Si los revolucionarios nos pusiéramos a analizar la situación económica en nuestro país, siguiendo el jueguito conceptual de los teóricos economistas burgueses, que deambulan por cuanto medio televisivo, radial o de la prensa escrita dominante existente, caeríamos no solamente en una tremenda confusión, sino en una funcionalidad al sistema que es más grave aún. Que las tasas de interés, los bonos, encajes y anclajes, que cepo cambiario, que liberación del dólar, etc., etc.
O llegar a pensar que los actuales cambios de ministros obedecen a impericias técnicas, o a un lavado de cara del presidente ante el creciente desprestigio producto de la resultante de sus políticas económicas, son formalismos de carácter burgués, que como mínimo nos llevara al error.
Nada más alejado de la realidad todo ese despliegue mediático. La economía a secas no existe, es una parte de un todo de la política, sea esta burguesa o proletaria, y la ciencia proletaria nos enseña que debemos ir a la esencia de las cosas, sin rodeos, ni madejas engalletadas que difícilmente podamos desenredar.
Por eso, cuando el pueblo en su estado deliberativo, afirma: esta película ya la vivimos, encierra parte de una gran verdad. Pues la lucha de clases en nuestro país es la que pone al desnudo los desafíos de súper explotación y opresión de parte de las clases dominantes. Ya Marx en “Salario, precio y ganancia” definió claramente que “ante aumentos de salarios, el capital se lo cobra aumentando los precios.”
La burguesía en Argentina necesita avanzar en tener salarios por lo menos acordes al resto de América Latina, en un mundo donde las empresas dominantes están presentes en todos los países y ademas de estar presentes se apoderaron de los Estados Nación.
Pero la lucha de nuestro pueblo trabajador les embarra la cancha, no dejándolos transitar como quisieran. Eso les dificulta sus objetivos de hacer los caminos de súper explotación menos traumática, y de ahí que recurren a la inflación y la devaluación como método de achicamiento de la masa salarial. Donde incluso, el método de endeudamiento es parte sustancial de un mecanismo de extorsión para la fuga de capitales de la oligarquía financiera, una manera más de apropiarse de la masa de la plusvalía generada por la totalidad de los trabajadores.
Pero esto no es gratis. En el terreno político, les genera múltiples contradicciones de carácter estratégico (siempre en el marco de la lucha de clases). El sistema capitalista se degrada, sus marcos jurídicos y legales se les constituyen en una traba, y la aplicación de un carácter represivo se encuentra limitado también en el terreno político.
Todo esto expresa en el fondo la real crisis del capitalismo, que a pesar de sus triunfos ideológicos, no le es suficiente para tener garantizado el avance en sus objetivos sin que no aparezca el riesgo de una salida revolucionaria.
Ejemplos tenemos de sobra. Ya son casi 70 años de estas disputas y la burguesía -si bien ostenta la dominación- hoy se encuentra inmersa en una crisis política de difícil resolución. Agitaron la “grieta” y ahora que los monopolios necesitan un recambio no tienen ni idea cómo resolverlo, pues el que venga tendrá la espada de Damocles del pueblo que tuvo que soportar tremendos ajustes. Ni hablar cómo podrán avanzar con reformas estructurales, como la reforma laboral y así la situación hace del panorama inmediato y futuro una agudización de la lucha de clases.
Esto conlleva a una improvisación del manejo de la economía por parte de la burguesía monopólica, de carácter verdaderamente aventurero en su desesperación que no se le caiga la tasa de ganancias por un lado y más ingobernabilidad por el otro.
Esta es la real situación de crisis: puja la burguesía por no perder su cuota expropiatoria de plusvalía, ante un pueblo que a pesar de no tener una alternativa revolucionaria, por H o por B, se planta con su tenaz y enérgica lucha, más allá de cómo se expresen los fenómenos y las formas en que se den las batallas.