En la sección de calderas del frigorífico Armour , con temperaturas extenuantes y ritmos de producción frenéticos, como imposición del gran negocio que la burguesía estaba haciendo con la Segunda Guerra, nació un proyecto llamado a conmover el corazón de la clase obrera y dar nacimiento a un auge del proletariado argentino, que lo transformó en indomable. La historia real no puede ignorar –por más que quiera- que todos los hechos políticos trascendentes en nuestro país los terminaría definiendo la lucha de la clase obrera. Estos hechos ocurrían en la década del 40, antes del 17 de Octubre.
Nada fue fácil ni gratis, se venía de una historia donde precedieron cientos de luchas frustrantes, traiciones, burocracias, cárceles, despidos y hasta muertes, que habían logrado instalar el miedo y la dispersión como la constante de algo que parecía eterno e imposible de revertir. Los hechos -con la impronta de la generalización de la huelga nacida desde bien abajo- demostraron que la masividad y combatividad de los trabajadores por fuera de la legalidad burguesa es el arma más poderosa y contundente que puede poseer la clase obrera.
A pesar que nada es lineal en la materia, algo similar se volvería a dar en la década del 60, cuando la burguesía lanzó su revancha intentando apagar tanto fuego. Y de vuelta traiciones, burocracias, huelgas perdidas, cárceles y muertes… Y nació el Cordobazo, sólo para citar el hecho más relevante y con ello, nuevas conquistas, un nuevo auge y un nuevo factor determinante: la aspiración cierta de una revolución proletaria
De lo extremadamente sintetizado aquí, nada de lo que estén viviendo ahora en su esencia las actuales generaciones de trabajadores es diferente al pasado. Con fenómenos nuevos, con burguesías extremadamente débiles en el terreno político, con conquistas de libertades políticas de parte de nuestro pueblo, donde es inviable que la burguesía pueda sistematizar el terror de la muerte y las cárceles por posiciones políticas; donde en el espiral ascendente de la lucha de clases ese terreno está del lado del pueblo.
Pero la dispersión, las traiciones, el diversionismo político e ideológico aparentan dominar la escena; donde la herramienta del “terror” es el despido y la división para desmembrar todo tipo de organización genuina de los trabajadores. Pero sobre todo, el triunfo ideológico sobre la posibilidad de la conducta independiente del sistema de la clase obrera en aras de la legalidad de la democracia burguesa. Así, las burocracias pululan, desde las más retrogradas -como las cúpulas de la C.G.T-. hasta una burocracia “progresista” (que también la hubo en los 40… revisar en la historia sobre las posiciones sustentadas por el PC y el PS).
La actual conducta de la tristemente célebre C.G.T., dándole vueltas a un paro nacional que en definitiva está enajenado y que si en realidad se lleva a cabo es más por la presión del descontento de millones y la negociación de las obras sociales (6.000 millones que le ofrece el gobierno), que por un interés de enfrentar estas políticas de hambre, superexplotación y miseria. Pensando quizás que con un paro de 24 horas van a descomprimir el descontento…
Todo esto es una basura que hay que voltear, donde incluso exigirle a estos empresarios sindicales una medida de fuerzas, es del más vil oportunismo, que lejos de hacer gala de las mejores tradiciones de lucha de nuestra clase obrera pasa a ser un payaso más de toda esta fanfarria que tanto daño le ha hecho y hace a los trabajadores.
Y ahí está el motivo, y las poderosas razones del inicio de este artículo: lo auténtico y genuino nace desde la fuente, es decir, desde el puesto de trabajo, desde lo más profundo del lugar de trabajo. La organización para la lucha, el único camino valido para la razón de ser de un nuevo sindicalismo. Así nacieron, así se forjaron las grandes gestas políticas de nuestra histórica clase obrera, y es preciso que vuelvan a nacer. No existe otro camino más allá que tengamos que atravesar el terreno sinuoso de los triunfos y las derrotas. En ello -hoy como ayer- está empeñada la actual política de nuestro Partido y cientos de destacamentos revolucionarios, y es un compromiso inalienable de las auténticas vanguardias de la clase obrera.
Por ello pensamos que es fundamental, la organización establecimiento por establecimiento, arrancando por el sector, de ahí a la fábrica, y de la fábrica a la zona, en una tarea que no es “escalonada” sino en realidad, un solo movimiento político. Con la más absoluta independencia de la legalidad burguesa, nuestra legalidad se gana en la masividad, exigiendo e imponiendo.
Para ello hay que confiar plenamente en el papel transformador de las ideas revolucionarias, sin hacer seguidismo de la alienación en que ha sumido el sistema burgués a los trabajadores. Las ideas revolucionarias tienen la llave para aportar, organizar y generar la rebelión de los trabajadores hacia el camino de la emancipación.