Un pilar de la dominación ideológica de la burguesía (desde el mismo momento en que se constituyó como clase dominante del orden capitalista) es presentar sus planes y/o proyectos como beneficiosos para el conjunto social; cuando la burguesía afirma que sus políticas harán crecer a un país determinado, en realidad está imponiendo el rasgo distintivo de su dominación clasista: presentar sus intereses de clase y su permanencia como tal confundiéndolos con los intereses de toda una nación.
A partir de este concepto (y de otros tantos) la clase burguesa se presenta como la única clase social capaz de gobernar los destinos de un país. Ese manto ideológico cubre el conjunto de las relaciones sociales; por lo tanto, la clase obrera (generadora de toda la riqueza que la burguesía se apropia) es capaz de poner en marcha la producción de todo un país cotidianamente, pero a la hora de gobernar es la burguesía la única clase capaz de hacerlo. Inclusive, según su contrabando ideológico, teniendo en cuenta los intereses de esa clase a la que expropia todos los días.
Como afirma la teoría marxista “no es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. Esto es así en la práctica concreta; el obrero asalariado, al experimentar y sufrir la explotación a la que está sometido por el capitalista, “naturalmente” toma conciencia de que el lugar que ocupa en la producción sirve para acrecentar los bolsillos de sus patrones. La propia práctica social en la producción determina ese grado de conciencia “en sí”.
Ese grado de conciencia está limitado a la órbita del trabajo cotidiano y define solamente la relación que se establece entre el patrón y el obrero en un plano meramente económico. En ese plano de la conciencia actúa la afirmación burguesa con la que iniciamos esta nota: la burguesía “tolera” que el obrero quiera mejorar sus condiciones salariales y de trabajo pero el gobierno, la toma de decisiones sobre el país, queda siempre en sus manos, bajo su dominio de clase.
El paso de la conciencia “en sí” a la conciencia “para sí” requiere que la clase obrera se disponga a enfrentar a la burguesía rompiendo el cerco de la lucha económica para afrontar la lucha política contra la clase que domina a toda la sociedad. Ese salto no puede darlo la clase obrera por sí sola si no se le lleva a su seno la ideología revolucionaria, es decir su propia ideología de clase. De lo contrario, en el mejor de los casos, la lucha política se emprenderá siempre bajo el dominio de la ideología burguesa.
Este tema cobra en la actualidad una importancia superlativa. La ventaja ideológica que la burguesía goza es gracias a que todavía es sumamente débil en el seno del proletariado industrial el enraizamiento de las ideas revolucionarias; las ideas que doten a la clase productora de la conciencia “para sí”, que le permita dar el salto a la lucha política asumiendo que, así como somos capaces de poner en marcha la producción de un país todos los días, también somos capaces de construir un proyectopolítico que aglutine nuestros intereses de clase con los intereses de las demás clases explotadas y oprimidas, antagónico e irreconciliable de los intereses de la burguesía.
Esa ventaja ideológica de la que hablamos se traduce en una cuestión política de envergadura, porque en ella se asienta la posibilidad material de la burguesía para seguir siendo clase dominante. Aun cuando sus políticas sean débiles en cuanto a la escasa expectativa que generan, mientras no haya una política de clase (con hombre y mujeres de la clase al frente de la misma) organizando la unidad con los demás sectores populares, esas políticas serán las determinantes.
Por lo tanto llevar al seno del proletariado las ideas de la revolución, de la lucha por el poder, del socialismo, es presentar la batalla ideológica indispensable contra la clase dominante, al mismo tiempo que es comenzar a construir los cimientos del proyecto político revolucionario.
En la medida que la clase obrera maneje estos conceptos y se apropie de su ideología como clase, las posibilidades de la alternativa revolucionaria serán cada vez más concretas y materiales.
Esta etapa que transita el proceso revolucionario en nuestro país está poniendo las bases para que las futuras contiendas políticas alimenten la cantidad y la calidad de la lucha de clases en nuestro país.