Daría la sensación que -a diferencia de otras épocas- ni la cercanía del inicio del mundial generará ninguna euforia que tape el zarpazo que el gobierno de los monopolios viene dándole a los bolsillos de los trabajadores y el pueblo en general, a través de un permanente aumentos de precios, deteriorando casi de forma permanente el salario de las masas obreras.
El golpe es indisimulable por más que intenten embarrar la cancha. Sus disputas superestructurales, que expresan a diferentes sectores de los monopolios en disputa por más y mejores negocios, en donde juegan a más o menos “gradualismo”, pero donde todos intentan sacar la tajada más grande de la torta que representa la plusvalía que extraen de la explotación de la clase obrera y el pueblo.
Intentan meternos miedo con la “crisis”, que habrá menos trabajo, que es necesario hacer ajustes en todos los niveles, que tenemos que tener paciencia… y mantener los puestos de trabajo. Pero por otro lado, las grandes corporaciones monopólicas, no pueden ocultar que modernizan y amplían muchas de sus plantas y en ramas muy significativas los negocios siguen a full, preparando planes de expansión y nuevos modelos de productos, lloran y loran pero gastan fortunas para producir más y más rápido… eso sí: con mano de obra más barata.
El gobierno de los monopolios y toda la institucionalidad parlamentaria intentarán de una u otra manera que el peso de la crisis recaiga más aún sobre los 40 millones de argentinos. Esto ha sido y es así. No hay otra.
Mientras, el pueblo está luchando para frenar y hacer retroceder sus planes de ajuste. La experiencia nos viene demostrado que cuanto ellos más nos quieren ajustar, nosotros más debemos redoblarles la apuesta, profundizando la lucha por más y mejores reivindicaciones, tanto en el plano económico como en el político.
A pesar que la burguesía nunca abandona esa idea de dar una imagen de “retroceso o de reflujo” de las masas populares, el avance en la lucha de la clase obrera y el pueblo es inocultable. Cientos de movilizaciones, cortes de ruta y paros se fueron sucediendo de diciembre de 2017 a esta parte, poniendo a las claras que la única opción que toma como verdadera la clase obrera y el pueblo es la acción directa mediante la movilización, su organización independiente y la lucha.
El estado deliberativo pasa en muchos casos a ser un estado asambleario y eso golpea a nuestro principal enemigo: la oligarquía financiera. Lo que se viene es mayor confrontación, mayor antagonismo entre la burguesía y el proletariado.
Ese es el escenario que se viene y es allí en donde deberemos afrontar los fundamentales desafíos de la lucha política. La burguesía monopolista intentará sacar a la clase obrera y al pueblo de esa lucha y llevarla al terreno de la “nada”; es decir, a la movilización intrascendente con fines electoralistas. Para el sistema esa conducta está dentro de lo que “tolera”, ya que sus intereses estratégicos no están en juego sin el protagonismo de las masas.
Los revolucionarios tenemos que persistir en la idea revolucionaria de hacernos fuertes desde lo local, para avanzar simultáneamente a lo nacional. Hacernos fuertes en los lugares que estamos, en los barrios, en las fábricas, en las escuelas. Profundicemos lo que se viene haciendo, continuemos vertebrando esa “telaraña” de unidad desde las bases con establecimientos vecinos y barrios lindantes, y desde allí privilegiar la unidad a planos nacionales. Debemos darle una calidad diferente al enfrentamiento que viene dando el pueblo.