El jueves pasado, las dos C.T.A. junto al Sindicato de Camioneros, presentaron “un plan de lucha” y acciones judiciales contra los aumentos de tarifas y transportes. El famoso plan de lucha constaría de marchas de velas y antorchas todos los jueves durante enero y febrero. Pablo Micheli lo sintetiza de la patética manera: “dejen de quejarse en las casas y salgan a la calle con velas”.
Ojo, no es para reírse, es una expresión concreta de la superestructura sindical (que bien podría denominarse “la burocracia progresista”) que te reciben en un despacho con un cuadro de fondo de Agustín Tosco, te tiran cifras en general y a la hora de la confrontación salen con la foto de la marcha de las velas y las antorchas. Y estos son los mismos que en un año electoral tienen el tupé de recurrir a una especie de “terrorismo ideológico”, ladrando que el que no se suma a su frente electoral es un traidor y todas banalidades que ya se constituyen hasta en cuestiones culturales de sus guetos políticos, intentando imponer sus necesidades electorales. De ahí a ser en un futuro parte de lo más reaccionario (como ellos le dicen, la derecha) no hay ni un paso.
Pero lo trascendental es que los pone una vez más como el real tapón a favor de las necesidades de preservar el sistema y la gobernabilidad de los monopolios, intentando darle una descompresión a la gran bronca acumulada de los trabajadores y el pueblo. Eso son todas estas salidas que ellos lo llaman medidas de fuerza o plan de lucha.
Pero de nada nos debemos alarmar: están y son parte del sistema. Hoy, los sucesos de Francia con los chalecos amarillos nos dejan una real enseñanza que pone blanco sobre negro la conducta de los sindicatos “progres” y las izquierdas parlamentarias, que ni de cerca se sumaron a la revuelta. Y más grave aún: las justificaciones demuestran el papel contra revolucionario que al parecer están destinados a jugar, frases como “no controlamos el movimiento por lo tanto no es nuestro”, o “no son la clase trabajadora organizada por lo tanto es heterogéneo y no clasista”, y una cantidad de sonseras dignas de su razón de existencia, donde no se sumaron a boicotear (por su propia naturaleza oportunista) pero tampoco estuvieron junto a su pueblo ni de atrás, ni de costado ni de nada.
Entonces, con la gravedad de la situación que vivimos… ¿cuál pensamos que va a ser la conducta de estas organizaciones antorcheras cuando desde abajo estalle la revuelta en Argentina?
El ejemplo de Francia no es tan necesario, si no veamos el desprestigio del sindicalismo en Argentina, de los “progres” y de los fachos, y el rol corporativo que han jugado todos estos años y que seguirán jugando. Y aclaramos: salvo rarísimas excepciones, donde incluso tales excepciones ya es hora que comiencen a jugar un papel político e ideológico, incluso en poner sobre el tapete la independencia política de la clase obrera de este sistema.
Nos tildarán de sectarios, nos importa muy poco, mejor dicho, nada. Hasta algunos holgazanes de la teoría se ponen en francotiradores para hacer políticas entristas y se jactan que el problema es complejo… Y sí que lo es, pero van corriendo con un lenguaje revolucionarista y panfletario a abrazar el populismo porque no ven más allá que sus narices.
Las medidas tomadas por este gobierno se las para ganando las calles con huelgas bravas, recurriendo a tomas de establecimientos, conductas insurreccionales en las calles hasta conseguir los reclamos, paros generales por tiempo indeterminado… y no se pongan colorados los traidores de la clase y saquen el cuadro de Tosco de sus oficinas y serán más coherentes.
Por ello, el camino que hemos emprendido de impulsar un sindicalismo revolucionario que surja desde las bases, con independencia política, donde uno de los primeros objetivos es que la clase obrera vuelva a verse como clase obrera para sí, es el camino acertado que nos va a llevar a las grandes gestas no solo económicas, sino políticas.
La extraordinaria lucha de los portuarios de Valparaíso en Chile así lo ratifica. 38 días de huelga o más llevan, en unidad con la población, por fuera de las corporaciones sindicales (donde incluso la famosa C.U.T. progresista no movió ni un dedo en este estado insurreccional encabezado por los obreros portuarios).
No es imposible, y si lo fuera, como diría el Che también hay que hacerlo. Lo demás es venta de humo.
En este sentido, todas las auténticas vanguardias redoblemos el esfuerzo; que primero surgirá en una o dos luchas, esa será la chispa, lo demás estallará y como primer hecho histórico nuevo, se comenzará hablar otro idioma. Como aquel del 17 de octubre, el Cordobazo, el Tucumanazo, y todas las revueltas obreras y populares que escribieron nuestra historia como clase.
Hoy más que nunca están dadas todas las condiciones para hacer de lo imposible la felicidad de lo posible.