Las políticas del gobierno burgués, que están en estrecha relación con el capital monopolista mundial, son el eje de sus ganancias. Más allá de los propios mecanismos especulativos y financieros que se desenvuelven para maximizar sus ganancias, el hecho real e inexorable, no es este fenómeno intrínseco del capitalismo sino, el impacto de sus consecuencias en la vida de millones de trabajadores y en el pueblo. Pese a que la presa burguesa bombardea sobre la crisis cambiaria, la suba del dólar, etc., es decir, sus problemas económicos como clase, el hecho significativo más relevante de toda esta situación es lo que no dicen: el descomunal ataque a los salarios. El achatamiento de los salarios y el aumento de la superexplotación a escala planetaria y en particular en nuestro país –lo hemos afirmado innumerables veces en esta página- es el centro de la política del capital monopolista. La devaluación de todas las monedas, que en mayor o menor grado se dan en todo el mundo, es pues, una decisión política. Si bien enmarcada dentro de las condiciones de fragilidad y de crisis estructural, el escenario de la lucha de clases en el mundo es el centro donde gravita esta decisión.
En nuestro país, la política del “gradualismo” tal como han venido sosteniendo algunas facciones del capital monopolista y el gobierno, han puesto de relieve un marcado empeoramiento de las condiciones de vida, llevándolas a niveles extremos. Sin embargo, estos mecanismos, que se constituyen como una espada de Damocles para millones, no han sido lo suficientemente duros para las necesidades de los monopolios, para contener la reducción de su tasa de ganancia.
Los medios políticos y parlamentarios para la implementación de las reformas laborales y la modificación de convenios que atacan las conquistas salariales y políticas de los trabajadores, que incluso habiendo sido impuestas de forma despótica en algunos gremios -con la complacencia y la traición de sus cúpulas- no han podido hacer pie en el consenso mayoritario de la clase obrera. Han sido enfrentadas y el gobierno se ha visto obligado a retroceder o no ha podido implementarlos en toda su dimensión y totalidad, de acuerdo con las demandas de los monopolios.
Las políticas de reducción salarial acompañadas de extorsión y despidos, de ajustes y tarifazos desmedidos como mecanismos adyacentes para profundizar el saqueo y la chatura salarial, lejos de crear condiciones más favorables para esas necesidades de los monopolios, no han hecho más que motorizar el enfrentamiento profundizando la crisis política y haciendo aún más complicada la posibilidad de la reducción salarial. Pues la lucha salarial y contra los tarifazos, lejos de estar contenidas por decretos y vetos, por techos paritarios, por pagos de facturas en cuotas y demás medidas y mecanismos de este estilo, se profundiza haciendo más complicado para los monopolios su efectividad.
Pese a estar dispuesto a pagar los costos políticos del “gradualismo” (porque no le queda otra) la realidad para el gobierno es que esta política no pudo contener la agudización de la lucha de clases.
Embretado por la crisis política e impotentes para alcanzar un mayor grado de achatamiento salarial condicionados por la lucha de clases en aumento; la apelación a la devaluación de la moneda, y la consecuente suba de tasas, el aumento de la inflación y el ajuste, lejos de ser hechos espontáneos intrínsecos del capital monopolista, pasan a ser los medios para imponer por esta vía lo que no pueden por la vía de la institucionalidad burguesa.
Son producto de una decisión política de los núcleos monopolistas dispuestos a profundizar lo que no pueden hacer en el marco de la gobernabilidad. Lejos de ser un fenómeno etéreo que sobrevuela y que se desencadena como un castigo divino sobre nuestro suelo, toda la situación económica a la que asistimos en estos días es producto de la decisión del imperialismo por profundizar la chatura salarial y el saqueo económico a nuestro pueblo.
Asistimos a un shock que echa por tierra todo el discurso político gradualista y las mentiras del gobierno. Estamos frente a un desmedido acto de hundimiento de los salarios, producto de las políticas de los monopolios.
Sobre la base de estas condiciones devaluatorias, el FMI «recomienda» dejar libre el desenvolvimiento del dólar y no intervenir desde el Central para contenerlo. La intervención del Central es cosmética porque pese a ello no contiene nada. La «recomendación» del FMI tiene el aval de los monopolios que ya aplauden este apoyo político.
Los peleles del gobierno -mientras tanto- observan cómo se les licuan todas sus mentiras, al mismo ritmo que se licuan los salarios. En apoyo de estos impresentables y preocupados por contener la crisis política, los monopolios están pergeñando un acuerdo político para sostener la fragilidad del gobierno y la gobernabilidad.
Esta situación montada ahora, en un nuevo escenario con un promedio salarial de 350 dólares y muy inferior al promedio de 500 dólares de apenas 15 días atrás, bajo los tarifazos y ajustes, es explosiva.
Si la burguesía monopolista cree que dando un golpe demoledor a las condiciones económicas constituirá un escenario político más adecuado a sus intereses, se equivoca.
La lucha de la clase obrera y de nuestro pueblo están para adelante y serán incontenibles, aún en mayor medida de lo que fue hasta ahora. Ya que la acción política organizada desde las bases, para enfrentar esta situación desde la necesidades urgentes y necesarias, ya están en marcha.