El progreso social está asentado en el desarrollo de la democracia directa

“La democracia burguesa hoy es una cáscara vacía que ya no le sirve al poder de la oligarquía financiera o burguesía monopolista para la ejecución de sus negocios. Sin embargo no pueden desprenderse de su aparente investidura pues no pueden blanquear su forma de gobierno como la dictadura del gran capital. Necesitan esa cáscara vacía para intentar engañar, confundir a las masas proletarias y populares.”[1]

El gobierno de Macri demuestra día a día que el autoritarismo, el poder despótico, es imprescindible para gobernar. Pero es útil aclararlo, esta tendencia no es personal del presidente sino una necesidad del sector de clase que impone sus objetivos a toda la sociedad. Lo cual significa que mientras el poder del Estado esté en manos del mismo sector de clase, nos referimos a la oligarquía financiera o burguesía monopolista, el gobierno de turno tenderá al autoritarismo, pues ya no hay lugar para el disenso, la demora en la discusión y aplicación de las normas que permiten los negocios, ya que estos son urgentes, sumamente acelerados y cualquier discordancia, (lucha de clases mediante) los hace peligrar.

Contradictoriamente, el capital monopolista o capital financiero, ha necesitado desarrollar fuerzas productivas (aunque estrechas y limitadas) altamente socializadas con normas de producción basadas en la actividad colectiva y sujetas a decisiones urgentes tomadas en el mismo proceso de producción a cargo de los propios operarios (trabajadores técnicos e ingenieros) organizados en células, con el fin de evacuar rápidamente el proceso productivo cada vez más acelerado e intensivo.

La práctica laboral de la clase obrera así ha generado una conciencia colectiva no sólo de que la producción es social y trasciende los límites de la fábrica pues las materias primas y componentes de las mercancías proceden de distintas partes del mundo y han sido elaboradas por masas obreras, sino también de la resolución de los problemas y conflictos que traban la producción, poniendo en manos y cabeza del propio obrero que funciona en célula o equipo de trabajo, la responsabilidad de los mismos.

Ese proceso productivo, tal como ocurre siempre con la actividad principal del ser humano, cubre como un manto a toda la sociedad, actuando sobre la conducta de todas las clases y sectores del pueblo laborioso.

Tanto la socialización de la producción, en donde ningún medio puede ponerse en marcha si no es colectivamente, como la colectividad en la resolución de los conflictos y trabas que se producen en la elaboración de los productos (sean mercancías o los llamados servicios), han dado el fundamento para la aparición de la democracia directa que expresa esa forma de producción que, dentro de los límites del capitalismo, es la más avanzada que han logrado los monopolios hasta la fecha.

La conducta eminentemente socializada y respaldada en las actividades colectivas para superar las trabas de la producción, han puesto en un pie de igualdad a todos los individuos que forman las unidades productivas y han determinado la conducta de la consulta, la deliberación, y el consenso o decisión de las opiniones mayoritarias, en forma directa y sin burocracia interpuesta para avanzar en la marcha productiva, poniendo en tela de juicio cada vez más intensivamente al “representante” quien monopoliza la resolución personal. Y esto se ha reflejado y fijado en la conducta social de todos los sectores de nuestro país.

La democracia directa, podríamos decir, ha sido gestada en el propio proceso productivo del monopolio. La afirmación resulta altamente contradictoria en su formulación pero así es la naturaleza de las cosas y de la sociedad.

La puja social entre la conducta de la clase obrera y el pueblo contra la burguesía monopolista, se expresa en política en donde no sólo los partidos políticos e instituciones de la burguesía intentan confrontar con su tendencia al autoritarismo en el cual uno decide por el resto y aplica su interés sometiendo al resto por la fuerza.

También se da en los sectores oportunistas que niegan la realidad material de las transformaciones de la conciencia popular emanadas de la propia producción industrial e intentan sostener viejas y perimidas formas institucionales de democracia representativa que ya no sirven ni a la propia burguesía monopolista.

Por eso están a la orden del día de estas expresiones oportunistas, reformistas y electoralistas, los llamados a “profundizar la democracia”, pretendiendo “combatir” al autoritarismo oponiendo el “respeto a las instituciones” ya obsoletas del Estado al servicio de los monopolios, negando que la única forma de avanzar socialmente es ir en contra del sostenimiento de esas mismas instituciones hasta hacerlas desaparecer con la movilización y lucha de las masas trabajadoras y populares.

El progreso social tiene un camino inverso al de la defensa de la democracia representativa, por el contrario, está asentado en el desarrollo de la democracia directa y florecerá al calor de la actividad intensa de la movilización y lucha popular contra el autoritarismo burgués.



[1] “La dictadura del capital monopolista y su mortaja: La democracia directa” – Publicado en La Comuna N° 97 – Revista teórica y política del P.R.T.

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