Macri expresó en Expoagro a los sectores agropecuarios “ustedes respondieron”. Además, anunció una serie de medidas presentadas como eliminación de trabas burocráticas y que en realidad son medidas que liberalizan aun más los controles sobre la producción y la exportación de granos y sus derivados.
Sin embargo, a pesar de las cosechas record alcanzadas en 2016 y 2017 la liquidación de divisas por exportaciones agroindustriales no crecieron sino que, por el contrario, han bajado. El año pasado, según datos de la Cámara de la Industria Aceitera Argentina (CIARA), se liquidaron un 10,5% menos que en 2016 lo que equivale a 2.511 millones de dólares que no ingresaron al fisco. Así y todo el gobierno nacional sigue premiando a los grandes monopolios exportadores (las llamadas cinco grandes: Cargill, Cofco –ex Nidera-, Bunge, Dreyfus y Aceitera General Deheza) que son los que centralizan el comercio internacional de granos, harinas y aceites alcanzando entre las cinco casi el 60% del total de la producción.
Los grandes medios reeditan la antigua y caduca discusión “campo vs. industria” ya que en la reunión con la UIA del lunes no hubo anuncio ninguno para el sector y ayer sí los hubo para el agro. Pero este antagonismo es absolutamente falso. Sin ir más lejos, el presidente de la UIA es Miguel Acevedo, que a la vez es el titular de Aceitera General Deheza, una de las cinco grandes exportadoras citadas más arriba. No puede hacerse una división tajante entre dichos sectores; los monopolios agroindustriales se dedican a la producción agropecuaria y elaboración industrial, al mismo tiempo que también se dedican a los negocios financieros. Son estas mismas empresas las que manejan todo el proceso productivo concentrando ya no la tenencia de la tierra sino lo que se produce en la misma y la elaboración posterior de esa producción, la comercialización y la liquidación o no de las divisas obtenidas.
El altísimo grado de concentración y centralización de capitales es un proceso que no para; por el contrario, se está desarrollando en esta etapa del capitalismo argentino un nuevo ciclo del mismo. Y ese es el trasfondo de la “disputa” con la industria. Las quejas de la UIA fueron motorizadas por Arcor, monopolio de la alimentación que exporta a más de 120 países y tienen 47 plantas de producción en América Latina, pero que puso el grito en el cielo cuando vio afectadas sus ventas en el mercado interno tanto por la baja de las mismas como por la importación de productos que compiten con los propios. Al mismo tiempo la UIA expresa a sectores productivos medianos y pequeños que están interrelacionados con los grandes monopolios, pero que son los afectados principales por la nueva fase de concentración y centralización y que advierten que el gobierno nacional implementa el mandato del gran capital monopolista de orientar ese proceso en beneficio de los mismos.
En esta lucha intermonopolista los monopolios pelean entre sí echando mano a los resortes estatales a su alcance para derrotar al de enfrente. En el medio de esa lucha las facciones del gran capital concentrado avanzan y retroceden, mientras que los más chicos terminan fagocitados dentro de esa vorágine de concentración.
Estas divisiones en el seno de la burguesía monopolista se dan producto de la voracidad del capital en su fase imperialista, y en ella se desarrollan luego las disputas políticas que se expresan entre los de arriba.
Lo que está claro que para los de abajo, se imponga la facción que se imponga, nos sigue quedando procurar la construcción de nuestro propio proyecto político independiente de cualquier variante burguesa.