Ahora resulta que en Argentina hay menos pobres. Esta frase del “señorito” Macri no encaja con otra estadística mentirosa, pero al fin “oficial” del INDEC: En el período enero 2017-febrero 2018, el salario nominal “creció” un 17.86%, mientras que los precios subieron un 28.05%. Mientras la economía creció 2.9% el poder adquisitivo cayó un “8%”.
Qué impune el enriquecido e infame Aranguren: repatriará sus “ahorros” cuando recupere la confianza en Argentina.
En fin, este sector de la oligarquía financiera no oculta su apetito por los negocios rápidos y ha abierto una guerra intermonopolista a la vez que por abajo se ensancha un clima de descontento proporcional al agravamiento de las condiciones de vida.
Veamos una ecuación muy simple:
Los aumentos de tarifas no ceden, este sector dominante dentro del Estado tiene un mecanismo perverso e impune: cuando 40 millones de argentinos pagamos la luz, el gas, la electricidad y otra cantidad de servicios las pagamos en pesos. Estas empresas monopolistas altamente concentradas van a una “ventanilla” de los bancos y compran dólares devaluados. Van a otra “oficina” y lo sacan del país para colocarlos en negocios en donde el dólar vale lo que tiene que “valer”. No es casual la frase de Aranguren….no hay inversión directa…ni la famosa lluvia de ellas cuando el verdadero negocio es sacar los dólares.
Pero las cosas no son estáticas. Ahora resulta que para mantener esa moneda devaluada el Banco Central la subsidia, en poco tiempo casi 2 mil millones de dólares de las arcas tuvieron como destino frenar la suba de esa moneda. Grandes consultoras internacionales orientan a las empresas a hacerse de un 40% del colchón ante la incertidumbre del contexto internacional y fundamentalmente del nuestro.
Este mecanismo lleva a elevar las tasas de interés, ¿que quiere decir esto? Que si el dólar se sale del cauce las altas tasas son un contenedor de esa furia, contenedor débil, pasajero, pero peligroso en extremo. Si el dólar no puede quedar donde está por la fuerza del “mercado de capitales” aparece el el fantasma que vivimos cotidianamente de la inflación pero ésta vez amenazante, como lo hemos padecido en mil oportunidades los explotados y oprimidos de nuestra tierra.
La guerra de clases nunca ha dejado de existir…
En todo caso la burguesía monopolista tuvo que retroceder por años y conceder a la lucha y movilización existente en el abajo. Lo cierto es que esa presión hoy va en aumento y por arriba las cosas van en sentido opuesto a las necesidades del gran capital. Sectores del poder desplazados de las decisiones políticas de esta administración comienzan a jugar fuerte y las zancadillas van en proporción directa de lo que está pasando abajo.
Entendemos que las condiciones de vida se irán agravando y las aguas se irán dividiendo notablemente. Por un lado, la puja intermonopolista que lo apuesta todo al año electoral, en donde lanzaron sus avanzadas en defensa de la democracia representativa que a ninguno de ellos les cierra; y por otro lado, la gran mayoría de la población que no quiere nada más de lo mismo.
El Estado como tal es repudiado cuando las expresiones cotidianas contra los políticos y parlamentaristas, contra el sistema judicial, contra las fuerzas represivas, son la comidilla ante tanta impunidad.
Esto es muy bueno y se irá acumulando en las expresiones políticas de los últimos meses frente a cuestiones puntuales. Pero sabemos que éstas protestas acumulan en el sentido de no dejarlos hacer lo que quieren sin pagar costos políticos, pero no es suficiente, Se trata de una guerra de clases y en éstas circunstancias las clases antagónicas cobran un peso inusitado.
La clase obrera Argentina aún está en un peldaño de preparación política, embrionario y aún débil, lo cual desde esa general caracterización, exige prestar especial atención al fortalecimiento del actual proceso que se está gestando, aún aisladamente pero que toca las raíces para que la clase obrera irrumpa en la escena política de la mano de toda la expresión popular que hoy por hoy no se cansa de golpear de mil y una formas.
La clase dominante ha trabajado seriamente durante décadas para atacar a la clase antagónica, es decir, a la clase obrera. Lo ha hecho fundamentalmente desde lo ideológico y en ello nos llevan una ventaja, pero lo cierto es que desde lo político e ideológico los primeros brotes por poner la lucha de clases en el lugar que corresponde se ha iniciado. La clase obrera busca los cauces de unidad de su clase y lo hace junto al pueblo: aceiteros, ingenios, mineros, petroleros, trabajadores del Estado, INTI, docentes, etc. , un momento de deliberación en donde las ideas revolucionarias, las ideas de cambio revolucionario, comienzan a pisar como un fenómeno de nuevo carácter.
Lo que viene no será igual a ningún pasado inmediato aunque esa experiencia pesará a la hora de las resultantes. Pero de ninguna manera le cabe a los revolucionarios deslumbrarse ante lo que se viene, se trata en lo fundamental que la clase obrera emerja como clase en la lucha política para amalgamar a todo el pueblo en el escenario que nos presenta actualmente la lucha por el poder.