La lucha de clases no depende de ninguna voluntad, existe de manera objetiva y, por lo tanto, las fuerzas fundamentales en pugna (burguesía-proletariado) no pueden eludirla. Muy por el contrario, las clases se ven inmersas en ella y actúan en función de sus intereses pasando por avances y retrocesos, de acuerdo a la correlación de fuerzas que logren en cada etapa.
Sin embargo, los tres aspectos en los que se manifiesta la lucha (el ideológico, el político y el económico) se desarrollan también con la actividad consciente que las clases en pugna realizan. Cuando esta actividad consciente se realiza, allí sí entra a jugar la voluntad; la clase dominante para mantener su dominación y la clase obrera y demás capas populares para sacarse de encima ese yugo y construir una sociedad libre de explotadores y explotados.
Por lo tanto, tal como lo definiera Lenin, la tarea fundamental del partido revolucionario es “organizar la lucha de clase del proletariado y dirigir esta lucha, que tiene por objetivo final la conquista del Poder político por el proletariado y la organización de la sociedad socialista” (1).
Organizar la lucha de clase del proletariado y dirigirla no abarca, bajo ningún concepto, inventar formas de organización por fuera del proceso de la lucha de clases. Las formas organizativas son las que el movimiento va creando y fortaleciendo, en función de sus necesidades y experiencia.
La revolución sin organizaciones de masas es imposible; y sin partido, también. Organizaciones de masas-partido son una unidad que tiene contradicciones, pero las mismas, lejos de ser antagónicas, son parte de un mismo proceso dialéctico. Ni una ni otra herramienta por sí solas puede lograr el objetivo final que es la disputa del poder político.
La cita de Lenin, en lo que se refiere al papel del Partido para “organizar la lucha de clase del proletariado y dirigir esa lucha” implica que la lucha de clase del proletariado es la lucha política abierta contra su enemigo, la burguesía; dirigir esa lucha es darle el norte de la disputa del poder político para la construcción de la sociedad socialista. Ambas tareas son inherentes al papel del partido. Para eso existe y para eso se organizan los destacamentos revolucionarios en el seno de las masas. Las acciones de masas y las organizaciones que se construyen desde las mismas son revolucionarias en su esencia, pues en los hechos cuestionan el poder establecido de las instituciones burguesas. Eso solo no alcanza. Lo inconsciente hay que hacerlo consciente y ese paso es responsabilidad del partido.
El partido revolucionario eleva la importancia objetiva que esas organizaciones tienen de por sí cuando cumple con el papel que está llamado a cumplir: construir las organizaciones partidarias para disputar en el terreno la dirección política con fuerza material objetiva, organizada, impulsando la agitación y propaganda revolucionarias en forma masiva, volcando el proyecto de la lucha revolucionaria por el poder a las más amplias masas.
Además del aporte a la construcción de las herramientas de masas los revolucionarios debemos cumplir el papel de organizar a las fuerzas que están decididas construir el partido pues comprenden la necesidad de esta herramienta estratégica para la revolución. De no llevar adelante esa tarea caeremos en la imposibilidad de que el partido dispute la dirección política del movimiento de masas con una fuerza material que sintetice, elabore, impulse y aplique organizadamente las iniciativas políticas que el partido cree como necesarias en cada etapa.
Asimismo, se pierde la capacidad material de llevar adelante su independencia política. La independencia política del partido no es para reemplazar a las masas, sino precisamente para llevar adelante acciones que el movimiento de masas por sí mismo no puede realizar.
La construcción y extensión de la fuerza partidaria desde una fábrica o centro de trabajo nos posibilita dirigir la lucha tanto dentro del establecimiento como afuera. La unidad, la ruptura del aislamiento, la nacionalización de las políticas que llevamos adelante cotidianamente, la construcción de las organizaciones de masas, entre tantas otras, son parte de las tareas que nos abrirán y acrecentarán la acumulación y el desarrollo en la correlación de fuerzas en la lucha política.
Sin el partido organizado entre las masas se frena el proyecto, la clase obrera y el pueblo no conocen el camino a seguir para la disputa del poder. En definitiva, no cumplimos con la misión de desatar las fuerzas existentes que están mostrando con sus luchas las aspiraciones de cambio.
Creemos que estos son temas candentes de la realidad de la lucha de clases actual. La tarea de construir el partido revolucionario, en este caso nuestro PRT, es tarea de nuestros militantes y de los miles de hombres y mujeres que luchan incansablemente contra las injusticias del sistema y cuya fuerza material, inteligencia y sabiduría es necesaria para llevar adelante esta empresa.
(1) V. I. Lenin, Nuestro Programa, 1899.