¿Pagar el agua?, ¿pagar la luz?, ¿pagar los servicios? …
Parecerían ser verdades absolutas e indiscutibles en el sistema actual. ¿De qué sociedad hablamos?
Hay un presente y un futuro en el que anida un potencial humano inmenso y que solo está frenado por el capitalismo, por sus diversas expresiones políticas ya sean de neo-liberalismo o populismo, que sostienen las actuales relaciones de producción. Eso es parte de esa idea absoluta de que hay que pagar los servicios. “No hay otra salida” esa es la “lógica” que transmite la burguesía en el poder…
Los gobiernos de turno acusan a “su pueblo”, nuestro pueblo de derrochadores, ni que hablar cuando del agua se trata. “Derrochamos el agua”, ese es un argumento usado comúnmente para decir, ¡cuídenla! Han tenido la osadía de emitir propagandas críticas a la población cuando una canilla pierde, se lava un coche o simplemente se riegan plantas. Con estos pobres argumentos, verdades a medias, sugieren que “dañamos lo más precioso de la naturaleza”.
Estos “señores” se “olvidan” de decirnos que el sistema que ellos defienden para sus intereses necesita del agua para producir ¡la nada!, o sea, para negociados que nada tienen que ver con las necesidades de las grandes mayorías. O en todo caso, para vendernos una botella de agua al precio de la nafta.
Si para refinar un barril de petróleo crudo se necesitan 7.000 litros de agua, la primera pregunta que deberíamos hacernos como pueblo es: ¿para qué producir un barril de crudo?
Seguramente, en el desarrollo de un proceso revolucionario y cuando comienzan a pesar los intereses de las mayorías, la producción del barril estaría sometida a cubrir las verdaderas necesidades de la sociedad en una permanente búsqueda de nuevas alternativas energéticas.
Rápidamente caería el consumo del agua y con ella, el permanente ataque que sufre la naturaleza fundamentalmente la sociedad humana.
Siguiendo con el ejemplo: ¿Se dejaría de extraer petróleo?
Difícil poder evitarlo en una primer etapa de revolución. Seguramente la clase obrera, la que produce el barril con sus conocimientos científicos y técnicos, será parte activa de un plan nacional para producir bienes o productos que puedan ir resolviendo las necesidades vitales de la sociedad, con un uso adecuado del elemento preciado para cada etapa de la producción del barril de crudo.
No será imperativo entonces, trabajar para los negociados que exigen la mayor productividad a seres humanos, una explotación de una minoría parasitaria contra quienes lo hacen todo. De un día para otro ese derroche del agua irá amenguando y con él, el dolor de la familia petrolera acosada por los vaivenes del mercado internacional y nacional. Es allí en donde comienza a generarse una verdadera conciencia del cuidado del agua fuera de toda moral hipócrita que necesita del vital elemento para producir “negocios”.
¡148.000 litros de agua se necesitan para producir un coche!
Imaginemos esta aberración en la vida diaria. Solo ir por una autopista y multiplicar por los litros de agua que se necesitaron para generar un tránsito insoportable. Un resultado catastrófico para la naturaleza y la sociedad humana. Un nuevo Estado revolucionario deberá reconvertir esa industria en forma inmediata.
No es que se dejarán de producir coches, no se puede de un día para otro revertir la idea creada por el sistema capitalista de hacer primar el vehículo individual por el de carácter social. Pero si se pueden generar inmediatas políticas del Estado revolucionario para favorecer el transporte colectivo, que comience un largo camino para terminar con un derroche que no se limita al uso aberrante del agua sino a todas las esferas de la naturaleza.
Un revolución de todo un pueblo movilizado, con experiencia de más de un siglo en producir y administrar, con cierto grado de conocimientos científicos y técnicos, no necesitará del agobio al cual está sometida nuestra sociedad laboriosa hoy. Por el contrario, las industrias reconvertidas de coches (siguiendo con el ejemplo) podrán dar las primeras respuestas a la necesidad de un proyecto productivo de carácter nacional, que responda desde el inicio a una planificación, y que permita producir lo necesario y fundamental para la sociedad desde donde emana la riqueza de la naturaleza, quebrando la división creada por el sistema capitalista entre campo y ciudad.
Se trata de ir amalgamando la industrialización de los productos generados en el agro con el único objetivo de mejorar la calidad de lo producido, y que el consumo para quienes lo producimos todo tenga la garantía de quienes lo hacemos todo, productos que en definitiva vuelven a la sociedad, o sea, a nuestras propias familias.
¿Por qué hablar y dar por sobreentendido que los servicios hay que pagarlos?
¿Por qué tolerar los tarifazos que lleva adelante esta administración?
¿Por qué no, entonces, emular lo que en varias localidades y barriadas organizan la desobediencia al pago de boletas?
Entonces:¿Por qué no avanzar con el organizarse para rebelarse?