Las palabras socialismo y revolución están asociadas a muchas cosas en el sistema capitalista, desde ya que ninguna de éstas corren a su favor.
El socialismo denominado por la actual clase dominante es un socialismo por fuera de desarrollo histórico de la sociedad humana. Se lo aísla, se lo concibe solo y –fundamentalmente- desde los regímenes que se proclamaron socialistas y de cómo la humanidad “fracasó” en sus intentos por mejorar las condiciones de oprobio al cual estaba y están sometidos hoy más de 7.000 millones de almas en nuestro planeta.
El socialismo es una necesidad histórica, como en su momento lo fueron el capitalismo, el feudalismo y el esclavismo… pero resulta que hoy quienes reivindicamos el socialismo “somos fatalistas”.
Se busca esconder la concepción de socialismo como una organización social para producir productos e intercambiarlos en función social, lo que implica en lo sustancial poner los medios de producción en manos de la clase obrera y el pueblo.
La clase dominante lanzó la piedra y escondió la mano. En ese terreno ideológico sacó una ventaja importante a los ideales revolucionarios, imponiendo el concepto de mercado y el consumismo por sobre todas las cosas.
El socialismo es una necesidad histórica porque es la única sociedad que para avanzar en el progreso de la humanidad concibe a la sociedad humana como la fuerza productiva más importante y como dueña de su futuro. La explotación del hombre por el hombre no es más soportable para que la humanidad pueda avanzar. Se necesita cambiar.
Desde la Comuna de París en adelante, la clase obrera construyó muchos cimientos. Para ello, el principal fue el haberse constituido como clase independiente de la burguesía. Sobre esa base se hizo mucha acumulación, aunque la mayor parte de ella sumó al torrente de la experiencia proletaria y popular, lo que no es poco.
Pero, derrota del socialismo no significó fracaso, como nos dicen. Nunca antes, en el desarrollo histórico, las fuerzas productivas de cambio, las que luchaban por nacer, se afianzaron en sus intentos por destrabar la historia de una vez y para siempre. Para ser burguesía y transformarse en clase dominante, tuvieron que pasar siglos de idas y vueltas. La burguesía convivió con monarquías, aristócratas, conmovió cimientos, pero no fue poder hasta consolidar revoluciones burguesas.
Las fuerzas productivas tenían que desarrollarse y el feudalismo frenaba la expansión, vinieron épocas de revoluciones burguesas, progresistas, que permitieron facilitar el desarrollo de la humanidad en períodos relativamente cortos. La humanidad había dado progresos impensados.
Las fuerzas productivas de la sociedad se liberaron hasta cierto punto del peso feudal.
La palabra revolución se asociaba al progreso. Revolución era un símbolo de libertad, dignidad, progreso social. Revolución era concebida con la idea de cambio estructural de una sociedad maniatada por el interés de una clase reaccionaria y conservadora de relaciones de producción que paralizaban a la sociedad.
Socialismo y revolución. El primero atado al cambio de manos de la posesión de las fuerzas productivas para desatar la historia. Es decir, a favor de los explotados y oprimidos. Revolución es concebir un nuevo Estado desde nuevas relaciones de producción. Una revolución de carácter proletario y popular, socialista, que atraviese un período histórico, en donde la nueva clase en el poder vaya construyendo un Estado fuerte y que –contradictoriamente- desde su primer decreto revolucionario, comience el largo período de extinción.
Hoy en día, nos dicen o “sugieren” que, hablar de socialismo y revolución, concebir la política, la táctica y la estrategia desde esa concepción histórica “ha pasado de moda”. La intelectualidad burguesa ha fogoneado ese concepto de “fracaso” y desde allí, bastardea el verdadero contenido del desarrollo histórico, del devenir humanidad. Ni los más “avanzados” programas que pululan hoy en día mencionan socialismo y revolución.
Esa ideología dominante ha golpeado a las fuerzas materiales de la revolución. No puede hacerlo en lo político porque la burguesía hace agua por todos lados. No hay punto en el planeta que su crisis política estructural pueda superarse en el corto o mediano plazo, pero ha sido muy coherente en lo ideológico a sabiendas que si no hay revolución socialista las luchas de los pueblos en el mundo -y la de nuestro pueblo en particular- caen siempre en un callejón sin salida. Se lucha, se conquista, ponemos los muertos, y volvemos a luchar. Nos han impuesto la idea que revolución y socialismo es mala palabra y nos condenan de por vida a un sistema que nos obliga a arrodillarnos… por que las cosas “son así”: solo capitalismo y más capitalismo.
Es hora de ir acumulando las luchas, la movilización, y la diversidad de organizaciones al socialismo y a la revolución, como liberadoras de la sociedad. Hay que propagandizar este ideal de sociedad, muy lejos de cualquier utopía abstracta.
Cuando nuestro partido levanta la propuesta política de 6 puntos para la hora actual, un programa eminentemente político, lo hace pensando en la conquista dentro del propio sistema capitalista y advirtiendo en esta táctica que la lucha no termina en la conquista en sí misma, sino que hay que seguir acumulando fuerzas que se dirijan al socialismo y a la revolución.
Es muy cierto, no hay que agitar por agitar con frases hechas de revolución y socialismo, pero de allí a esconder la necesidad de políticas que nos lleven a la revolución socialista liberadora del hombre, está muy mal. Hay que explicar por qué es necesario avanzar a la revolución social, en qué consiste, erosionar la ideología burguesa que esta impuesta a nuestro pueblo contra una salida que no sea más capitalismo. En ese sentido, de lucha ideológica, el socialismo y la revolución, son armas fundamentales, son objetivos claros para destrabar la historia. Son una alternativa política al sistema capitalista.
No es suficiente que haya crisis en el actual sistema para que el mismo desaparezca de la faz de la tierra. Al capitalismo se lo debe derrotar y en ello levantamos las banderas de todas las revoluciones verdaderas, proletarias, sostenidas en el tiempo a pesar de todas las vicisitudes.
No nos confundimos con “revoluciones socialistas” que vinieron para sostener las relaciones de producción capitalista, para engañar a los pueblos hambrientos y esconder salidas revolucionarias definitivas.
Seguimos reivindicando en nuestro programa estratégico el socialismo y la revolución que nos permite en cada política cotidiana, de lucha de clases intensa, no confundir el norte de toda acumulación en todos los planos que se trate.
Revoluciones socialistas que derrotadas o no, ¡jamás fracasaron!, ya que el guante desafiante de la historia ha sido recogido por nuevas generaciones, que desde los escombros ideológicos producidos por la clase burguesa, parasitaria, intentan una y otra vez adecuar la historia de la humanidad a un progreso que ordene de una vez por todas los destinos de los pueblos.