El sistema capitalista en su etapa imperialista va adquiriendo nuevas formas. Los procesos de concentración y centralización del capital son tan voraces, tan enérgicos y rápidos que la envoltura política que cobija estos procesos no alcanza a satisfacer la sed de las transnacionales.
¿Cuál es esa envoltura política? La democracia representativa.
En el proceso mencionado -que lleva muchos años pero ahora se manifiesta como la locomotora de la embestida política- las empresas multinacionales fogonearon grandes acuerdos, tratados, parlamentos, por sobre la decisión “soberana” de cada Estado. Así, acuerdos como la Unión Europea, Mercosur, ALCA y tantos otros, fueron tejiendo desde lo político institucional herramientas que concentran el poder político y que tiran por la borda el “orgullo democrático de la burguesía” por su democracia representativa. Cada Estado está sometido a “acuerdos” preexistentes en donde la disputa intermonopólica implica una feroz guerra por apoderarse de estos nuevos instrumentos.
La democracia representativa no se corresponde ya con las aspiraciones de los monopolios, salvo en sus formas que cotidianamente la bastardean.
El gobierno de Macri, para seguir la tendencia del capitalismo a nivel mundial, intenta poner el Estado Argentino bajo el fuego de las leyes globalizadas para centralizar políticamente el despojo que se le hace a nuestro pueblo. Desde esa nueva institucionalidad, la Constitución Nacional queda hecha añicos.
Es en este contexto que la democracia representativa ha caducado como mejor forma de gobierno para Macri. La tendencia de este proceso -para que sea acorde con las aspiraciones de lo más concentrado del sistema capitalista- es el autoritarismo.
Sin embargo y a pesar que el gobierno sigue en “sus trece”, las aspiraciones democráticas de nuestro pueblo siguen en aumento, la democracia representativa no llena los vacíos de nuestro pueblo y la tendencia a la movilización política va creciendo desde ese fin de diciembre del año pasado. Este es el eslabón débil del gobierno, que lo corroe, que no lo deja asentarse a pesar de cumplir con su mandato de ganancias.
Nuestro pueblo no cede en el terreno que no hay que ceder, si en ello además aparecen los nuevos destellos de democracia directa que comienzan a expresarse de mil maneras.
Los años sesenta del siglo pasado fueron una década de ofensiva del capital financiero y de continuación de la movilización obrera y popular. Una época de resistencia, de tomas de fábricas, de disputas con burocracias sindicales de fuste como el Vandorismo, momentos de triunfos y derrotas, pero en esas condiciones históricas nuestro pueblo arrimó un Cordobazo que fue hijo de experiencias democráticas directas, cuando desde la clase obrera se impulsaban -ya en ese entonces-los Cabildos Abiertos, formas amplias y unitarias de organización popular eminentemente políticas que convocaban a obreros, vecinos de los barrios, estudiantes, docentes etc.
Las condiciones objetivas para ese tipo de democracia, que haga centro en la lucha política, permitirá saltar un montón de vallas que aún la clase dominante pone para dividir el impulso democrático nuestro pueblo.