El escenario de movilizaciones, en el marco de luchas particulares y sectoriales, locales y regionales como se da actualmente, marca un rechazo concreto y particular de las masas al ajuste.
Cada expresión de enfrentamiento impulsada desde la particularidad de sus reivindicaciones políticas y económicas frente a la depresión salarial, los despidos, frente al atropello de las conquistas y derechos laborales y sociales, frente a la represión misma que trata de impedir que el pueblo avance en sus demandas y enfrentamientos, pero que no puede contenerlo, tienen lazos comunes, incluso identificados por las mismas demandas, lazos que identifican también a las propias bases con su fuerza en el ejercicio asambleario, que son de hecho las fuerzas que llevan adelante el peso del rechazo al ajuste y que echan por tierra toda posibilidad de consensos en favor de estos planes de mas explotación y miseria.
En este marco y a pesar que todavía en el plano de la acción política -sobre la base de un proyecto revolucionario- estas luchas aún no están identificadas con la necesidad del poder local desde la unidad de las bases y la necesidad de una revolución, en conjunto, la sumatoria de ellas, no dejan de ser una marcada oposición al ajuste desde el enfrentamiento, que potencian la necesidad de avanzar en la lucha revolucionaria de masas.
Situación que da al enfrentamiento de clases una fisonomía más que preocupante para el poder monopolista, porque, de hecho, es un impedimento serio para sus planes, que contribuye sin duda a la ausencia de centralización política en las alturas.
La ausencia de consensos a consecuencia de la crisis política en la superestructura, donde las disputas de las diversas facciones del capital monopolista corrompen las posibilidades de centralización, hace que las iniciativas políticas del FMI pretendan ser un enroque para salvar las papas del ajuste, que implica también la reforma laboral y fundamentalmente buscar garantías para el pago de los préstamos y deudas contraídas por el macrismo.
Es decir, pretenden que las garantías políticas que viabilicen los acuerdos alcanzados puedan ser cumplidos y sostenidos por las espaldas de los trabajadores y el pueblo. El margen para la centralización política que la situación exige lo busca desarrollar el FMI, frente de la debilidad del gobierno, que es el reflejo de las contradicciones interburguesas.
Que se insinúen consensos sociales a partir del dialogo que el FMI sostiene con la CGT, como informa el diario La Nación en el día de hoy, es sin ir más lejos, parte de este escenario de “consensos” que desesperadamente buscan. Pero además, ello implica haber pactado encuentros más fluidos, en la idea de la “institucionalización del dialogo social con empresarios y el gobierno”, como sostienen los popes de la CGT.
Demás está decir que estos “diálogos” se han ampliado al empresariado y demás sectores sindicales y la Iglesia, sectores con los cuales se busca legitimar por arriba una política que por abajo ya no tiene ninguna expectativa.
La presencia de Macri en cónclaves empresarios, donde repite como una grabadora “Yo les digo convencido: esta vez vamos a cumplir. Y eso es un cumplimiento por parte del gobierno, de la oposición, de los sindicatos, del empresariado, todos sabemos que esta oportunidad es la que no vamos a desaprovechar y ello es lo que estamos llevando adelante”… no dejan lugar a dudas respecto del lugar subordinado del macrismo en este escenario.
La burguesía monopolista, de la mano de cualquier expresión de sus facciones en que está dividida, está encausada en una escalada de ensayo y error, enredada en su círculo vicioso de improvisación, en el que sale perdiendo nuestro pueblo, aún a expensas de su debilidad y su bancarrota.
Mientras tanto, las superestructuras burocráticas se siguen sosteniendo en el juego de la democracia burguesa y la institucionalidad del sistema, que amparan su continuidad, que son las expresiones de clase que viabilizan los consensos que busca el FMI para sus planes.
La unidad de las bases en fábricas y barriadas, desde sus avanzadas asamblearias y el ejercicio de la democracia directa para avanzar en el poder local, y desde la necesaria comprensión de un proyecto revolucionario, será el verdadero punto de inflexión, que producto de ese protagonismo nacional de la clase obrera y el pueblo, pondrán definitivamente todo este desquicio en el cadalso para condenarlo.
Es hora de decir: manos a la obra revolucionaria que nos hará libres.