El protagonismo de los trabajadores y el pueblo siempre hace perder la calma a la burguesía. Y cuando hablamos de esto nos referimos a los gobiernos, las superestructuras estatales y sindicales, los partidos políticos defensores del sistema y a todos los aparatos de dominación burgués.
Problemas y dificultades tenemos muchos, pero si algo es inocultable es que se ensancha aun más la fisura entre los intereses de los monopolios y el pueblo trabajador. La respuesta de la burguesía (por su naturaleza antihumana) es la reacción. Despliega un ataque sistemático a la movilización del pueblo en todos los terrenos: en lo político, en lo ideológico, desde lo comunicacional, etc., y profundizan estas políticas en los grandes centros industriales.
Chantaje, extorsión, “crisis global”… amenaza tras amenaza para intentar amedrentar a esos núcleos de obreros que -hartos de tanto manoseo y traiciones- comienzan hoy a construir su fuerza por fuera de las instituciones ya caducas, no sólo para buscar resolver reivindicaciones inmediatas sino para comenzar a levantar la mirada en busca de soluciones de fondo.
Por ello, una de las responsabilidades más importantes que tenemos los revolucionarios (en el marco de instalar nuestro proyecto, desarrollando una táctica de enfrentamiento contra la burguesía y su Estado, y la planificación y organización del mismo), es incorporar la necesidad de generar políticas e iniciativas para recuperar la dignidad colectiva de la clase obrera, recuperar la pertenencia y la identidad de la misma.
Un paso indispensable y base objetiva para dar un salto hacia la conciencia de clase.
Las actitudes espontáneas -y no tanto-, de individuos y de grupos que a diario y heroicamente resisten los atropellos, maltratos y arbitrariedades de las empresas y sus siervos, nos marcan la disponibilidad de importantes sectores de la clase obrera. Pero esas actitudes no alcanzan para recuperar el respeto como trabajadores frente al orden represivo instaurado en los lugares de trabajo.
Una tarea clave es organizarnos (de lo pequeño a lo grande) para enfrentar lo que genera indignación y repudio. Los manoseos, el maltrato y los abusos por parte de las empresas y/o sus gerentes y sindicatos, los salvajes e inhumanos turnos, el traslado indiscriminado de sector en sector, el aumento del ritmo de producción, las condiciones generales del ambiente de trabajo, la salubridad, etc.
Ir fortaleciendo ese primer nivel de organización de masas construye solidaridad, que es otro fenómeno para avanzar en nuestra pertenencia como clase. Desarrollarla y organizarla en todos los planos, en los variados sucesos de la vida, acompañando y apoyando a las fábricas vecinas en sus luchas, acompañando y resolviendo las dificultades de los compañeros en momentos dramáticos de su vida, ayudando a resolver problemas prácticos de la vivienda, la salud, la seguridad, etc., nos hace reencontrarnos con nuestra naturaleza de clase y nos fortalece.
Los revolucionarios debemos plantear siempre las razones y los motivos de la situación en que nos encontramos, de debate en torno a los grandes problemas nacionales y el lugar que como clase ocupamos en la solución de dichos problemas. No perdamos de vista que la burguesía ha hecho mella en nuestra clase obrera y nos ha sacado un importante tranco de ventaja en el terreno ideológico, producto de décadas y décadas de dominación.
Hay que allanar los caminos para que la lucha y la movilización sean catapultadas por una unidad efectiva y organizada, lograda en las entrañas más profundas de la clase, dándole, día tras día un mayor contenido político, sin tapujos.
La unidad e identidad de clase son un paso necesario para la conciencia de clase.
¿Dónde está escrito que los trabajadores de nuestro país están imposibilitados de comprender y conocer las causas de fondo de sus vicisitudes, y asumir el papel que el proletariado tiene con el resto de la sociedad?
Serán cien mil batallas, seguramente, como ya dijimos “nunca fue fácil luchar contra el sistema dominante”, pero es lo único que conducirá a todo el pueblo a la solución definitiva de sus problemas: la destrucción del sistema capitalista y su reemplazo por un sistema socialista.