Cuenta el periodista norteamericano Albert Rhys Williams (que se encontraba en Rusia cuando se produjo la revolución de Octubre) que un grupo de obreros visitó cierta vez a Lenin para preguntarle cómo organizar el trabajo en la fábrica. Lenin se encogió de hombros y dijo: ¿de dónde voy a saber yo cómo poner en marcha la fábrica… vayan y pruébenlo, luego vuelvan y cuenten lo que hayan hecho. De sus aciertos y errores, contestó en broma, escribiré un libro.
La clase dominante ha dado muestras de su incapacidad para administrar los destinos de nuestro país. El común denominador de todos los gobiernos fue acomodar el Estado a su servicio para facilitar los negociados. Su único “proyecto” es transferir la riqueza generada por nuestro pueblo al bolsillo de los capitales más concentrados.
La burguesía nos educó para pensar de una sola forma. El pensamiento único -vertido desde las instituciones del Estado- afirma una y otra vez que la clase parasitaria (la burguesía), la que no trabaja, la que no produce, es la única que está en condiciones de administrar la riqueza. Y con “su sabiduría” realizará una distribución de lo producido a toda la sociedad.
En particular, la burguesía monopolista que opera en nuestro país, los gobiernos que se sucedieron en décadas, abusaron de ese pensamiento único para hacer sus negocios y pareciera ser que “es así”. Han ganado en esa idea y utilizaron dictaduras o democracias representativas para imponerlo. Ellos, los poderosos, “administran” lo que no es suyo y parecería ser que eso es lo común, lo normal de ésta vida.
Por el contrario, todos los días los trabajadores, los explotados y oprimidos por el gran capital ponemos el país en marcha. Las fábricas, las generadoras de energía, la agricultura, los hospitales, las escuelas, las facultades, hacemos absolutamente todo y no tenemos nada. Es más, por éstos días desde el gobierno de los “gerentes” y del “señorito” Macri, insisten en la idea que nuestro pueblo vivió de fiesta y ahora todos debemos pagarla…
Entendemos que -de una u otra manera- nuestro pueblo resiste estas políticas de saqueo y en ello se le va la vida. En su larga historia, esta piedra en el zapato de la clase dominante existe y entorpecerá un camino que está llamado a más explotación y opresión. Sus actuales crisis políticas anuncian el peso de lo que está viniendo de abajo.
Pero de lo que se trata en este momento histórico, en donde miles y miles de condenados por la historia del capitalismo, de su supervivencia como sistema, intentamos encontrar nuevos caminos de salida, entendemos que -como lo hizo Lenin y tantos otros revolucionarios en la historia-, como el Che, hay que poner en marcha el país en cada fábrica, en cada barrio, en cada lugar en donde se encuentre la más cruda realidad de la pobreza y la miseria de la alienación y enajenación; lo que en esta etapa significa ni más ni menos que concentrar el enfrentamiento a éstas políticas, desde cada trinchera productiva o administrativa.
Es desde esa consideración, desde la idea que los producimos y administramos todo no tenemos nada, que podremos avanzar decididamente a una lucha por el poder para construir un nuevo Estado Revolucionario.
Si lo hacemos todo, ¿por qué no podemos administrar todo? ¿Por qué necesitamos que una clase que no hace nada nos administre desde sus escritorios llenos de estadísticas mentirosas para encubrir el robo que nos hacen?
Nada será fácil para las grandes mayorías. Desde la instalación de un nuevo poder de las mayorías habrá que aprender todo y aprovechar lo que la humanidad ha logrado en miles de años. Pero -de una u otra manera- nuestro pueblo sabrá poner en marcha el país desde otro interés y proyecto, muy lejos del carácter de “negocio” y “mercado” que nos han impuesto como pensamiento único autoritario que se corresponde con el privilegio para pocos.
Será una etapa inicial difícil y confusa, como todo inicio revolucionario y mucho más desde un nuevo Estado. Pero las tareas en ese camino de construcción futura hay que hacerlas hoy, desde la lucha y la organización política en todos los planos de nuestro pueblo en vistas a ese nuevo Estado. Hay que quebrar ese condicionamiento histórico que la única salida política es más capitalismo, llámese como se llame: neoliberalismo, populismo o lo que sea.
Una revolución en donde el pueblo ponga en marcha al país es la única salida posible, asentada en la democracia directa y enfrentada a la democracia representativa.