La queja de Trump respecto de la actividad comercial depredadora de China, vertida ayer en el marco de la reunión con Macri, expresa el marco de la guerra intermonopolista que libran sus diversas facciones.
Que -dicho sea de paso- también se libra en nuestro propio suelo de forma abierta e indisimulable, mostrando la imposibilidad de creer en frases mentirosas como la “gobernanza mundial y el progreso sustentable” que pronunció Macri ayer.
El capital monopolista en el presente es la forma más acabada y desarrollada del modo capitalista de producción, por lo tanto, sus manifestaciones más extremas, más reaccionarias, más guerreristas y depredadoras, son sus características definidas, que -además- exponen el grado de descomposición que ostenta como clase dominante.
El G20 es un reflejo de estas condiciones y sus diversas facciones vivifican en estos cónclaves sus disputas por la apropiación de las riquezas generadas socialmente, y por el saqueo de los recursos naturales.
En estos ámbitos se reproducen de forma automática esas condiciones de descomposición, que lejos de mostrar su uniformidad muestran su grado de alteración y degradación al que han llegado. Por ello no pueden arribar a ninguna centralización política, y menos a la ilusión del sentido nacional que estas políticas (como el macrismo u otras expresiones del capital monopolista) nos quieren hacer creer.
VACA MUERTA Y LA «EFICIENCIA» QUE NOS CUESTA VIDAS
¿Quién puede dudar acaso que Vaca Muerta no está en función de viabilizar los grandes negocios del capital monopolista y de sus diversas facciones con las características planteadas más arriba?
¿Quiénes -sino- pueden exponer un cinismo tan ruin y funesto aludiendo preocupaciones sobre el cambio climático mientras los derrames de petróleo, el venteo de gases sumamente tóxicos y la más descarnada desprotección de los trabajadores y el medio ambiente adquieren dimensiones cada día más apocalípticas?
¿Por qué ocurre ello? Porque el Estado como instrumento de los monopolios garantiza que las petroleras instaladas en Vaca Muerta no tienen obligación de rendir cuentas de lo que hacen y de cómo llevan adelante esta actividad. Está todo librado al quehacer de la empresa. A tal punto es así que la total connivencia del gobierno provincial con la ausencia de controles es un hecho inobjetable a la vista de todos.
Vaca Muerta es un regalo de la naturaleza dicen desde el gobierno. Ocupa el segundo lugar en reservas gasíferas y el cuarto en petróleo a nivel mundial. Sin embrago, ello de por sí no representa nada sin el otro aspecto central: la eficiencia ganada por las prestadoras privadas que están consiguiendo bajar drásticamente los costos de producción.
La «eficiencia» ya se cobró la vida de 5 trabajadores y una cantidad importante de derrames y accidentes. Sin embargo, a fuerza de establecer acuerdos de paz social pergeñados por las dirigencias sindicales, y blindajes para impedir cualquier tipo de luchas, huelgas etc., lo que más salta a la vista al compás de volúmenes de producción sumamente elevados, es la ineficiencia más descarnada y un grado de depredación descontrolado.
El último derrame ocurrió la semana pasada en pleno escenario del G20. Fue el último de una seguidilla de derrames anteriores que según denuncian los trabajadores y entidades medioambientales “tiene que ver con el tema de acelerar los procesos productivos». “Porque se ha instalado un ritmo frenético de trabajo en función de bajar los costos laborales y logísticos».
En función de hacer rendir al máximo todo el esfuerzo productivo -a punto tal de ser extenuante para los obreros y saturante para el propio medio ambiente- las petroleras hacen lo que quieren. Por otra parte, la libertad de comercializar los hidrocarburos extraídos (como ya lo hemos expuesto en esta página), también es parte del negocio. He ahí el objetivo del «blindaje».
El capital monopolista disputa la apropiación de Vaca Muerta, donde las petroleras más concentradas del planeta ya están instaladas donde otras apuntan a instalarse, y donde las ya instaladas son objeto de disputa, como ocurre con Tecpetrol de los Rocca o YPF con las sanciones a las que está sometida.
Los monopolios disputan las regiones cercanas donde hay yacimientos de Uranio, diputan los ríos y los recursos acuíferos, los glaciares y los recursos minerales de toda la región. Disputan también -en el seno del Estado a su servicio- las garantías políticas y jurídicas para depredar, saquear, superexplotar… Es decir, vía libre para hacer sus más desalmados negocios a costa del hundimiento de los trabajadores y el pueblo.
Las lágrimas de Macri en el Colon no borrará la voracidad del capital monopolista de la que él es parte. Los gritos de «¡Argentina, Argentina!» en boca del presidente, en medio de la situación que padecen millones de compatriotas, es una muestra más del circo que es el G20. Y que aun a pesar de toda su parafernalia mediática, logística y militar, no encaja y no puede contener la furia que va creciendo en el seno de los trabajadores y el pueblo. Macron es el espejo dónde deben mirarse.