La lucha de los trabajadores contra la burguesía en nuestro país, por el salario, las condiciones de trabajo y los derechos políticos han pasado por distintas etapas en cuanto a la formas, contenidos y significación política de las mismas, como consecuencia de las transformaciones y necesidades inherentes al desarrollo del capitalismo.
Hoy, este sistema ha llegado a un estadio que denominan “globalización”, que no es más que la concentración del capital, la planificación y la producción en un reducido grupo de monopolios a nivel planetario. Y nos referimos a la planificación en su propio negocio, porque –precisamente- el sistema capitalista se hunde en el caos de la producción sin planificación global. La mayoría absoluta de las fábricas, la tierra, los bancos, los centros comerciales y negocios en general, están en mano de un puñado de grupos en forma directa o indirecta. Esto ha sido un cambio radical en todas las relaciones clasistas a la hora de las confrontaciones económicas, sociales y políticas.
Hace rato ya que la confrontación dejó de ser contra una burguesía “nacional” que contaba otrora con un proyecto político para ofrecer como engaño al conjunto del pueblo. En esa época, de alguna manera, los negocios estaban “compartimentados”. Cada patrón planificaba la producción y resolvía los conflictos a su modo, como se lo permitía la correlación de fuerzas con sus trabajadores y necesidades, proveniente de las presiones del mercado.
Hoy, aunque parezca mentira (y no lo es) en el reinado mundial de la oligarquía financiera, la burguesía monopolista ha hecho que cualquier mercancía sea producto de un gigantesco y ajustado engranaje de producción, que involucra a obreros de los más lejanos y diversos países del mundo. Una producción encadenada a nivel mundial y nacional, altamente concentrada y socializada, que experimenta continuos cambios a causa de su crisis estructural. Se han ido imponiéndose hasta apoderarse de los Estados, poniéndolos a su servicio, y organizando a toda la sociedad como parte, para sostener el sistema de producción capitalista.
Hoy, todos los planes de la burguesía monopolista tienen una alta centralización respecto al control de sus negocios individuales; ninguna inversión, ninguna iniciativa económica, ninguna decisión política -sea cual fuese- está fuera de sus necesidades inmediatas y estratégicas de garantizar la reproducción y garantizar la ganancia.Por eso –más allá de la utilización política para justificar el saqueo que hace la burguesía respecto a situaciones o crisis a nivel internacional (como la de Turquía por los aranceles, en este momento), se esconden detrás de una parte de la verdad.
Y vale aclarar para no confundirse: en el sentido político, si hay algo que no pueden lograr es la centralización, no existe centralización en el plan nacional y menos global.
Lo que está claro es que esa “planificación” sólo encuentra un freno con la confrontación que le da la clase obrera y los pueblos. La lucha en cualquier rincón del país, por salarios, por mejores condiciones de trabajo, por el medio ambiente y la contaminación, o la problemática social, afecta directamente (aunque no lo percibamos de forma inmediata) a la realización de la mercancía a nivel global. Agudizan las contradicciones y la crisis política de la burguesía, y a su vez, alientan y atizan la disponibilidad a la lucha del resto de la clase obrera.
En fin, todos los trabajadores, todos los pueblos, somos parte de ese plan de explotación y opresión, tomada en algún lugar del mundo por la de la oligarquía financiera.
En esto radica la trascendencia nacional de muchos conflictos, los trabajadores y la sociedad luchando por su dignidad, enfrentaron los grandes proyectos del capital.
Vamos aprendiendo que las luchas no sólo se ganan en la fábrica, paredes para adentro, sino principalmente, se ganan en la calle con la masividad, movilización y unidad con el pueblo, generando esos hechos políticos que trascienden. Aprovechando todas y cada una de las fisuras que se abren con la agudización de la crisis política (cuadernos van, arrepentidos vienen) usando la coyuntura política nacional y sus contradicciones, abriendo el juego de la propuesta política del proletariado a toda la sociedad.
Asumir una visión política nacional, es un escalón más en el cambio de calidades, que lentamente, pero sin pausa, va dando la clase obrera en su reencuentro con las políticas revolucionarias.