Vivimos un tiempo político donde la lucha de clases no alcanza aún a expresarse organizada en el campo de la clase obrera y el pueblo detrás de un proyecto verdaderamente revolucionario, a pesar de un sinnúmero de expresiones políticas revolucionarias diseminadas en todo el arco del campo del pueblo, que batallan incansablemente en la búsqueda correcta que le dé un envión a una alternativa de cambio de fondo a los males que nos aquejan, y que cada día traen mas sometimiento y padecimientos a la vida miserable a que nos condena la burguesía.
Cientos de conflictos se dan a diario que ni alcanzamos a percibir o enterarnos de su totalidad y dimensión, donde la expresión de unidad se termina generando en los hechos puntuales cuando el ejercicio asambleario emerge como la máxima autoridad. La bronca y el descontento que se percibe en los comentarios en los trabajos y en las calles son muy fuertes y le dobla las rodillas al poder. Pero no es suficiente y esa es –precisamente- la ventaja que tienen los monopolios, mientras intentan rearmarse cuando se les caen sus castillos de naipes.
Una amplia facción de la burguesía monopólica ya es consciente que este gobierno quemó todas las naves que terminaron dejando a la gobernabilidad caminando por la cornisa. De hecho -ya sea a través de sus comunicólogos o de sectores económicos muy poderosos a nivel mundial (con intereses específicos en nuestro país)- directamente lo demandan: con discursos drásticos señalan la necesidad de avanzar en las reformas tributarias, jubilatorias y laborales, exigiendo mayor celeridad a costa que el actual gobierno no sea reelecto (o mejor dicho, que se apure… total ya no tiene posibilidades). Ven tales medidas como “el broche de oro” final del saqueo a costa que la crisis política se les profundice. En pocas palabras: hay un sector de la oligarquía financiera que le bajó el pulgar al gobierno, y hay otro sector trata de sostenerlo.
Esto expresa una tremenda contradicción (ya no del análisis sino de la realidad), entre gobernabilidad y sus necesidades de explotación al pueblo, entre crisis políticas y disputas de intereses… como lo son los tiroteos entre los miembros de la suprema Corte, que en realidad son la punta del iceberg de las disputas de los negociados llevadas al terreno jurídico, un frente de operaciones más de las grandes diferencias ya en el seno de la propia burguesía.
El resultado de las presiones y el temor que les genera la lucha de clases, en simultáneo con sus disputas por la concentración económica, los lleva a “rever” un viejo pero nuevo recambio político que no es otra cosa que ver de qué manera disfrazan la nueva gobernabilidad en un futuro casi inmediato. Esto es el “famoso” Frente de Unidad Nacional… ¿Dan risa? Sí, es así, no les queda otra y a desempolvar el populismo agiornado, tratando de armar un recambio.
El fallo favorable a Cristina Kirchner en una de las causas, el arrime de Sola y los gordos como Moyano, Pignanelli, Daer -y ahora Caló-, más las declaraciones de amigabilidad de Masa hacia Cristina, como puente para atraer a los gobernadores del peronismo federal con un discurso amplio de un frente anti-Macri, donde estén todos incluidos y a la cola de los monopolios, donde convivan la biblia y el calefón tratando de venderle al pueblo una falsa salida, es decir más de lo mismo, con el discurso populachero de siempre.
Pero sin ánimo de repetir lo mencionado en el inicio del artículo y en tantos escritos que hemos publicado, aquí aparecen dos claros aspectos: la jugada de la burguesía es un manotazo de ahogado producto de la presión de la lucha de clases (que existe independientemente de la fuerza o no de una alternativa revolucionaria); y por otro lado, la ausencia de tal alternativa se constituye en la única “fortaleza” que les queda para poder armar este nuevo intento de engaño que en el fondo no engaña a nadie.
El apuro por recomponer un recambio es un indicativo de la gravedad de un plan económico que va a estallar por los aires, y la burguesía intentará capitalizar ante una posible situación explosiva de parte de nuestro pueblo.
Está en los revolucionarios -bien insertos a la experiencia de la lucha de la clase obrera y el pueblo- que seamos capases de jugar un papel para organizar y orientar políticamente la lucha de clases hacia una salida revolucionaria.