Desde que asumió este gobierno, los golpes contra nuestro pueblo tuvieron un eje central de donde emanaron todas sus políticas: diríamos que fue su estrategia, reducir hasta donde les dé la masa salarial. Para ello utilizaron todo tipo de recursos, tanto económicos como políticos, desde la inflación vía devaluación, lo cual les trajo aparejado un aparente desbande en la bicicleta financiera. Y decimos aparente, porque en realidad fue provocada como parte del negocio, para apropiarse de la masa de plusvalía.
Esto explica las famosas tasas de interés y el endeudamiento externo para favorecer a la oligarquía financiera internacional. Con ello vino aparejado el trillado pretexto de las tarifas, que en realidad es parte del mecanismo para desmembrar aún más el poder adquisitivo del salario real.
Ahora bien, esto no hubiera sido posible sin la complicidad política de la oposición parlamentaria y naturalmente del sindicalismo burocrático de todo pelaje, que por acción explicita o por metodologías e intereses corporativos, hicieron todo lo posible para dejarle al actual gobierno libre la cancha para hacer a gusto y piacere de los monopolios, todas las políticas que le profundizaron los males a nuestra clase obrera y al pueblo.
Por ejemplo, la cantidad de despidos -sobre todo en el Estado- fueron pergeñados en dos planos: por un lado, eliminar primero todo tipo de organización y trabajadores de vanguardia con prestigio entre los trabajadores y que no respondían a tal o cual sindicato (conviniendo esto tanto al gobierno como a los sindicatos). Por otro lado, esos despidos a su vez ayudaron a conformar la larga lista del famoso achique del Estado; y fue tan así que muchos dirigentes sindicales armaron la teatralización de “la gente no responde”, “hay miedo” y un montón de otras sonseras, para justificar las derrotas parciales, cuando en realidad llegaron a ser parte -en la mayoría de los casos- del armado de las listas de despedidos.
El mismo tenor tuvo las industrias privadas, que ante el pretexto de la “recesión”, aplicaron despidos. En algunos casos es sabido que por cierre, pero en otros, aprovechando la psicosis de los despidos y la mediatización de la recesión. Jugaron a matar dos pájaros de un tiro: desmembrar las organizaciones de base e implementar la flexibilización laboral, que de hecho ante el fracaso de no poderla hacerlo por ley como se pretendía desde el poder, se realizó la misma producción o más, con menos personal. Es decir: otra manera de apoderarse de mayor plusvalía. Claro está en un contexto creado, armado, de la crisis, que, si bien esta es para los trabajadores y el pueblo, es bien sabido es que los bancos, las empresas de servicios y las grandes multinacionales triplicaron y hasta quintuplicaron sus ganancias.
Pero como diría Santucho: “Las clases dominantes proponen y la lucha de clases dispone”, pues la resistencia de los trabajadores y el pueblo -más allá de los golpes recibidos (pérdidas de conquistas)- fue y es tenaz. Esto llevó a un profundo desgaste del gobierno y los planes de los monopolios, al grado que comienzan a empantanarse. Y le surge a la burguesía su gran temor: la gobernabilidad, en un año electoral donde la crisis política de toda la superestructura del sistema está deambulando entre la continuidad o el recambio; donde ambas “salidas” ya son un desgaste y agotamiento político que hacen prever condiciones inmejorables para la lucha de la clase trabajadora y el pueblo. Como afirmamos siempre: cuanto peor les va a ellos, mejor para el pueblo.
Por eso, las tácticas deben ser claras y contundentes. Por un lado, la lucha ya iniciada contra los tarifazos es fundamental incrementarla como se viene dando, pues no sólo está erosionando al actual gobierno, sino que ya es un condicionante para los aspirantes en un año electoral. Nada ni nadie puede controlar los cacerolazos y todo tipo de demostración de protesta en tal sentido.
Por otro lado, continúan nuevas demandas de recomposición salarial, (que encuentran ánimo por la lucha contra los aumentos de tarifas), donde es imprescindible -mediante la agitación y la propaganda- comenzar a instalar los montos de los reclamos y aspiraciones, que desde ya son superiores al 50% si tomamos en cuenta lo que se perdió el año anterior.
¿Por qué se perdió? La respuesta está en la complacencia de los sindicatos. Es por ello que está en los trabajadores organizados desde las bases en preparar las medidas de fuerza y las demandas, y esto sólo puede ser de una manera: sector por sector fábrica por fábrica, y así a la zona y/o al parque industrial. Una recomposición que supere el 50 % debe constituirse en un clamor popular, lo cual pondrá en ejercicio y acción a la clase obrera y demás asalariados, gestará nuevas organizaciones y planteará una lucha por conquistas económicas y al mismo tiempo anti burocráticas.
Si bien esto no es suficiente para hacer avanzar el aspecto político de la independencia de la clase obrera, donde se identifique en clase para sí (es decir, que comiencen los trabajadores a actuar como una clase monolítica para que pueda plantear un proyecto político revolucionario para todo el pueblo), será un eslabón de una etapa a transitar aprovechando el desgaste político de la burguesía y el desprestigio cada vez más generalizado de los sindicatos burgueses, que dicen “representar” a los trabajadores.