El presidente Macri y la ministra Bullrich se refirieron a los hechos violentos ocurridos el último fin de semana en las inmediaciones del estadio de River.
En el discurso echaron la culpa a las barras bravas y se desentendieron del tema. Macri llegó a decir “No entiendo”. El señorito presidente perdió compostura y pareció jugar al juego del gran bonete: ¿Yo señor? ¡No señor! Pues, entonces ¿quién es el culpable…? ¡El gran bonete!
El gobierno de la ciudad a quien responsabilizan por el “fracasado” operativo de seguridad, hizo renunciar al ministro de justicia y seguridad Ocampo y puso en su reemplazo a Santilli, quien manifestó que seguirá luchando contra las barras bravas.
El tema sigue dominando el centro de los medios masivos de difusión, a través de los cuales varios ideólogos y comentaristas de toda laya tratan de salvar la camiseta de las instituciones del sistema. La fórmula utilizada es: “la sociedad está enferma”, lo cual coincide con los dichos de Macri y la Bullrich, intentando tapar las reales responsabilidades de este Estado al servicio de los monopolios que no sólo no sirve a la clase obrera, trabajadores y pueblo laborioso sino que cada vez queda más evidente que está perfecta y necesariamente en contra de la parte mayoritaria y sana de la sociedad.
Tratan de ocultar que Santilli (el padre del actual ministro) fue presidente de River, presidente del Banco Central y cobijador de barras bravas, el amigo de Macri, Agelici, presidente de Boca, operador del poder judicial, hace lo mismo, al igual que las dirigencias corruptas de clubes, la AFA, la Conmebol, la FIFA, los grandes grupos monopolistas que utilizan a barras bravas como fuerza de choque contra los trabajadores. También los sindicatos propatronales, los funcionarios del Estado, la policía y fuerzas de seguridad que cobra su parte del botín, venta de drogas al menudeo o cobranza de estacionamientos y ventas de entradas que estos lúmpenes realizan, etc.
Las barras bravas existen porque existe la burguesía monopolista que debe sostener los diversos negocios que realiza y que perjudican las vidas de los millones de trabajadores y pueblo laborioso. Son parte del poder de dicho sector de clase y como tal tiene las contradicciones inherentes a los diversos monopolistas que disputan no sólo los negocios sino también el poder de decisión. Son, como los espíritus malignos de la caja de Pandora, hija de los dioses, ya que una vez liberados, ningún dios pudo controlar porque, dicho sea de paso, siguiendo con la metáfora, ningún dios controla a los demás dioses en el ocaso de su reinado.
Estas barras bravas son semejantes en cuerpo y alma a la burguesía que los creó y los sostiene: hacen negocios espurios, no tienen unidad, se enfrentan entre sí, se disputan territorios, son capaces de cualquier crimen para obtener sus ganancias, cuentan con el amparo del Estado y de las leyes aunque actúen por fuera de ellas tal como lo hacen sus mandantes, tienen jueces amigos igualmente corruptos, son lacras que parasitan la sociedad, haciendo daños a trabajadores y pueblo laborioso. Son parte de la lucha inconciliable de las clases.
Las barras bravas están hechas a imagen y semejanza de la burguesía monopolista. La segunda es su patrón, las primeras son esbirros a servicio del poder y parasitan bajo su protección.
Echarle la culpa a las barras bravas y prometer erradicarlas es otra más de las mentiras que brotan de las sucias bocas de la burguesía. La responsable es la propia burguesía ya que su sistema capitalista que se empeña en sostener a pesar de que está podrido y en fase decadente e históricamente terminal, reproduce capital en la misma proporción que lúmpenes de toda laya.
Las luchas masivas por las reivindicaciones de todo tipo que emprenden trabajadores y pueblo son las que arrinconan a la burguesía y, por reflejo, arrinconan a los lúmpenes. Por ejemplo, eso ha pasado y pasa en barrios en los que, con movilización masiva y unitaria, tomando el problema en propias manos, sin la participación del Estado y de ninguna fuerza de seguridad, se desaloja a los traficantes y soldados de la droga. He ahí el antídoto frente a las barras bravas, el mismo que sirve para combatir a sus mandantes y el poder de su Estado.