Las únicas capaces de condicionar las medidas que el gobierno de la burguesía monopolista intenta llevar adelante, son las fuerzas organizadas del pueblo trabajador. Pero la experiencia acumulada no se traduce automáticamente en la acción: los trabajadores hemos ido haciendo nuestra propia experiencia, cargada de idas y vueltas, y también de dificultades. Las experiencias de organización independiente van rompiendo el corsé de “lo institucional” y las dificultades fueron dando paso a las victorias, pequeñas primero, más grandes luego, que han ido acumulando fuerzas y cimentando la verdadera esencia de todo este proceso. Que adoptó diferentes formas, que en ningún lado se ha dado del mismo modo, pero contiene el carácter esencial que atraviesa la lucha de clases en la Argentina: el ejercicio de la democracia directa, allí donde debe fundarse el poder revolucionario de los trabajadores para la construcción de una nueva sociedad.
Sin que aún se tome cabal conciencia de ello, la experiencia por sí misma, que se ha dado desde la lucha y la movilización, contiene esa esencia y sobre esa base fundamental se deben emprender los desafíos que los revolucionarios tenemos por delante.
En este marco debemos tener claro que las fuerzas políticas de la clase obrera, para lograr convertirse en el referente político de toda la lucha de las masas, son insuficientes. En esto tienen mucho que ver las políticas que por más de tres décadas el poder burgués ha desplegado en el terreno ideológico.
Es enorme el aporte que en este terreno hace la ciencia del proletariado -el marxismo leninismo- pero en estos momentos queremos detenernos específicamente en un punto: la continuidad o no del régimen de explotación está atada a que los trabajadores se constituyan como clase de vanguardia capaz de levantar un proyecto político de cambio para toda la sociedad.
El papel transformador que debe cumplir el partido revolucionario y sus militantes radica en que el conjunto de la clase obrera pase de ser una clase “en sí” (es decir, una clase que conoce, sufre y lucha contra la explotación a la que es sometida cotidianamente), a una clase “para sí” (es decir, una clase consciente de su papel determinante en la producción y reproducción del sistema capitalista, capaz de acaudillar al conjunto del pueblo en la lucha contra el mismo).
Un ejemplo: en una zona donde existen industrias y poblaciones alrededor, se expresan diariamente luchas por diversas reivindicaciones, tanto en los centros de trabajo, como en los barrios, las escuelas, los hospitales, etc. El partido actúa en todas ellas, llevando adelante sus políticas y procurando que se plasme la unidad política entre todos esos sectores en lucha.
Difícilmente esa unidad nunca pueda lograrse si la concebimos sólo desde las reivindicaciones puntuales de cada sector; pero sí, si la planteamos desde una unidad superadora que solamente puede construirse enarbolando objetivos políticos que engloben los intereses sectoriales en un interés común de lucha contra el sistema opresor, con un proyecto de cambio revolucionario que le brinde horizontes más amplios a esas luchas por las reivindicaciones.
Cumplir ese cometido implica llevar a la clase trabajadora las iniciativas políticas que van más allá de la lucha cotidiana contra el patrón, explicando la relación entre la clase obrera y todas las demás clases; desnudando las políticas de los monopolios, dentro y fuera de las empresas, como las responsables directas de los padecimientos obreros y populares; explicando por qué la clase obrera es la única capaz de erigir un proyecto emancipador para todo el pueblo; etc.
Mal haríamos si separásemos “lo de adentro con lo de afuera”; todo es una sola política que debe apuntar a unir lo que la lucha económica no puede hacer.
Las bases materiales para desplegar estas acciones están dadas en el grado de desarrollo de las fuerzas productivas que alcanzaron las relaciones capitalistas de producción en nuestro país, lo que significa que, objetivamente, la clase obrera es la vanguardia social porque el propio sistema la ha colocado en ese lugar.
Ese papel de vanguardia objetiva debe transformarse en el de vanguardia política de toda la población, pero para ello, es indelegable el papel del partido revolucionario y sus militantes.