Lo que estamos viviendo es agobiante y no tiene salida en los marcos institucionales actuales. Lo único que puede ponerle freno y fin es la fuerza de la lucha popular. La democracia burguesa, llamada democracia representativa, ha demostrado ser una perfecta formalidad mentirosa para el pueblo trabajador. En ella, sólo pueden sentirse cómodos quienes viven del trabajo y sacrificio de las grandes mayorías, es decir, los parásitos dueños de todos los medios de producción y de su aparataje político, judicial y legislativo que viven de la teta del Estado que sólo sirve a sus intereses.
No se trata de una situación pasajera sino de la transformación necesaria que están haciendo los dueños del poder para sostener sus porcentajes de ganancia y poder competir en el mercado mundial con absolutamente todo lo que producimos los trabajadores y que ellos se adueñan. Trabajamos, nos sacrificamos, sudamos, sufrimos y postergamos sueños, proyectos y satisfacciones de vida para que los parásitos sostengan sus ganancias y tomen decisiones políticas y económicas para tal fin y, nunca, para satisfacción de las necesidades y aspiraciones de trabajadores y pueblo laborioso.
Gobierno tras gobierno, nos mienten y prometen mejoras que nunca ocurren. El robo de miles de millones de dólares de riquezas y esfuerzo colectivo de toda la población se consuma frente a los ojos de millones de gente que se sacrifica a diario y no ve ningún beneficio a su favor. No hay partidos políticos institucionales con proyectos políticos diferentes. Los mismos se han constituido en antros de bandas corruptas que sólo sirven para arribar a los puestos gubernamentales y estatales en general a fin de proteger y, en lo posible, ampliar los márgenes de ganancia de quienes los ayudan a encaramarse en dichos puestos y les dan jugosas comisiones a través de la corrupción generalizada que supera en gran medida lo que individualmente se pueden llevar los funcionarios. Se trata de millones que se “reparten” o disputan en el seno de la clase dominante, la burguesía monopolista.
Ésta no es una situación sino un camino sin retorno dentro de este sistema. No se supera con un gobierno más justo o sensible. Pues esa clase burguesa no tiene sensibilidad para el pueblo. Los gobiernos que se suceden y los que vendrán a través del sistema electoral tal como está, fueron, son y serán enemigos de los intereses populares.
Como trabajadores, como pueblo laborioso es imprescindible profundizarles la ingobernabilidad para frenar y, en lo posible, hacerlos retroceder en su voracidad. Profundizar la pelea y extenderla a todos los confines del territorio nacional. Ante esto, muestran debilidades, dudan, retroceden y se pelean entre ellos.
Pero ello no es suficiente. Hay un proyecto revolucionario en marcha y es sumamente necesario profundizar esa fuerza unida, organizada y sólida para que se erija como actora de la voluntad de los trabajadores y el pueblo contra esa fuerza poderosa en lo económico pero muy pequeña en número y que hoy cuenta con grandes debilidades políticas para el engaño y el sostenimiento del sistema.
No se trata de juntar votos, porque a través de la vía electoral es imposible enfrentarlos ya que han instaurado leyes, mecanismos, controles y montos fenomenales de dinero y capital para acceder a los cargos que sólo la corrupción organizada del sistema puede lograr. En una palabra, hombres y mujeres de su propia clase burguesa o al servicio de ella que atacarán y cercenarán derechos, ingresos económicos y medios de vida a los trabajadores y al pueblo.
Se trata entonces, en medio de una batalla permanente contra sus intereses y a favor de los nuestros, de encontrarnos, unirnos, organizarnos en una expresión política, masiva capaz de llevar adelante un proyecto de país a través del cual podamos utilizar el producto de nuestros esfuerzos en beneficio de quienes trabajamos y producimos todo. Un país, que sea nuestro, que podamos disfrutar y proyectar un futuro para mejorar y crecer.
Lo que hoy tenemos lo hemos logrado a fuerza de lucha, profundizándolo y generalizándolo. La pelea es no dejarlos gobernar, para obligarlos a mejorar nuestras vidas con lucha, enfrentando cada iniciativa que tomen en nuestra contra, descubriendo y poniendo en evidencia sus mentiras, haciéndolos retroceder con la fuerza de la movilización.
Llevar adelante una lucha a fondo por nuestros derechos de todo tipo: económicos, sociales, políticos, etc.
Plantear una lucha por puntos comunes para avanzar en lo que nos une y organizarnos en cada lugar de trabajo, barrio o escuela y facultad. Por un ingreso mínimo para cada trabajador, jubilado y pensionado igual a la canasta familiar, por un 40% de aumento de salarios, plantarnos contra los despidos, por viviendas para todos, por salud, educación. Practicando la democracia directa que venimos ejercitando en cada lucha. Porque ese país soñado no depende de esta lacra que nos gobierna y de los que, detrás de bambalinas, tienen el poder de decisión: la burguesía monopolista.
Ese país libre de estos parásitos depende de los trabajadores y de los sectores populares oprimidos por el gran capital, el camino es el de la lucha permanente contra ellos. La fortaleza endeble de ellos es la aún débil organización de trabajadores y pueblo laborioso en la fuerza orgánica política nacional capaz de vencerlos. Construirla es el reto que tenemos para salir definitivamente de este infierno al que nos quieren condenar.