La clase burguesa actúa como bloque a la hora de defender sus intereses y en momentos de tensión como los que vivimos, se alinea como un solo hombre detrás de las elecciones de 2019.
¿Qué queremos decir con esto? Que hace hasta lo imposible (y lo impresentable) por sostener “los parámetros institucionales” que empujan a sostener -frente a millones- que “la solución” de nuestros problemas vendrán con el voto del año que viene.
En este plano, un problema de fondo que debemos considerar en profundidad las fuerzas revolucionarias es que una gran masa de nuestro pueblo ha sido embretada en ese electoralismo, estéril, tramposo, funcional a intereses que nos son ajenos.
La burguesía ha desdibujado el papel de las clases, del proletariado, y lo hace con el objetivo de perpetrar el engaño y sostener su dominación.
Se da por sentado que la única manera de intervención política que tenemos las mayorías es a través de las elecciones, o sea, a través de la democracia burguesa. De tal forma, nos colocan en su territorio, en el corral de lo que políticamente se puede hacer, en definitiva, bajo SUS reglas de juego. Allí todo lo dominan y manejan, siempre encuentran la vuelta de zafar, disponen de todos los recursos y medios, y hasta son capaces de promover o facilitar expresiones reformistas y oportunistas que les sirvan para “equiparar” la balanza de “buenos y malos, de progresistas y reaccionarios, de izquierdas y derechas”, ocultando la confrontación de clases y vendiendo los espejitos de la conciliación. Así las cosas, estaríamos “eligiendo” en libertad, con el sutil detalle que todos los actores son empleados de la misma compañía…
En muchos de los textos que hemos publicado seguramente podrá leerse en más de una oportunidad que nuestra lucha es por el poder. Es una definición muy breve –por cierto- pero que condensa -en su esencia- todo el carácter de la lucha revolucionaria que la Humanidad ha venido acumulando hace más de un siglo.
La lucha por el poder es la lucha por la destrucción del Estado de la caduca y moribunda sociedad capitalista. No la queremos emparchar, ni mejorar, ni acomodar…
Sólo sobre sus ruinas, será posible construir una nueva sociedad, de carácter socialista. Porque la existencia de la sociedad capitalista va a contramano del proceso histórico y su sostenimiento, es lo que ahoga la posibilidad de desarrollo del ser humano. Ocurre en nuestro país y forma parte del mundo dominado por la burguesía.
No les gusta reconocerlo, tergiversan y ensucian lo que sucede, pero es material que las leyes objetivas de este sistema de producción basado en el capital y la apropiación de unos pocos de lo generado con el trabajo de millones, plantea una serie de contradicciones sociales insoportables, en donde las clases antagónicas (proletarios y burgueses) colisionamos, nos enfrentamos y medimos fuerzas en forma cotidiana. Y esto no tiene nada que ver con el voto ni con la democracia burguesa.
El Estado y todas sus instituciones están para proteger esa relación social injusta, y cuando de alguna u otra forma, aflora el verdadero antagonismo, siempre estará presto a actuar en forma represiva para sostener el orden capitalista en la sociedad.
La fraseología de igualdad, democracia, justicia social, y libertad sucumben frente a esta realidad, cuando la lucha y el enfrentamiento entre los antagonismos de clase se hace presente, desnudando que la “santa institucionalidad” está al servicio de la clase social propietaria. Igualdad, democracia, justicia y libertad, existen solamente para muy pocos, los burgueses monopolistas. El resto de la sociedad argentina estamos sometidos a sus designios, las decisiones de esos capitalistas.
Toda idea basada en que el pueblo a través del voto deje en manos de sus verdugos el alcance de su participación política, así como “la ampliación o la profundización” de la democracia (burguesa), el reclamo por la presencia del Estado para que regule las relaciones sociales, la estatización de resortes económicos, la controversia de estatal o privado, no sólo es falsa y anodina sino que encubre el problema central y desvía el eje de la lucha contra el poder burgués. El clamor sobre “la presencia del Estado” o el reclamo por el “Estado ausente”, es como pedir un salvavidas de plomo. Cuando la burguesía gobierna, cuando el Estado interviene, lo hace para bloquear, ahogar o reprimir las demandas del pueblo contra SU poder y nunca para resolver los problemas sociales, salvo cuando la lucha del pueblo lo determina de otra manera.
Sólo la lucha contra el poder burgués, el enfrentamiento al intento de imposición de sus políticas para continuar con este estado de cosas, la organización para avanzar hacia una mejor vida por parte del pueblo, son la única herramienta efectiva para alcanzar mejores condiciones de vida, porciones de justicia, mejor distribución de la riqueza, conquistas políticas y sociales, etc., en el período que le queda de vida a este sistema capitalista que resiste a su eliminación.
No partimos de cero. Los trabajadores y el pueblo ya hemos iniciado un camino independiente del poder burgués desde el ejercicio de la democracia directa. Esto es lo que nos permitirá ver con más claridad no solamente los sectores en pugna sino que irá dejando al descubierto el instrumento que usa la burguesía para sostener su dominación: el Estado.
La lucha por la revolución, por el poder, sólo puede concebirse como la lucha por la destrucción del Estado capitalista, como paso previo a la construcción de una nueva sociedad.
No desconocemos que, por el peso ideológico que la burguesía descarga sobre las espaldas de toda la sociedad por años y generaciones enteras, muy probablemente en una charla entre compañeros de trabajo, en una mesa familiar, o en un descanso de la cursada, hoy pueda sonar “políticamente incorrecto” si hablamos de luchar por el poder o destruir el Estado capitalista.
Pero si de algo debemos estar seguros los revolucionarios, es que esa conducta es la única que allanará el camino para que las ideas revolucionarias continúen enraizándose con la fuerza necesaria en el seno de nuestra clase, para terminar de una vez y para siempre con semejante inhumanidad. Porque como dijera Ernesto Guevara: “El capitalismo es el genocida más respetado del mundo”…