La crisis económica que vive el pueblo argentino es, en realidad un enorme proceso de concentración monopolista.
Los grandes monopolios han realizado, en los últimos años, un toma todo, como en el juego de la perinola. Las ganancias extraordinarias reconocidas por los banqueros y entidades financieras, compañías mineras, cerealeras y aceiteras, petroleras, siderúrgicas, no muestran lo que en realidad ha ocurrido y sigue ocurriendo. Porque cuando hablamos de capital financiero tenemos que despojarnos de un concepto equívoco que es muy común cual es de clasificar a los capitales a partir de la rama de la producción que aparece en la superficie.
Esa en realidad, es una trampa en la que se cae fácilmente y ante lo cual desaparece el capital financiero para mostrarse como ligado exclusivamente a la rama productiva desde la que abreva, dando así lugar al contrabando de diferenciar el capital productivo del capital especulativo.
Los instrumentos generados por el Estado, como por ejemplo la gran devaluación, las Lebacs, las altas tasas de interés, etc., los tarifazos, etc., fueron motivos de negocios de todos los capitales aunque aparecieran como ligados a determinada rama de producción.
El gran arrebato, operado en el mercado, de la plusvalía generada en el proceso productivo fue captada por esos grandes capitales en desmedro de los pequeños y medianos que no pudieron subsitir debiendo cerrar sus puertas.
Claro que los primeros despojados fueron los obreros y trabajadores en general quienes, produciendo plusvalía, alimentaron las bocas de los depredadores finales .
El cierre de empresas, pérdida consecuente de puestos de trabajo, etc., es utilizada en forma extorsiva por esos grandes capitales en sus unidades productivas, amenazando con suspensiones y despidos o efectivizándolo, con el solo objeto de aprovechar la situación de río revuelto y aplicar, de hecho, mayor flexibilización laboral o, mejor dicho, superexplotación.
Empresas como Acindar, VolksWagen y otras automotrices, aceiteras y exportadoras de granos, petroleras que pretenden la perpetuidad de los subsidios que ahora el gobierno les quiere recortar, todas aprovechan la volada para poner la espada de Damocles sobre las cabezas de los obreros y trabajadores.
Estos miran hacia los costados, y ven despedidos, suspendidos, cierres de comercios y talleres, también de notorias empresas y se sienten inermes para afrontar la situación, y más cuando los propios sindicatos en cada sector les tiran el argumento de la recesión, de la caída de la producción, etc.
Los números no dan, han argumentado los gerentes mercenarios de algunos monopolios. Lo que no dicen es que las ganancias financieras obtenidas fueron de 200, 300 ó 400%, ganancias que en muy pocas partes del mundo se pueden dar.
La semana pasada, el diario Ambito Financiero publicó un estudio de la UADE que informaba que el costo de producción argentino bajó en el mes de noviembre (interanual) un 13,4% real atribuible en su mayor parte a la baja salarial. Esta baja enorme incrementa en la misma proporción las ganancias ya descritas más arriba.
Todo lo dicho confirma claramente que la denominada crisis del país, es un proceso de gran transferencia de riquezas desde los obreros, trabajadores en general y sectores populares, al gran capital monopolista que afila sus uñas para cuando la fiebre voraz y sanguinaria dé lugar a un período más apaciguado en la feroz contienda por el apoderamiento de las ganancias, se termine de despejar el mercado de capitales incompetentes y el terreno quede limpio para repartir de nuevo.
Es momento de agruparse en cada fábrica, y dar pelea en forma unitaria ante la extorsión de esos monopolios en combinación con los sindicatos que intentan engañar. Unirse y esclarecer que se trata de un chantaje que quiere ser aprovechado para bajar la masa salarial y renovar la fuerza productiva como frutilla del postre del enorme proceso de concentración.