Más de un siglo de luchas proletarias y populares que se expresan en el presente y nos ayudan a ver el futuro.
La historia la escriben los “que ganan”, así reza la canción, es la que predomina en la escena superficial de los acontecimientos. Pero el presente y el futuro hay que escribirlos y en ellos aparece el verdadero historial, el que no puede medirse sólo con investigaciones (por cierto fundamentales) pero que no pueden por sí mismas dar una visión histórica abarcativa si en ellas no convive el peso de la lucha de clases y con ella el sentimiento, la decisión, las ganas de cambiar el estado de cosas por parte de las mayorías explotadas y oprimidas, en cada etapa histórica.
Infinitos factores actuaron en cada momento, pero es en el presente en donde se condensan todas las aspiraciones vividas en tan denso recorrido.
Nuestro pueblo no ha perdido la memoria, no ha habido un corte de transmisión de ese pasado, todo está en el presente. En ello radica la rebeldía “innata”. Allí se puede leer “el riesgo país” que tanto preocupa a la clase dominante, hasta desde lo histórico.
Memoria que se presenta hoy con varias capas de solidez.
Cuando en el presente hablamos de las putrefactas instituciones del Estado, no es sólo el hoy. Ese hoy viene de transmisiones imperceptibles: “la justicia es para los ricos”, “no te hagas amigo de un policía”, “los políticos son todos chorros”, “suben para robar”… y así podríamos nombrar ejemplos de toda la vida cotidiana y que vienen de muy atrás.
Pero no puede haber memoria de una revolución socialista en nuestro país no realizada, sería un absurdo. Pero sí de una época histórica en donde el sistema capitalista y la clase burguesa ocuparon el escenario a sangre y fuego, y cuando tuvo que retroceder, utilizó el engaño de todo pelaje.
La lucha por la revolución socialista, la lucha por el poder está “llena” de presente y de futuro. Y allí está la debilidad y la fortaleza al mismo tiempo de tamaña gesta. Presente y más presente, persistir y perseverar. Y allí cuenta la historia de intentos revolucionarios, pesan, se sienten, se transmiten de una u otra forma, se prueba y se vuelve a probar, se “reacomoda” la historia, da sus vueltas y aparecen los recuerdos en hechos actuales, de hoy, y se proyectan al futuro.
Pero los revolucionarios tenemos que pelearla en todos los terrenos: en la política, en la táctica, en la estrategia, en la organización… Pero -por sobre todas las cosas- en la acción directa, plagada de “recuerdos” y experiencias, transmitidas de generación en generación.
No hay memoria socialista ni memoria de haber tomado el poder por el proletariado y el pueblo. Eso indica una gran dificultad porque el presente lo condensa todo, lo “bueno” y lo “malo” de la lucha de clases. Pero a la vez exige de los revolucionarios, de sus vanguardias, encontrar los caminos para la revolución.
No es tarea fácil, si lo sabremos. Pero hay que trabajar sobre esa memoria histórica que abunda en heroísmos revolucionarios, que están presentes en cada lucha, en cada protesta, en cada movilización. Entendiendo que la clase dominante ha sabido trabajar en el plano ideológico para evitar que ese camino acumule para la revolución.
La democracia representativa que se ejerce desde el poder burgués se choca objetivamente con las aspiraciones democráticas de nuestro pueblo. Décadas de frustraciones conviven con expresiones cada vez más masivas de carácter democrático, de luchas por los derechos políticos y van encontrando por dónde acumular, con una democracia directa que se ejecuta de hecho aunque en ella aún las ideas de revolución socialista sean débiles.
La base material de estas prácticas se extiende. En ellas se resume parte del futuro inmediato. La socialización de la producción abunda en esas prácticas y, a la vez, la apropiación individual de toda esa riqueza producida se concentra en manos cada vez más estrechas. Y todo está a la vista.
La revolución, la lucha por el poder, hay que escribirla en el presente, todos los días con acciones directas que lleven a ese objetivo. Y es allí en donde pesa una historia tejida por infinitos hilos, aquellos que no cuentan para la clase dominante, historias que niegan el papel de nuestro pueblo, de nuestra clase obrera… Un presente agitado en donde no falta la soberbia de los “ganadores”, ensalzando líderes, caudillos, “representantes” en el Parlamento, como expresión ajena a un sentimiento y aspiración de cambio incubada en décadas.
El presente es de acción revolucionaria. No hay camino de preservación del Estado burgués, de “mejora” del mismo ni de sus instituciones. Las mismas son un freno hacia el futuro y al potencial que existe desde las bases a pesar que los medios de producción pertenezcan a unos pocos poderosos.
Esa fuerza contenida es el embrión de revolución. Y es allí en donde la historia cuenta, la memoria pesa, provoca rebeldía, enojo y depara un futuro cargado de cambios profundos.