El agobio y el cansancio que produce en la población un evento de este tipo es parte de la situación política reinante.
Este muestreo de “líderes” mundiales, en un contexto extremo de tensiones que se extienden por todo el planeta, no hace más que ratificar que la crisis política que envuelve al sistema capitalista está tocando cimientos de una estructura golpeada y erosionada, que aún pretende contener las aspiraciones de progreso de los pueblos.
Líderes impresentables, un Macron recibido en la escalinata del avión por un trabajador con chaleco amarillo sería una buena postal para advertir, irónicamente, que en los patios traseros de los países presentes las cosas están muy revueltas.
Si nos dejásemos llevar por los resultados del último G20, ratificaríamos la idea central de decadencia del organismo, nacido para centralizar políticamente el rumbo del sistema capitalista y reemplazar una institución como las Naciones Unidas, perimida desde hace varias décadas.
No hay “nacionalismos”, “populismos” o “liberalismos” entendidos con viejos términos, cuando la globalización hizo pie. Por el contrario, esas nominaciones más trascendentes, más conocidas, adquirirán posiblemente otras expresiones. Pero lo cierto es que los Estados presentes en esta cumbre responden cada uno de ellos y a nivel planetario a las disputas imperialistas, disputas que usan los Estados para dirimir la dominación.
El G20 responde a lo viejo del sistema capitalista. Sus líderes son expresión de ello, las decisiones de los negocios encuentran otros carriles para desenvolverse y todo indica que por la agenda a debatir, la misma está fuera de la actual realidad.
Rusia captura tres buques Ucranianos, Europa debilitada en su “Unión” Europea tironeada y presionada en un todo político y económico, China y EEUU en una guerra comercial sin precedentes, son un básico muestreo que dentro de esos Estados la maraña de intereses monopolistas presentes en todos ellos imposibilitan generar un instrumento mundial de centralización política.
No hay ni puede haber cierre de fronteras a la “vieja” usanza. La historia no puede volverse atrás. Un automóvil contiene al menos 11.000 autopartes y el mismo se ensambla en pocos minutos con componentes de todas partes del mundo, en plantas de todo el mundo. Pretender que el sistema se cierre en Estados nacionales es un absurdo, o la intención de insertar un nuevo y gran engaño a los pueblos del mundo.
Olvidar que la globalización tuvo por objetivo central bajar el salario a nivel planetario, es olvidar la necesidad del sistema capitalista por frenar la caída de la tasa de ganancia.
Es olvidar en esta época histórica el papel de los Estados en este problema central.
Allí está la puja imperialista y cada sector dominante en cada Estado contiene esas disputas políticas y económicas.
Habría que preguntarle al decadente Trump qué pasa con General Motors, cuando amenazó con cerrar varias plantas en EEUU, o cuando la Ford fue amenazada por esta misma administración de frenar importaciones de esa marca producidas en España. Dos emblemas “norteamericanos”, dos símbolos del «sueño Americano”, «orgullo Americano», utilizando los Estados imperialistas para abaratar los salarios.
Los procesos de concentración económica seguirán su camino “irrenunciable” de avance, ningún Estado monopólico de todos los presentes hoy en nuestro país tienen la intención y la posibilidad histórica de sentarse en una misma mesa para negociar una paz duradera de la guerra imperialista, todo está en disputa y no es un momento más. No hay un sector de la oligarquía financiera capaz de someter a otros, los riesgos de guerra mundial son serios.
Son decadentes por éstas mismas circunstancias, porque más allá de toda la parafernalia desatada por los medios, la vida sigue y los pueblos del mundo han comenzado un largo proceso de luchar por su dignidad. No hay lugar en este planeta en que los de “arriba” no estén cuestionados, a veces ello se expresa con virulencia otras veces con conquistas políticas democráticas ganadas en las calles, pero el devenir de la lucha de clases está pulverizando lo que se manifiesta hoy en el G20. Están velando un muerto y lo saben.
En este contexto, nuestro presidente ratificará su papel de anfitrión de las decadencias presidenciales presentes, enarbolando un discurso por demás decadente. Su patio trasero está convulsionado y todos lo saben. El olor a vetusto se profundizará en las próximas 48 horas y las voces de protesta se harán presentes para denunciar un emblema de un capitalismo incapaz de resolver un solo problema que aqueje a las grandes mayorías populares.