Durante muchas décadas se nos “acusó” de ser idealistas, “muy lindas ideas” se nos dice, pero de imposible concreción, en el mientras tanto “mejoremos” el capitalismo y vayamos tirando.
La vida por el contrario demostró que “mejorar” el capitalismo es un concepto idealista, …
…pasan las décadas y los pueblos del mundo conviven con el atraso. Es muy cierto lo que nos afirman con verdades a medias que: miles de millones de seres humanos participan del mercado lo cual hoy es un “avance” notable comparado con las sociedades atrasadas que morían de hambrunas. China, India, Vietnam, los tigres asiáticos, en fin, pueblos que “vivían” de la siembra y la cosecha, pero que apenas podían sobrevivir en esas circunstancias de vida. Pero esa verdad se desvanece cuando la incorporación de esos miles de millones al mercado se sustenta con un salario promedio de un dólar por hora, se trabaja al menos nueve horas por día inclusive el sábado en condiciones de neo-esclavismo. Sin vacaciones ni descansos, condiciones deplorables bajo una presión al límite de la tolerancia humana.
Miles de millones de nuevos proletarios que se trasladan a ciudades dejando a sus familias en pueblos alejados, a la espera que una parte de ese miserable salario les llegue en tiempo y forma para no morirse de hambre. Solo una parte muy pequeña de nuevos obreros se inserta en ese mercado sin dejar de ser pobres. El salario de una obrera en una fábrica de zapatillas en Vietnam en las condiciones antes mencionadas no le alcanza para comprarse un par de ellas.
Ahora van por más poblaciones para seguir produciendo a más bajo salario, pueblos por donde pasa la ruta de la seda comienzan a producir a salarios mucho más bajos que el resto de poblaciones que llevan algunas décadas de capitalismo. Regiones pobres y regiones miserables y ahora el sistema capitalista va por África, se establecen bases militares, se prepara a nuevos proletarios para bajar aún más el salario en el plano internacional y el sistema capitalista ahonda aún más las diferencias entre ricos y pobres. Distancia al ser humano de su propia naturaleza, el “bendito mercado” así lo exige, así lo impone.
Pero la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Implacable, aunque no la “dejen ver” se siente en cada latido del pobre, del miserable, del oprimido y del explotado y así las cosas no van ni para atrás ni para adelante, cansados de crisis, de violencia, de injusticias, los pueblos dan su veredicto y cuando el arriba está en crisis es porque el abajo, aunque no se lo vea, o se lo ningunee, insistimos, da pelea, a veces como puede, a veces silenciosamente, a veces con incredulidad, pero en el común denominador es un abajo que ha comenzado a dar respuesta de diversidad de formas y metodologías para expresar que esto que sobrevuela el planeta no va más.
En nuestro país la oligarquía financiera va por lo mismo que el resto del mundo, ha concentrado todo el poder, se han apoderado del Estado y de todas las instituciones y utilizan la democracia representativa para la legalidad del robo de todo lo que producimos. Pero legalidad no es legitimidad, ya que esa legalidad la obtienen con elecciones cada cuatro años logradas a fuerza de corromper toda la superestructura. Campañas financiadas con dinero del pueblo en probados sobornos y telas de arañas indescifrables pero que le dan “legalidad” a una democracia representativa andrajosa.
Pero esa ilegitimidad de ellos, de hecho legaliza la lucha de nuestro pueblo con las propias reglas, la legitima y exige de los revolucionarios pararse desde esa posición de principios.
La legalización de la que hablamos es la legalización del proyecto revolucionario, de ir desarrollando las fuerzas con la idea insurreccional parados desde la democracia directa, antagónica a la democracia representativa, sostenida por la lucha, la movilización permanente del pueblo y la creación, a cada paso, de esas nuevas instituciones políticas paralelas al poder burgués.
No importa cómo esas instituciones se vayan robusteciendo, incluso si las mismas deben recorrer un camino de conspiración, clandestinidad, pero la legalidad del proyecto entre las grandes mayorías hay que ganarla y con ella probar las fuerzas políticas a cada momento.
En este movimiento que produce la lucha de clases la unidad política por abajo es fundamental. Los revolucionarios deberemos esforzarnos por elevar el nivel político del enfrentamiento que se presente, en cada reclamo contra la injusticia que se produzca y explicar a modo de ejemplo que la lucha contra los tarifazos implica quebrarle la gobernabilidad a una administración que sigue avanzando con toda impunidad para sostener o elevar su tasa de ganancia.
Es en esa confrontación que hay que crearles el poder paralelo acumulando al proceso insurreccional, organizaciones basadas en asambleas que lo decidan todo, una práctica que viene acumulando nuestro pueblo pero que debe elevarse constantemente a la concepción de doble poder.
Son tareas indelegables de los revolucionarios explicar el por qué es posible construir otro Estado en donde el objetivo del mismo sirva para desplegar lo mejor para el ser humano y no un Estado basado en la ganancia de unos pocos.
Para ello deberemos transitar una acumulación de fuerzas que desde la lucha concreta nos permita preparemos para construir otro país. Un país que siendo su pueblo el dueño de los medios de producción comience una etapa que permita desplegar todas las fuerzas productivas hoy frenadas por los intereses concentrados de los monopolios y su actual Estado.
La producción y las finanzas de todo tipo están concentradas en muy pocas manos monopólicas, cada vez ellos son más ricos y la inmensa mayoría más pobre, es ése el tema a quebrar y es por ello que ya no es suficiente luchar por el reclamo directo que tenemos que hacer para no dejarlos avanzar sino que esa lucha tiene que estar bajo el paraguas revolucionario que apunte a una acumulación de fuerzas para producir un cambio cualitativo de nuestra sociedad. Una Revolución.
El capitalismo es solo idealismo si pensamos que las cosas pueden mejorar, en todo caso hay que enfrentarlos a quienes lo sostienen desde el poder para que no sigan produciendo más dolor y miseria y nuestro pueblo eso lo ha demostrado en varias etapas de nuestra historia de lucha de clases, pero de lo que se trata hoy es “completar” nuestra historia revolucionaria como pueblo y avanzar hacia una revolución de carácter socialista basada en la plena y permanente movilización y organización de nuestro pueblo.
Estas organizaciones de poder paralelo que debemos seguir trabajando son las instituciones políticas del presente y del futuro, es el verdadero poder del pueblo en sus manos y es desde donde podremos plasmar el nuevo país que, en primera instancia y en un breve tiempo, debe resolver la miseria enquistada en el pueblo por el sistema capitalista.
Es en ese caminar de un nuevo poder político basado en las actuales organizaciones políticas que vayamos creando, de poder popular, desde donde podremos ir materializando la idea central de la revolución socialista y la construcción de un nuevo Estado. Es decir, la sociedad humana como objetivo central de las primeras medidas a tomar.
Desde este principio político aparece una nueva forma de razonar la sociedad, una forma de pensarla a sabiendas de que el arrastre cultural que dejará el sistema capitalista no será, ni mucho menos, fácil de combatir, sobre todo en el orden ideológico.
Las malas “costumbres” que impone el sistema capitalista están basadas en la idea de la competencia que es el motivo central del sistema capitalista. La sociedad humana vendrá de la idea de que cada persona no es una mercancía y en ello deberemos trabajar intensamente en una etapa crucial y de transición hacia lo nuevo.
Ninguna lucha actual es en vano si se tiene la idea de cambio revolucionario de la sociedad, incluso se podrá ganar o perder en cada batalla, pero si con ella hemos acumulado fuerzas políticas del proyecto seguiremos el rumbo en cada trinchera que nos toque actuar para dar batalla.
Es en esa idea que la sociedad inmediata a la que apuntamos, y queremos construir, necesita de robustas fuerzas populares para apoderarse de los medios de producción y que de esa riqueza inmediata que se logre se aplique el principio básico de la revolución, o sea que la misma vuelva al pueblo, pero no como mercancía sino como producto de consumo necesario para la sociedad que al mismo tiempo se irá construyendo con otra perspectiva histórica.
La lucha del proletariado y del pueblo contra el sistema es la lucha de clases. En ella, varias veces nuestro pueblo puso los muertos pero tuvo la capacidad de hacer retroceder a la clase dominante, aunque en esas circunstancias apareció el engaño, la mejor forma de dominación para la burguesía, haciendo eje en que lo logrado con la lucha del pueblo era producto de las “buenas” intenciones de la burguesía monopolista, “un capitalismo humanizado”.
En la hora actual todas las fuerzas políticas acumuladas en el abajo debemos apuntarlas a “repetir” esa genuina historia de conquistas, pero a la vez y en simultáneo preparar las fuerzas acumularlas, organizarlas por el camino del poder del pueblo y la democracia directa hacia la Revolución como contrapartida a la acción permanente de la clase dominante de instaurar un proceso de elecciones bajo el paraguas de la democracia representativa.