Voceros de la oligarquía, en distintos medios de difusión masiva, vuelven sobre el tema de la dolarización. Unos a favor y otros en contra, de acuerdo a los intereses que representan y a cómo ven las complicaciones políticas que ello importaría para la marcha de la negada lucha de clases pero que, sin embargo, todos tienen en cuenta a la hora de tomar ciertas decisiones.
Lo que teníamos que decir, y que esos voceros rehúyen, respecto del eje por el cual se pretende tomar esta medida, lo hemos expresado en la nota de fecha 13-09-2018 publicada en esta misma página, aclarando que el objetivo es la baja del salario, la superexplotación y la enorme transferencia de recursos desde los ingresos populares a las arcas del capital más concentrado, profundizando la distancia entre la pobreza más generalizada y la riqueza más abultada en menos cantidad de manos.
Ese objetivo que a la vez constituye el hueso más duro de roer en política, ya que la movilización y lucha de trabajadores y pueblo en general constituye la barrera más difícil de sobrepasar para el gobierno a riesgo de que la rebeldía se enseñoree en las calles de todo el país, es el que ocultan deliberadamente, y debido a la expuesta razón, es lo que los hace dudar, discutir, enfrentarse, mostrando entre ellos los dientes, echándose culpas, etc.
Supuestamente, la dolarización o la convertibilidad eliminarán la inflación. Ahora, nadie aclara que para llevar a cabo cualquiera de las dos, es necesario previamente devaluar abruptamente el peso más de lo que se ha devaluado hasta hoy, lo cual pegaría nuevamente en el salario de una manera estruendosa. En pocas palabras la provocación de una inflación gigante y aceleradísima para luego estancar los niveles de ingresos bajísimos habiendo logrado a través de ello la optimización de la ganancia monopolista.
Pero, ¿por qué el valor nominal del dólar tiene que tener una convertibilidad permanente e igual con el peso?
El papel moneda no tiene un valor de producción que se corresponda con el valor escrito en el mismo, o sea la producción de un billete de 100 dólares no cuesta 100 dólares.
Lo que da sustento al valor nominal de los billetes de un país es la producción total de bienes del mismo. El papel moneda sólo sirve como referencia del valor producido en bienes materiales y es útil para el intercambio y la circulación de bienes, pero nunca tiene un valor en sí mismo, pues sin ese respaldo productivo no vale nada. La llamada pérdida de valor del peso frente al dólar no es más que la pérdida de productividad de las mercaderías que se producen en nuestro país en relación a las que se producen, por ejemplo en Estados Unidos, y frente al mercado internacional. O dicho de otra manera, la pérdida de productividad de todo el capital social de nuestro país, frente al capital social de Estados Unidos y del promedio mundial. Puesto en un ejemplo más simple: si un capitalista en Argentina produce en el doble de tiempo lo mismo que produce un capitalista estadounidense, a la hora de vender su mercancía va a ganar mucho menos. Si lo generalizamos con todo lo que se produce en Argentina y lo comparamos con lo que se produce en Estados Unidos, este país tiene una posición mucho más ventajosa en el mercado internacional para los negocios de los monopolios que actúan en ambos pasíses.
Y esa diferencia no se resuelve emparejando el valor nominal de ambos tipos de billetes. Emparejar los valores nominales de ambos billetes es sólo un mecanismo especulativo a través del cual, la burguesía monopolista con un capital social que no ha sido modificado sustancialmente y que, de esa manera, no haya ascendido su productividad proporcionalmente frente al capital social de Estados Unidos y del mundo, reduce abruptamente el salario social (el que perciben todos los trabajadores en su conjunto), multiplicando sus ganancias.
Si bien tampoco por este medio se aumenta la cantidad de producto fabricado en un determinado tiempo, sí se logra una tasa de ganancia diferencial que es más atractiva para todos los inversores, haciendo atractivo también el horizonte de negocios, pero sobre la base de salarios bajísimos. Al no poder aumentar el grado de intensificación o explotación del trabajo a los niveles deseados, se baja brutalmente el salario. Y como esa base de salarios bajísimos es la condición fundamental para dichos negocios, no existe la perspectiva más que de sostenimiento de los mismos al mismo nivel subterráneo por siempre. Cuando eso se rompe, estalla la burbuja sobre la que fue apoyada la paridad dólar peso. Lo cual nos refiere a la caída de Cavallo y luego la despedida penosa de Menem de sus aspiraciones presidenciales para un nuevo período y el subsiguiente gobierno de De la Rúa que no pudo frenar el embate de las masas luchando por sus condiciones de vida.
Y aquí vamos con el problema central que tendrá una dolarización o convertibilidad peso/dólar que intente sostenerse sobre esa base especulativa: la lucha de los sectores populares y, fundamentalmente los trabajadores, por una vida digna. Esto divide las aguas en los sectores imperialistas y los hace dudar y enfrentarse, porque le temen al infierno que puede desatarse contra ellos.
Todo cae en el embudo del enfrentamiento entre las clases en pugna: la burguesía monopolista por sostener y, en lo posible, aumentar sus porcentajes de ganancia y los trabajadores y sectores populares, por contar con mayores ingresos y beneficios sociales que aporten más calidad a sus vidas.