Las acciones que apuntan contra el techo paritario del 15% y la generalizada movilización contra los tarifazos son “algo más” que un movimiento popular espontáneo de bronca. Es parte ya de las luchas por conquistas políticas que envuelven la movilización del pueblo desde diciembre del 2017.
Por estos días, las condiciones de vida de la población han caído notablemente. La transferencia de recursos hacia la clase dominante ha comenzado a pesar muy tangiblemente en la vida cotidiana.
Como respuesta a esta circunstancia, se suceden expresiones que apuntan a pararles la mano o -en definitiva- a no seguir perdiendo. Hay un estado deliberativo en cada lugar de trabajo, barrios, casas de estudio… que politiza aún más el piso de la experiencia adquirida para enfrentar las políticas de carácter antipopular.
Más allá del “enjuague” logrado ayer por el gobierno para aquietar aguas en su frente interno, “lo hecho, hecho está” y hay heridas que costarán cerrarse. Dujovne, el ministro de Hacienda, desde Washington y rindiendo cuentas al capital financiero, también encendió “velitas” para frenar un estallido en sus propias manos. Las peleas en el seno del gabinete se hacen sentir, muy lejos de conciliar intereses que hoy están en pugna.
Pero los remiendos terminan mal cuando devienen debates más profundos. Sobre todo cuando por esas mismas horas (y durante dos jornadas) se iniciaba una protesta contra los tarifazos. Un frente abierto que se irá propagando cada vez más por abajo cuando las boletas comiencen a llegar.
En ese mismo proceso, la presión social y sobre todo las vivencias de la clase obrera industrial, están indicando que el muro impuesto del 15% en las paritarias se está resquebrajando y que la segunda oleada de negociaciones podría arrastrar a acuerdos paritarios ya cerrados.
Ese muro se resquebraja porque hay un sector de la burguesía que está sintiendo el aliento en la nuca del malestar social que se vive por abajo. Es en ese sentido que hay que “leer bajo el agua” la crisis de la CGT y de los “nuevos oportunismos” que salen a la luz.
Por eso para los revolucionarios es importante seguir trabajando en la movilización política en las dos direcciones fundamentales que se presentan: quebrar el techo paritario y profundizar la protesta contra los tarifazos.
Cuando hablamos de profundizar la movilización política estamos planteando el concepto general de tales iniciativas, que lo engloban todo. Nos referimos más precisamente a la toma de iniciativas en los lugares concretos que permitan desplegar y ayudar a potenciar la bronca en un plano cada vez más organizado.
Son caminos que se complementan, porque el techo paritario resquebrajado y la lucha contra las tarifas apuntan a debilitar políticamente a una burguesía monopolista empeñada en profundizar sus negocios a costa del trabajo de las mayorías explotadas y oprimidas.
En esos marcos de la situación política concreta, el asesinato del chofer Leandro Alcaráz ha sido difícil de digerir para el pueblo todo. Ha sumado al torrente de bronca, pero a la vez, abre un potencial de respuesta política y orgánica que potencialmente implicará elevar el plano político de enfrentamiento.
Los llamados a paro y movilización de la UOM para una paritaria superior al 15% son porque -en el abajo- el reclamo es muy fuerte. Recordemos que éste sector de la burguesía tiene atados negocios desde el gobierno que no pueden ser frenados por la lucha que se está gestando por abajo.
La burguesía -que “descansa” en su democracia representativa- ha lanzado su campaña electoral para el 2019. Una muestra de su “fortaleza” fue la sesión parlamentaria del miércoles pasado, cuando un diputado oficialista de Salta, Olmedo, se escondió detrás de las cortinas del recinto cuando otro oficialista le ordenó desaparecer para no llegar al quórum.
A pesar de todo y con las “ropas raídas”, el gobierno va por sus negocios sin advertir que en estos días sus espaldas de apoyo al proyecto han caído notablemente en sectores que hasta no hacía mucho le daban cierto apoyo.
La moneda sigue estando en el aire, mientras que la clase dominante tiene su “única” fortaleza en la ausencia de una alternativa revolucionaria, que -aunque presente- todavía se encuentra en un estado embrionario y de debilidad que debemos superar.