En el próximo número de La Comuna, nuestra revista teórica y política, próxima a salir mañana viernes, publicamos un artículo titulado ¿Unidad para qué y con quién?, en donde se desarrollan ampliamente una serie de conceptos y -fundamentalmente- una concepción revolucionaria del tema de la unidad. Debido a que consideramos que este tema es de vital importancia en la actual etapa es que en la presente nota ampliamos algunas ideas.
En el marco de la democracia burguesa – democracia representativa, las elecciones permiten optar al pueblo cada cuatro años, qué sector del poder nos va a dominar.
Para eso, necesitan de la “unidad nacional”, ”de la paz social”, ese es el terreno óptimo para hacer los negocios. Así acciona la burguesía transnacional, la misma que necesita de salarios miserables, de oprimirnos con horarios inhumanos de trabajo, la misma que liquida al hombre como hombre y a la naturaleza misma.
“La unidad nacional” que necesita la burguesía, es para profundizar en el tiempo el sistema capitalista de dominación, y para ello desde la cuna, pasando por las escuelas, los colegios, las universidades, los medios de propaganda, etc., arremete una y otra vez en lo ideológico, intentando someter y mantener en un puño esa unidad imprescindible que se necesita para generar los grandes negocios.
Todas las fuerzas políticas del sistema capitalista claman por la unidad del pueblo, sean de derecha, izquierda o centro, y cuando viene el proceso eleccionario agudizan su “inteligencia” y se revuelcan en el barro de la verborragia para ganar un voto, y si es posible, en el mismo acto eleccionario, entregarse de inmediato como referente de los negocios transnacionales. Buscan fórmulas de unidad entre ellos, son mercachifles y saben negociar, hacen alianzas, frentes, uniones para llegar a la meta.
Nos les interesa la unidad del pueblo, más que para someterlo, saben además que no representan a nadie, pero los negocios de esos frentes que realizan, de esas unidades que crean y recrean hasta el hartazgo, tienen como único fin consolidar sus posiciones como mejores alcahuetes de las empresas transnacionales, que impulsan toda la basura que inunda por éstas épocas el arco político del color que sea.
Los revolucionarios, para liberar al hombre de toda explotación y sometimiento tenemos que seguir trabajando en un proyecto capaz de sacar del poder a las transnacionales, y con ellas, a todos los resortes políticos del sistema, gobiernos corruptos, justicia corrupta, fuerzas represivas, sindicatos traidores, parlamentos, etc.
La lucha para desalojar a la burguesía y conquistar el poder, necesita de todo el pueblo unido tras ese proyecto liberador.
El proyecto revolucionario no puede declamar la unidad y no hacerla. El proyecto revolucionario, para que sea posible hacerlo, necesariamente debe encontrar los caminos de la unidad, que precisamente nada tienen que ver con las organizaciones institucionales del sistema.
Este es un tema fundamental y allí deberemos poner el acento. Así como la burguesía intenta permanentemente unir para beneficio de sus negocios, en el pueblo hay una clase que necesariamente necesita unir al pueblo para liberarse y liberar a toda la población de la dominación del gran capital.
Esta clase es la clase obrera, es la más interesada, puesto que tiene la fuerza de trabajo en sus manos, tiene todo para ganar y no tiene nada que perder. La unidad se viene desarrollando más rápida mente de lo que vemos a simple vista. Nuestro pueblo, en su larga historia, ha ido comprendiendo en cada movilización, en cada lucha, en décadas y décadas de experiencia, que el ejercicio de la democracia directa es la metodología más segura para la lucha por las conquistas dentro del sistema, a la vez que permite ir dando confianza a las fuerzas propias, las más sanas en el potencial popular.
Desde allí convocamos y comenzamos a construir la verdadera unidad. Aquella que es incorruptible porque la experiencia va demostrando que al haber participación masiva, en frente de todos, sin dirigentes por fuera del control directo de la mayoría, la conquista en la lucha se hace posible.
Sin embargo, entramos en una etapa en donde esa metodología no es suficiente, si en ella no comienza a insertarse la lucha política por el poder y para construir otra sociedad. Es esta misma clase obrera la que le tiene que ir dando un contenido político a la unidad.
Toda la burguesía, todos los partidos políticos, intentan «chuparse» estas nuevas experiencias para sus fines, pero más allá de algunos sinsabores, no podrán. Esto le duele al poder burgués, siendo el verdadero y más genuino camino de unidad para transitar la lucha y la movilización, hacia las aspiraciones de cambio revolucionario.
No hay que inventar nada por fuera de ese camino, que la lucha y la movilización se vayan tuteando con las ideas revolucionarias, con las ideas del poder de la clase obrera y de todo el pueblo, de la viabilidad de una sociedad en donde el hombre -y no los negocios- sean los protagonistas de la historia.
Es por ello que en este momento histórico, de cambios profundos, las ideas de la revolución tiene que aparecer con mayor vigor, estamos en un momento en donde la mayoría del pueblo ya sabe lo que no quiere pero aún no está claro que es lo que quiere.