A medida que avanza la historia y la lucha de clases va entrando en tensión, las diversas tendencias políticas se van manifestando con toda su nitidez, y van demostrando los verdaderos intereses de clase que se ocultan detrás de cada una de ellas. Cada partido político es representación de los intereses de un sector determinado de clase, con lo cual, las transformaciones históricas que sufren las clases también se manifiestan, en política, en la evolución de sus tendencias. Es que el desarrollo de la historia, con sus idas y vueltas, siempre aparece como un espiral dialécticamente ascendente, donde viejas discusiones que reaparecen como vigentes, en verdad lo hacen desde un escalón superior de la historia: es el caso de la tan difundida idea de los gobiernos “neoliberales”.
En sus orígenes, la burguesía argentina se fundó en la gran propiedad de la tierra. La fertilidad del suelo, sobre todo en la llanura pampeana, y las grandes extensiones de tierra disponible, configuraron una burguesía terrateniente que obtenía una enorme tasa de ganancia a partir de la renta de la tierra. El espíritu parasitario de esta burguesía constituía un freno al desarrollo del capitalismo en la argentina –es decir, al desarrollo del mercado interno- limitando el crecimiento industrial. La única forma de reinvertir la ganancia obtenida era la adquisición de más tierras, mientras que el resto del retorno iba a parar al lujo y el despilfarro en artículos suntuarios. Ubicada como granero del mundo, el desarrollo industrial que crecía en nuestro país estaba ligado a la manufactura de artículos de origen agropecuario (molinos, frigoríficos, curtiembres, etc.) y a los grandes capitales extranjeros, socios de la burguesía terrateniente en los negocios de comercio internacional (e inversores ante el carácter parasitario de la inmensa mayoría de la burguesía argentina).
Al estallar la crisis de 1930, las principales economías del mundo se cierran, dando lugar al renacimiento del proteccionismo de la mano de Keynes. Ante este nuevo esquema del comercio internacional, una parte de la gran burguesía argentina reorienta la inversión de capitales en forma momentánea, esperando que se reestablezca el orden anterior a la crisis y que los mercados vuelvan a abrirse.
Se trataba ahora de invertir para el mercado interno, para sustituir productos importados livianos y repuestos. No se trataba de invertir en industria pesada, pero sí en capital en forma industrial durante la gran recesión. El desarrollo del capitalismo trae consigo el crecimiento del mercado interno, la aparición de más y más fábricas y el desplazamiento de mano de obra del campo a la ciudad. Aparecen durante este período fuertes corrientes migratorias del campo a la ciudad, lo que vulgarmente la burguesía denominaba “los cabecitas negras”.
En este contexto, en que una parte de la burguesía argentina comienza a invertir fuerte en industria –los principales rubros afectados serían el sector químico, textil, alimenticio, mecánico y metalmecánico, una expansión de la industria automotriz y, en sintonía con este auge, el Estado realiza inversiones que ponen en pie a SOMISA, FAdeA, Fabricaciones Militares-surge naturalmente una burguesía industrial que no necesariamente compartía los orígenes terratenientes de la gran burguesía.
En este contexto aparece una nueva discusión del tipo “economía liberal” versus “proteccionismo”. Si bien el origen parasitario de la burguesía Argentina está grabado en su ADN de clase –así como el origen combativo de los anarquistas, comunistas y socialistas exiliados del viejo continente marcarían a fuego la combatividad de nuestro proletariado- aparece aquí una diferenciación entre dos sectores de clase: una burguesía netamente terrateniente, una burguesía del mismo origen, que diversificó las inversiones; y una incipiente burguesía industrial que nace ante el florecimiento del mercado interno por la economía de posguerra.
En el gráfico pueden observarse las tarifas arancelarias promedio para Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Como se ve, la política de apertura o cierre de la economía coincide para los grandes períodos de prosperidad y estancamiento de la economía mundial, a excepción del período circundante a 1870 para Francia, la cual, recordamos, se encontraba en guerra con Prusia, bajo el gobierno de Napoleón III, lo que posteriormente daría lugar a La Comuna de París.
Con la reapertura de los mercados internacionales se despliega un nuevo y abrupto proceso de concentración mundial, que llevo a la eliminación o absorción de los capitales nacionales por parte de la oligarquía financiera internacional (es decir, de los grandes bancos y empresas industriales fusionados en grandes grupos económicos mundiales, formando lo que Lenin denominó “oligarquía financiera”), y con ello a la implementación a escala planetaria del Capitalismo Monopolista de Estado.
Esto quiere decir que los Estados ya no son una herramienta de dominación de la clase burguesa de un país determinado sino que pasa a ser la herramienta de dominación de estos grandes grupos monopólicos a nivel mundial, que se apoderan de los Estados nacionales. En este contexto donde el capital agropecuario se ha fusionado con el capital financiero internacional, y a su vez, éste se ha fusionado con el capital industrial, conformando grandes grupos económicos globales no puede ni hablarse de disputas entre distintas clases de capitalistas en términos de capitales financieros vs capitales industriales vs. terratenientes así como tampoco puede hablarse de disputas entre el capital transnacional y el capital nacional, puesto que este último, como tal,deja de existir para ser absorbido por lo grandes pulpos internacionales.
No debemos, desde ya, confundir esto con la pequeña empresa, comúnmente denominada PyME: las PyME´s también se encuentran subsumidas a las condiciones de mercado determinadas por los grandes capitales transnacionales, ya sea mediante la imposición de precios, de estándares de calidad, y otra serie de mecanismos que funcionan como barrera de entrada para las inversiones de capital.
Los verdaderos dueños de ese capital, en definitiva, no es el “pequeño empresario” sino los pulpos económicos que los utilizan. Ese “pequeño empresario”, en realidad, no es otra cosa que un gerente encubierto, un becerro de los grandes monopolios.
Con la desaparición de los capitales nacionales, de la naturaleza nacional de los capitales, y la formación de grandes grupos transnacionales con intereses económicos mezclados en todos los países del globo, ya no existe base material alguna para que la discusión “liberalismo versus proteccionismo” tenga asidero dentro de los intereses de “distintas burguesías” de acuerdo a si son nacionales, internacionales, agropecuarias o industriales ¿a que responden, entonces, los diferentes “proyectos políticos” que presentan los partidos burgueses? ¿A qué responde la falsa discusión entre “neoliberalismo” o “proteccionismo”?
Esa falsa discusión que nos presentan muchas veces en los medios de comunicación tiene dos raíces:
En primer lugar, dijimos que no existen burguesías diferentes de acuerdo a su origen nacional, sino que el carácter del capitalismo hoy es mundial, los capitales son transnacionales, monopólicos.[1]
Sí, es verdad, pero eso no quiere decir de ninguna manera que quede anulada la ley de la competencia capitalista; no significa, bajo ningún punto de vista, que no existan diferentes grupos trasnacionales –con actividades diversificadas, tales como financieras, industriales, etc.- que luchan entre sí por obtener más ganancia y por comerse a su competidor. De manera tal que la política económica depende en gran medida del tipo de inversión que cada grupo económico tenga en un determinado país, y de las condiciones económicas internacionales en que se tenga que desenvolver.
Trump, elixir del “neoliberalismo”, adopta medidas proteccionistas en Estados Unidos ¿cómo podemos explicar esto si no es debido a que los grupos económicos que representan se ven beneficiados con éste tipo de política, en este momento preciso del mercado mundial? Macri, por el contrario –cuyos intereses económicos se encuentran muy cercanos a los de determinados grupos económicos que se ven beneficiados por la política de Trump- sostiene una política de apertura de mercados. Es que los mismos grupos económicos que en Estados Unidos o China se ven beneficiados con una política “proteccionista”, en Argentina necesitan una política “liberal”.
No hay un enfrentamiento entre sector financiero y sector industrial, ambos están entrelazados en grupos económicos superiores, y algunos de esos grupos se benefician, por momentos, de una apertura económica, y por momentos, de un cierre de la economía.
El otro aspecto de los discursos “liberales” o “proteccionistas” se refiere al momento político que tenga que enfrentar el gobierno de turno. Son discusiones entre la burguesía sobre cómo ejercer la dominación. Por ejemplo: durante el gobierno de Cristina Kirchner se cerraron las importaciones, sin embargo, la industria automotriz, que precisa un alto componente de autopartes importadas, veíase subsidiada por el gobierno de múltiples formas, lo cual, en definitiva, terminaba compensando la “dificultad” o el aumento en el costo por importaciones –cosa que no sucedía, claro está, para el “pequeño empresario” que no se encontraba ligado directamente a alguno de estos grupos económicos, lo cual conlleva, a su vez, a un proceso de mayor concentración de capital-. Otro ejemplo típico, y más reciente es la discusión sobre “gradualismo o shock” a la hora de implementar el ajuste. No es esa una discusión de tipo económico entre distintos sectores de la burguesía internacional, sino una discusión sobre cómo ejercer el ajuste generando la menor cantidad de movilización posible en el pueblo. Es una discusión sobre la relación “costo político / beneficio económico”.
Muchas veces, en forma automática, tendemos a acusar determinada política de “neoliberal” por ser dañina a los intereses populares, cuando en realidad, al hacer eso damos lugar a ideas reformistas; a la existencia de distintos proyectos políticos burgueses en materia económica, e inclusive, a la supervivencia de una burguesía “nacional” que pueda jugar algún tipo de papel en la política Argentina. De más está decir que, para colmo, con o sin la existencia de esa burguesía nacional, el problema de la opresión del proletariado tampoco está resuelto, con lo que en definitiva, transitamos un camino falso de discusiones ideológicas plantado por la propia burguesía.
Debemos tener cuidado con las ideas reproducidas desde el poder, y adoptadas por el populismo y el reformismo. Hoy, hablar de neoliberalismo, es fraseología reformista y oportunista. La burguesía no tiene “dos proyectos” en materia económica, porque no existe una división de clase dentro de la burguesía, sino que existe una división de grupos monopólicos trasnacionales que se disputan entre sí el control del Estado para hacer uso del erario público en beneficio de su interés particular, perjudicando a su competencia y perjudicando a todo el pueblo trabajador, independientemente de quienes sean ganadores o perdedores en la disputa por la dominación del Estado.
[1] Por eso, el carácter del imperialismo no puede achacársele a un Estado determinado, como ser “el imperialismo yanqui”. El carácter imperialista de los capitales, es mundial, utilizando unos u otros Estados nacionales para ejecutar sus políticas expansionistas. La expansión, es de capitales, es de disputa por los negocios, lejos de cualquier “interés nacional”. En realidad, el discurso de los intereses nacionales es un contrabando político para encontrar una base de aceptación ante los pueblos para ejecutar diversas maniobras de carácter imperialista en beneficio de estos grupos económicos.