La lucha para que den marcha atrás con los aumentos de tarifas, sobre todo en lo relacionado a gas, luz y agua, es una bola de nieve que -si bien puede pasar como inadvertida para los grandes titulares de los medios del sistema-, no para de rodar y crecer.
Esta es una experiencia que se viene realizando en numerosos barrios, donde el pueblo desde la nada, comienza a poner en marcha asambleas donde se debate y se toman decisiones, expresando el descontento y repudio de múltiples maneras, desde marchas de antorchas, cortes de avenidas, y volanteadas invitando a los vecinos a sumarse a las protestas.
Tal fenómeno, más allá de la bronca e indignación que produce semejante robo al pueblo, contiene varios aspectos que son dignos de resaltar. Por un lado el ejercicio de la democracia directa, donde ya la autoconvocatoria, pasa por organizar la protesta, hecho que se diferencia de algo espontáneo por un problema “casual” de inseguridad, rotura de un semáforo o caída de un árbol y múltiples experiencias que tuvieron una gran trascendencia nacional pero no perduraron en el tiempo ni alcanzaron una expresión organizativa estable y duradera, salvo raras excepciones.
Por otro lado, tales asambleas que se vienen realizando, encuentran en amplios sectores un punto de apoyo, referencia donde recurrir y sentirse en cierta medida auto-protegidos y no parias frente al estado de indefección que se encuentra el pueblo frente a las medidas del gobierno. Y ahí es donde surge una lucecita de esperanza ante la imposibilidad de poder afrontar un tarifazo que se volvió impagable para millones de argentinos.
La expresión colectiva que juntos podemos afrontar tremendo flagelo, hace que la lucha y la movilización se vuelvan la única alternativa viable y posible de frenar la vida angustiante ante tales medidas, ante las amenazas de que nos corten estos servicios esenciales, o tener que renunciar a reducir hábitos de vida ya incorporados -incluso culturalmente, en el mejor de los casos-, o pequeños comerciantes que terminan siendo asfixiados por los costos de los servicios, sintiéndose obligados a bajar las persianas de sus locales… En fin, múltiples razones de los padecimientos que ya todos conocemos.
Este fenómeno que comienza a transitar nuestro pueblo está imbuido de un marco de unidad de los más diversos sectores de nuestra clase obrera y el pueblo, generando en la práctica un estado de acción. Pero al mismo tiempo, de deliberación política y cuestionamiento a la vida oprobiosa a la que estamos sometidos. Nuestro pueblo está en un verdadero estado deliberativo en cualquier ámbito que nos movamos por la vida diaria, lo cual expresa un grado de movilización. Pero cuando esto comienza a transformarse en iniciativas directas por los reclamos y la protesta, pasa a constituirse en enclavas embrionarios de poder que se hacen sentir en su propio el terreno, el barrio o la localidad.
Para ello basta con tomar la iniciativa en tres, cuatro manzanas a la redonda, juntarse un grupo por más pequeño que parezca y salir a constituir las asambleas que tomarán las iniciativas más variadas, con la creatividad que es capaz nuestro pueblo, con objetivos claros e iniciativas políticas constantes por los reclamos contra las tarifas y las demás demandas que vayan surgiendo de nuestro pueblo, apuntando al protagonismo de las mayorías y así generaremos la masividad, que es lo que más les duele a los enemigo del pueblo.
Esto necesariamente conlleva a vincularse con otras asambleas cercanas para coordinar medidas de acción directa, que también contagiarán a otros vecinos cercanos a imitar tales conductas y prácticas. Esto se está dando y es de vital importancia impulsarlo, socializarlo y generalizarlo. Es un momento donde hay que forzar la marcha y generarles ingobernabilidad, para que no puedan seguir los monopolios avanzando en todas estas medidas de mayor empobrecimiento, explotación, hambre y miseria.
Hagamos de cada establecimiento, fábrica y escuela el impulso de organizar; hagamos de cada barrio y localidad un territorio liberado que generalice la protesta.