La profunda crisis política que envuelve a nuestro país empuja a que la situación de los trabajadores y el pueblo se haga cada vez más agobiante. Y no hay miras de solución en manos de todos estos impresentables que –más allá de los cacareos parlamentarios- se alinean de a uno en fondo a la hora de defender los intereses del gran capital y la tan mentada “gobernabilidad”.
Las perspectivas de empeoramiento en las condiciones de vida ya dejaron de ser un “augurio” para pegar directamente sobre el lomo de millones, los que padecemos toda esta anarquía capitalista a la que cínicamente denominan “turbulencia”.
Pero “las cosas por su nombre” como dice el dicho popular, y de lo que estamos hablando es de lo que percibimos por nuestro trabajo. El salario promedio de casi 20 millones de trabajadores en nuestro país ronda los 10.000 pesos mensuales, lo que indefectiblemente condena a la miseria a grandes capas de la población, y a la pobreza, a la inmensa mayoría. Está claro que este sistema sólo se sostiene achatando aún más la masa salarial.
Por eso, por estos días, gobierno, empresarios y sindicatos-empresa le buscan la vuelta intentando afianzar esa “triple alianza” (que se presenta ante los ojos de todos resquebrajada en varios frentes) para volcarla en contra del pueblo trabajador. Y no pueden. Y patinan. Y chocan de nuevo con una voluntad que viene creciendo desde las bases y que ha transformado la realidad política de nuestro país en una olla a presión. Porque los trabajadores están viendo que las grandes empresas monopólicas han cooptado las instituciones del Estado en beneficio propio (decidiendo sus políticas) y también a la gran mayoría de los sindicatos.
Experiencias del hoy, como la de los obreros de la minera de Río Turbio o la consecuente lucha de los trabajadores del INTI, son claras señales que por abajo, en muchos lugares de trabajo y localidades, emergen los reclamos y una nueva organización popular que puja por fuera de los marcos institucionales que la burguesía pretende sostener.
Los trabajadores y el pueblo estamos poniendo nuestras expectativas en la lucha. Por eso todos los días se desata un nuevo conflicto y se evidencia que las necesidades de los trabajadores y el pueblo hay que resolverlas desde la movilización desde las bases, la lucha y la organización desde la democracia directa. Frente a un sistema decadente que no sólo se está llevando puesto nuestro presente sino que está destruyendo el futuro, los caminos que estamos recorriendo desde las bases son los cimientos de una verdadera alternativa política.
Con ese carácter, cada nueva lucha de la clase obrera comienza a despertar en nuestra historia expectativas de un cambio revolucionario. La disputa es muy clara: las empresas monopolista, con el gobierno y los sindicatos a su servicio quieren continuar implementando sus planes de explotación. Por otro lado, los trabajadores y el pueblo -con nuestra acción- los condicionamos y no los dejamos gobernar. Debemos avanzar para conquistar otro futuro.